
Andrés Neuman recupera en una novela la vida de la lexicógrafa María Moliner
▲ Andrés Neuman durante la entrevista con La Jornada. Foto Cristina Rodríguez
Reyes Martínez Torrijos
Periódico La Jornada
Lunes 1º de septiembre de 2025, p. 3
La vida de la lexicógrafa española María Moliner Ruiz (1900-1981) es fascinante: creó el diccionario del español “más abierto y democrático en todo sentido, más claro y preciso que las definiciones de la época”; asimismo, fundó 200 bibliotecas rurales y una escuela con principios pedagógicos muy modernos, sostuvo el escritor de origen argentino Andrés Neuman.
El autor de la novela Hasta que empieza a brillar (Alfaguara), que narra la existencia y legado de la también bibliotecaria, contó a La Jornada que Moliner “escribió sola durante 16 años un diccionario de 80 mil palabras en plena dictadura franquista, enfrentando distintos tipos de autoridad: lingüística, política y cultural. Es un ejemplo memorable, quizás el más hermoso y sorprendente de la historia de nuestra lengua”.
El título fue presentado el martes pasado con los comentarios de la narradora y ensayista Jazmina Barrera y la actriz Karina Gidi, en la cafebrería El Péndulo Roma.
Neuman (Buenos Aires, 1977) añadió que la magnitud de su logro es la muestra más prodigiosa de cómo la lexicografía trasciende lo académico. “Moliner tuvo una vida fascinante, llena de peripecias, adversidades, pérdidas y hermosa; es un caso brillante de resistencia interna contra la autoridad académica e iberocéntrica. Por razones de género, de clase y políticas ella no pensaba la lengua desde el centro del poder”, y enfrentó a una sociedad violentamente excluyente para las mujeres.
Neuman hizo énfasis en que Moliner es “la lexicógrafa más importante de la historia de la humanidad. No hay otro caso similar en ningún lugar del mundo, en ninguna época o lengua de que se haya escrito enteramente un diccionario y haya alcanzado la influencia que ella consiguió”.
Moliner no fue una mujer de alta cuna y con el privilegio de la educación; al contrario, fue abandonada por su padre desde la infancia y debió trabajar; “tuvo conciencia de clase, y eso afectó su idea de la lengua”. Fue colaboradora entusiasta de las políticas bibliotecarias y la alfabetización de la República española, por lo cual fue estigmatizada.
“Si tenemos en cuenta sus orígenes de género, de clase y político, y además le agregamos un contenido mucho más rebelde, evidentemente, es un diccionario palpitante, cargado de luchas”, añadió el narrador.
Para ese diccionario de uso, Moliner recopiló ejemplos de la vida cotidiana, de la calle y de su imaginación, lo que constituyó “un modo de ampliar los derechos simbólicos de los hablantes e interrogar sobre a quién pertenece la lengua y quién se encarga de definirla. Su respuesta implícita es que todas las personas que hablan la lengua tienen una relación de pertenencia y de transformación”.
Ciudadana nómada sin salir de España
El filólogo aseveró que Moliner desarrolló “un concepto descentralizado, amplio y diverso de la lengua y, aunque ella no haya conocido a fondo Latinoamérica, fue una ciudadana nómada de España y escuchó muchos acentos que produjo que en su diccionario se perciba una voluntad en las antípodas del canon central: mucho más hospitalario y acogedor para hablantes de otros lugares”.
Por ejemplo de la visión de vanguardia de Moliner, el autor se refirió a la palabra “amor” incluida en su lexicón. “Lo cuento en la novela, lo define como un sentimiento experimentado de una persona hacia otra y que se manifiesta en desear su compañía, alegrarse con lo que es bueno para esa persona y sufrir con lo que es malo. Es una definición empática, no tóxica y generosa”.
El poeta refirió que “para la academia de su tiempo ‘madre’ se definía como una especie de hembra paridora, y parir era como expulsar, de manera que se excluía la posibilidad de hacerlo por cesárea o de maternar y paternar a criaturas que no sean biológicamente hijas suyas”.
La novela realiza, en torno a la hechura del aceptado glosario de la española entre los años 50 y 60 del siglo pasado, “un cotejo minucioso y humorístico del diccionario académico en su octava edición, de 1956, con el Moliner original. Al llegar a ‘autoridad’, para la academia es algo que se puede tener por cuna, por origen, una definición más nobiliaria; prodigiosamente, ella retira el supuesto aristocrático y agrega el democrático, ya que dice que la autoridad es algo que alguien puede ostentar porque un grupo de personas se la ceda voluntariamente”.
Moliner realizó su glosario a razón de 5 mil palabras por año, con definición, aplicaciones gramaticales, ejemplos de uso y campos léxicos con sinónimos y palabras afines para cada una, “acumulando, calculo, medio millón de fichas en su casa, sin extraviarlas, desorientarse ni quedar sepultada por ellas.
“Ese proyecto es una de las grandes aventuras de la historia de la cultura humana. Encima, que lo concluya y el resultado sea tan brillante, cálido y hermoso, es de dimensiones que no hemos reconocido colectivamente”, afirmó el también poeta.
A lo anterior se suma que María Moliner supo hacer de la necesidad virtud y de modo “más caótico y espontáneo. Supo qué hacer con el abandono de su padre, la precariedad económica, las adversidades académicas y laborales, y con las represalias políticas que sufrió, y todo eso lo fue poniendo en el diccionario”.