
Alerta en México: así dañan los alimentos ultraprocesados a niños y jóvenes
El negocio por encima de la salud
La industria de alimentos ultraprocesados no nació para cuidar la nutrición, sino para multiplicar ganancias. Durante décadas, empresas globales han moldeado los hábitos alimenticios de millones de familias en México y el mundo, disfrazando su presencia con campañas publicitarias, patrocinios deportivos y programas escolares que seducen a padres y niños.
Expertos en nutrición infantil advierten que este sector ha frenado o debilitado las políticas públicas diseñadas para proteger la salud de niñas, niños y adolescentes. Su poder económico es tan grande que incluso organismos internacionales como la OMS y la OPS han pedido blindar las decisiones en salud para evitar conflictos de interés.
La entrada de los ultraprocesados a las escuelas
En marzo se establecieron lineamientos que prohíben la venta y publicidad de comida chatarra en planteles escolares. Sin embargo, la industria encontró nuevas vías para permanecer en las aulas: donaciones de básculas, entrega de lentes a estudiantes o patrocinios de torneos de futbol escolar.
Estos gestos aparentemente solidarios funcionan como estrategias de mercadotecnia encubierta que buscan posicionar marcas y reforzar el consumo desde la infancia.
Un país con sobrepeso desde la infancia
El doctor Simón Barquera, director del CINS del Instituto Nacional de Salud Pública, recuerda que uno de cada tres menores en México vive con sobrepeso u obesidad. El cambio en la dieta nacional, particularmente desde la década de los ochenta, derivó en lo que especialistas llaman la “triple carga de la nutrición”: coexistencia de desnutrición, deficiencia de micronutrientes y obesidad con enfermedades asociadas.
El estudio histórico del INSP muestra cómo la dieta basada en frijoles, tortillas, arroz y verduras fue sustituida por productos hipercalóricos y bebidas azucaradas.
Ganancia para pocos, consecuencias para todos
Las 39 principales empresas del ramo, agrupadas en ConMéxico, alcanzaron en 2023 ganancias de más de 1.5 billones de pesos, equivalentes al 4% del PIB. Su penetración llega a prácticamente todos los hogares, que destinan 34% de su gasto alimentario a estas marcas.
En el conglomerado figuran nombres como Bimbo, Barcel, Lala, PepsiCo, Nestlé, Unilever y hasta compañías de juguetes como Mattel. Ocho de cada diez marcas más consumidas por los mexicanos pertenecen a este grupo.
Mientras tanto, las consecuencias en salud —obesidad, diabetes, hipertensión— son absorbidas por familias y sistemas de salud pública.
El sabor que engancha: la adicción invisible
Los ultraprocesados están diseñados para ser hiperpalatables. Su combinación de grasas, azúcares y sales genera que los niños perciban la comida natural como “aburrida”. Al probar estos productos, el cerebro pide más, provocando un ciclo de consumo excesivo similar al de una adicción.
Barquera lo explica con claridad: tras ingerir una bolsa de botanas o una bebida azucarada, el apetito regresa rápidamente. Esto incentiva un mayor consumo de calorías sin saciedad real.
Estrategias de captura del paladar
El etiquetado frontal de advertencia obligó a las empresas a reformular algunos productos. No obstante, la industria busca atajos: descomponer la lactosa con enzimas para hacer más dulces los lácteos, o añadir alulosa, un edulcorante no regulado en México que les permite evadir sellos de advertencia.
La psicóloga Irais Tapia señala que la aceptación comienza en el hogar: “La comida chatarra se convierte en un software cultural que asocia felicidad con consumo”.
Un poder que rebasa la nutrición
El problema no es solo alimenticio. La serie Determinantes Comerciales de la Salud publicada en The Lancet en 2023 demuestra cómo actores comerciales influyen en regulaciones, políticas públicas y economías enteras para priorizar sus intereses.
El costo humano y financiero recae en las familias y los sistemas de salud, mientras los beneficios quedan en manos de unas cuantas corporaciones.
Educación y políticas públicas: la única salida
Los especialistas coinciden en que la transformación de hábitos requiere no solo voluntad, sino acceso a información clara y regulaciones estrictas. Sin políticas públicas firmes, la industria seguirá encontrando formas de infiltrarse en las escuelas y moldear las preferencias alimenticias de las nuevas generaciones.
El etiquetado frontal ha demostrado ser un paso necesario, pero insuficiente. La verdadera defensa radica en la educación alimentaria y en un blindaje real frente a la presión de las corporaciones.
Un reto de salud y justicia social
La industria de ultraprocesados representa mucho más que un conjunto de empresas de alimentos: es un actor económico y político con poder para condicionar la salud de millones. La batalla por la nutrición infantil en México es también una lucha contra un modelo de consumo que privilegia el negocio sobre la vida.