
Crisis política en Francia: guía rápida para entender qué está ocurriendo en el país
La política francesa acaba de entrar en una nueva fase de inestabilidad tras la caída del primer ministro François Bayrou, después de perder la moción de confianza a la que se sometió en la Asamblea Nacional el 8 de septiembre. El resultado de 364 votos en contra y 194 a favor mostró una clara debilidad que le ha obligado a presentar su dimisión al presidente de la República.
Macron ha visto así como cuatro jefes de gobierno han caído durante su segunda legislatura.
El experimentado político francés, líder del Movimiento Demócrata (MoDem), de carácter centrista y profundamente europeísta, asumió el cargo en enero de este año, después de la dimisión de Michel Barnier, que tiene el dudoso honor de haber sido el primer ministro de mandato más breve en la historia de la V República.
Estos casi nueve meses de gobierno de Bayrou han estado marcados por una agenda económica muy impopular, que preveía un plan de recortes presupuestarios de 44 000 millones de euros anuales y otras medidas de limitación del gasto público que han provocado una fuerte contestación social y la oposición parlamentaria.
Su estrategia de tratar de evitar una moción de censura sometiéndose a una moción de confianza ha fracasado claramente, poniendo de manifiesto la polarización de la vida política francesa entre la extrema derecha de Marine Le Pen y la izquierda del radical Jean-Luc Mélenchon.
Los votos de ambos extremos junto a los de varios diputados del bloque oficialista, que muestran también la fractura del macronismo, han provocado su caída y una crisis que abre una nueva incertidumbre en uno de los socios claves de la Unión Europea.
Las opciones de Macron
No tenía demasiadas opciones Emmanuel Macron, que está en una posición francamente delicada. En concreto, podemos señalar tres:
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Convocar elecciones legislativas anticipadas, que es lo que exige la oposición, aunque según los sondeos la Asamblea podría resultar aún más fragmentada.
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Nombrar un nuevo primer ministro, eligiendo entre su círculo de confianza más próximo o entre los socialistas, que forman parte del bloque ganador de las elecciones legislativas.
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Dimitir, que es una opción que él ya ha descartado públicamente a pesar de que un 64 % de los franceses apoyarían su salida de la presidencia.
Razones de la crisis de gobernabilidad
Desde que se convocaron las elecciones legislativas de junio de 2024, la Asamblea ha quedado dividida en tres bloques: ultraderecha, centroderecha gubernamental e izquierda, sin que ninguno tenga una mayoría clara. Esta fragmentación ha hecho imposible la estabilidad en el gobierno.
Así, los antecesores de quien ahora ejerce como primer ministro de Francia, Sébastien Lecornu –Élisabeth Borne, Gabriel Attal, Michel Barnier y François Bayrou–, han dependido de alianzas frágiles, de presión social constante ante cualquier intento de reforma y de una polarización creciente entre extrema derecha e izquierda radical con el objetivo de hacer oposición frontal. Finalmente, hay que tener en cuenta el error estratégico de Macron al disolver la Asamblea tras el varapalo electoral de las europeas, que no ha hecho sino agravar más la crisis política y acentuar su debilidad. Macron buscaba obtener un mejor resultado para su bloque presidencial y el resultado fue incrementar su debilidad.
Los retos del nuevo primer ministro
Solo cinco horas después de aceptar la dimisión de Bayrou, Macron ha nombrado como primer ministro a Sébastien Lecornu, hasta ahora responsable de la cartera de Defensa de su Gobierno, que era la opción más previsible y cómoda de entre las expuestas más atrás.
El nuevo primer ministro se enfrenta desde hoy a las protestas convocadas en la calle y, el viernes, a Fitch, la agencia internacional de calificación crediticia, que tiene previsto anunciar la nueva calificación de la deuda soberana francesa.
La necesidad de una reajuste económico es el principal caballo de batalla que moviliza a la calle y a los mercados, cada uno por intereses contrapuestos. El ajuste de unos 44 000 millones de euros con medidas impopulares para rebajar el déficit fiscal y la deuda pública, que soporta una carga de intereses que en 2025 asciende a 55 000 millones de euros, se antojan un reto demasiado grande para un gobierno demasiado débil.
Macron ha tirado del manual clásico del presidente arrinconado: buscar entre sus más leales y en la “comodidad” del continuismo la solución. El enrocamiento frente a todos parece inspirar esta decisión. Lecornu es valorado por su fidelidad, discreción y capacidad de consenso, pero supone no adoptar una medida más audaz para intentar salir de la actual aritmética parlamentaria.
Tratar de buscar el acuerdo con el resto de fuerzas políticas “respetando las convicciones de cada uno” es el primer objetivo que la presidencia de la República ha emitido en el comunicado oficial hecho público el 9 de septiembre (que, por cierto, ha desaparecido de la web del Elíseo).
Macron no ha optado por la solución de dar la presidencia del Gobierno a un socialista como fuerza ganadora en 2024, opción que ha venido evitando desde entonces. Esto supondría, al menos, un intento más novedoso de alterar el curso de la política francesa, pero ha preferido no arriesgar nada, enrocarse en su posición inicial. Así demuestra su carga ideológica contraria a subir la tributación a las rentas más altas para tratar de equilibrar en algo las cuentas.
En el camino al autoritarismo
Ya sabemos lo que decía Einstein: “No pretendamos que las cosas cambien si siempre hacemos lo mismo”. Olivier Faure era una propuesta más social que habría facilitado, al menos, una mayor paz social.
Marine Le Pen lo tiene claro: “El presidente dispara su último cartucho”.
Así las cosas, aguantar hasta 2027 con esta misma Asamblea será un reto muy difícil. Celebrar nuevas elecciones legislativas cambiaría poco el panorama, por lo que Francia, y con ella Europa, están justo en el escenario que parece evocar tiempos en los que la debilidad de las democracias abrió el camino al autoritarismo que destruyó la vieja Europa.
La obstinación de la izquierda francesa y el enrocamiento del macronismo pueden construir un puente nefasto para las presidenciales de 2027 que, por otro lado, afectaría gravemente a la continuidad de la Unión Europea que conocemos.
Como conclusión, la encrucijada actual requiere de la capacidad de pacto, que es el eje más noble de la política. Cuando esto falla, el desapego y la desafección buscan consuelo en las posiciones antipolíticas. Además, la V República, pensada para el bipartidismo de gobiernos estables, ha sido superada por otra realidad electoral en la que aquella ya no encaja.