
Las negociaciones para lograr el primer tratado contra la contaminación por plástico … – EL PAÍS
Tras otra interminable noche de negociaciones, las conversaciones para acordar en el seno de la ONU el texto del primer pacto global contra la contaminación por plástico han vuelto a fracasar. La reunión celebrada en Ginebra (Suiza), que comenzó el 5 de agosto y en la que han participado alrededor de 180 países bajo el paraguas de la ONU, se ha cerrado en la mañana de este viernes sin que se haya podido acordar ese tratado que busca poner coto a uno de los grandes problemas medioambientales que golpean al planeta.
En los últimos dos años y medio, los negociadores de estos casi dos centenares de países se han reunido ya en seis ocasiones. La de Ginebra era ya una prórroga, porque el objetivo marcado en el seno del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma) en 2022 era que a finales del pasado año se hubiera podido tener ya este tratado internacional. Pero, de nuevo, el enfrentamiento entre los países ha hecho imposible ese pacto. La reunión se ha suspendido con la intención de que en los próximos meses se puedan reanudar las conversaciones, como ha manifestado una mayoría de los países. Lo que no está claro es cómo ni cuándo. “Ahora necesitamos dormir y luego reflexionar”, ha dicho Inger Andersen, directora ejecutiva del Pnuma tras casi 24 horas ininterrumpidas de negociación.
Aunque hay varios puntos de fricción que bloquean desde hace años el acuerdo, la posibilidad de incluir limitaciones a la producción de plástico —algo que rechazan el sector de los combustibles fósiles y los países petroleros— es el escollo que más claramente se ha manifestado en estos dos años y medio de negociaciones. A un lado se ubica un amplio grupo de países, unas 80 naciones, entre las que está la Unión Europea, que consideran básico que se ponga coto a la producción de plástico. Al otro lado se ubica otro grupo más pequeño de Estados cuyas economías están muy vinculadas al petróleo —encabezados por Arabia Saudí— que mantiene una línea roja infranqueable: el tratado debe centrarse solo en la contaminación y no en poner límites a la producción, como defiende el sector fósil.
Pero limitar la producción es lo que recomiendan muchos analistas y organizaciones centradas en este tipo de contaminación al considerar que el bajo costo de la fabricación del plástico está detrás del problema de la contaminación que golpea al planeta. Varios informes de la OCDE advierten de que, sin políticas más sólidas de los países contra el plástico, la producción mundial de este material aumentará un 70% en 20 años, de 435 millones de toneladas en 2020 a 736 en 2040. Y el problema es que solo el 6% de los plásticos provendrá de fuentes recicladas. Paralelamente, las filtraciones de plásticos mal gestionados al medio ambiente aumentarán un 50%, según la OCDE. Lo barato y fácil que resulta fabricar este material derivado del petróleo es una de las razones por las que la tasa de reciclaje mundial es tan baja, lo que a su vez lleva a que los residuos plásticos acaben mal gestionados y en el medio ambiente.
Sin embargo, el sector fósil y esas naciones petroleras ven en el plástico y en el incremento de la producción una alternativa a la reducción del consumo mundial de combustibles fósiles ante el avance de la movilidad eléctrica debido a la lucha contra el cambio climático.
Durante la fase final de las conversaciones en Ginebra, el presidente del comité encargado de liderar las negociaciones, el diplomático ecuatoriano Luis Vayas, ha presentado dos borradores de acuerdo, uno el miércoles y otro en la madrugada del jueves al viernes. En el primero, no se incluían medidas de reducción de la producción. En el segundo, se abría la puerta a poner límites a algunos productos concretos, pero sin dejar claro si sería una obligación para los países o algo voluntario.
Ese segundo texto ha sido discutido durante la madrugada a puerta cerrada por los negociadores. Y la conclusión es que no existía consenso, explican fuentes presentes en esa reunión. Esa falta de acuerdo se ha explicitado luego en el plenario de cierre de la conferencia que ha comenzado pasadas las seis de la mañana y se ha cerrado más a las de las nueve sin que quede clara la fórmula con la que se retomará la negociación.
Pero el propio Vayas ha sostenido al inicio de esa última reunión que los dos borradores que ha presentado en la recta final de la negociación no han sido votados en el plenario, por lo que no se tendrán en cuenta para las futuras citas. Varios negociadores, como la representante de Francia —Agnès Pannier-Runacher, la ministra de Transición Ecológica— han mostrado su decepción y enfado, y han deslizado críticas a la presidencia y secretaría del comité por el proceso “caótico” de las últimas horas. Otros, como el representante colombiano, han criticado la actitud de bloqueo de algunas naciones “que no quieren un acuerdo”.
“No aprobar un tratado es mejor que un mal tratado”, decía horas antes de que empezara el último plenario David Azoulay, de la organización Centro de Derecho Ambiental Internacional, que instaba a los países más ambiciosos a rechazar el último borrador de acuerdo. Porque en ese texto los elementos clave, como el control de la producción o las sustancias químicas, estaba diseñado “para ser casi completamente voluntario y prácticamente imposible de reforzar con el tiempo”.
“El multilateralismo no es fácil”
Inger Andersen, en una breve comparecencia ante los medios justo al término del plenario, ha defendido los “avances” en la negociación que se han registrado en la reunión de Ginebra. Por ejemplo, se han “clarificado las líneas rojas”, en referencia a los puntos de más conflicto. Y ha recordado que las negociaciones de otros grandes acuerdos medioambientales también sufrieron reveses y necesitaron mucho más tiempo que dos o tres años para cerrarse. “El multilateralismo no es fácil”, ha dicho.
De hecho, cada vez se está complicando más. Aunque el foco del bloqueo de esta negociación se pone sobre los países petroleros, que son los más activos en público y privado, lo cierto es que otras grandes naciones como la India y Rusia tampoco quieren que se fijen límites a la producción de plástico. Y la vuelta de Donald Trump a la Casa Blanca ha hecho que EE UU, un actor determinante, vire también hacia esas mismas posiciones poco ambiciosas, al igual que está ocurriendo en materia de lucha contra el cambio climático.
Hay que tener en cuenta que esta negociación del texto del tratado sobre plásticos arrancó después de que en marzo de 2022 los casi 200 países que forman parte del sistema de la ONU lo acordaran en una reunión de la denominada Asamblea de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEA, sus siglas en inglés). El mandato era la creación de un instrumento jurídicamente vinculante que abarcara el “ciclo de vida completo del plástico”, es decir, también la producción.
Aquella referencia al ciclo de vida completo costó mucho que se introdujera. Pero el mapa geopolítico actual es muy diferente al de 2022, principalmente por la vuelta de Trump, pero también influe el giro conservador que se ha producido en la UE y que afecta a las políticas medioambientales.
Marta Gómez Palenque, directora general de Calidad y Evaluación Ambiental del Ministerio para la Transición Ecológica de España, ha participado en las conversaciones de Ginebra. “No hemos sido capaces de cerrar un acuerdo, nos vamos con dos textos sobre los cuales no hay consenso”, lamenta desde la ciudad suiza. Pero también destaca que se ha “avanzado en alcanzar acuerdos con países que hasta la fecha estaban en posiciones enfrentadas en cuestiones relevantes”. Aunque el gran asunto —limitar o no la producción de plástico— sigue completamente abierto y pendiente de la difícil labor de encontrar una solución que pueda convencer a todos.