
Estudio revela el cambio de la pelvis durante la evolución
Un estudio revela cómo modificaciones en el ilion embrionario permitieron a los primeros homínidos caminar erguidos, optimizar energía y favorecer partos más seguros.
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Caminar sobre dos piernas definió la trayectoria evolutiva de los humanos, separándolos de otros primates y condicionando aspectos esenciales de nuestra biología, desde el parto hasta el crecimiento cerebral. Sin embargo, los mecanismos precisos que hicieron posible la marcha bípeda permanecieron durante décadas en el terreno de la especulación.
Recientes investigaciones publicadas en Nature y Science identificaron dos cambios clave en el desarrollo del ilion, la parte superior del hueso pélvico, durante la gestación. El primero ocurre a las siete semanas, cuando el cartílago del ilion rota 90 grados, creando una pelvis más corta y ancha que la de chimpancés o gorilas. El segundo paso sucede alrededor de la semana 24, cuando parte del cartílago demora su osificación, preservando la forma expandida durante el crecimiento óseo.
El equipo liderado por Terence Capellini, de la Universidad de Harvard, comparó embriones humanos con primates y ratones, y utilizó colecciones de embriones centenarios de museos para observar fases críticas de desarrollo imposibles de estudiar de otra forma. Según Capellini, estas modificaciones facilitan una marcha estable y eficiente, además de favorecer el parto de crías con cerebros más grandes.
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La paleoantropóloga Tracy Kivell, del Instituto Max Planck, destacó que los hallazgos permiten reinterpretar fósiles de homínidos, incluidos denisovanos y Ardipithecus ramidus, y comprender cómo la evolución pélvica optimizó la locomoción bípeda y redujo el gasto energético respecto a otros primates.
El estudio también detectó cientos de secuencias genéticas reguladoras que se activan durante la formación del ilion humano y muestran modificaciones específicas en nuestra línea evolutiva, seleccionadas para favorecer una morfología pélvica eficiente para caminar erguidos. Como explicó José Miguel Carretero Díaz, profesor de Paleontología en la Universidad de Burgos, estos cambios habrían permitido a especies tempranas transportar alimentos a mayores distancias y mejorar la eficiencia energética.
La investigación se suma a descubrimientos históricos sobre el bipedismo, como el Niño de Taung (1924), Lucy (Australopithecus afarensis, 1974) y fósiles de Sahelanthropus tchadensis y Orrorin tugenensis, que muestran que caminar erguido precedió al crecimiento cerebral.
Además de la locomoción, los cambios en la pelvis están vinculados con la capacidad reproductiva. Las caderas más anchas permitieron partos menos riesgosos y contribuyeron al desarrollo de cerebros más grandes, un rasgo fundamental del linaje humano. Según el profesor Juan Manuel Jiménez Arenas, de la Universidad de Granada, los datos de anatomía, genética y fósiles convergen para explicar cómo el bipedismo transformó el cuerpo humano y lo distinguió de otros mamíferos.
Este hallazgo marca un avance clave en la comprensión del origen de la marcha erguida, confirmando que los cambios embrionarios en el ilion son centrales para la singularidad de la especie humana.
Fuente y foto: Infobae