Elena Poniatowska: El Grito de Claudia
E
l trabajo es hoy por hoy, en 2025, tan importante para las mujeres como para los hombres, ya que una pareja necesita el sueldo de dos para vivir.
Quizás hasta la novia de Carlos Slim tendría que trabajar, y seguro le haría mucho bien marcar tarjeta todos los días. Incluso, varios cientos de mujeres que no lo hacen por necesidad quieren hacerlo por esa aspiración ennoblecedora y nunca bien definida que lleva el nombre de “superación personal”, y que muchas vivimos como un salvavidas.
Todas las mujeres queremos darnos el gusto de ser independientes. Todas queremos ser útiles. El cuidado de los hijos, el trabajo del hogar, la incapacidad física y la edad son las principales razones por las que nosotras permanecemos en casa, aunque 66 por ciento de las mexicanas creen que su vida sería mejor si tuviera empleo.
¿Cómo se consigue un empleo?
La noche del 15 de septiembre de 2025, la primera presidenta de México, la doctora en física Claudia Sheinbaum Pardo (quiero bien a su mamá desde los tiempos de Neus Espresate), nos dio una clase de historia nacional al dar el nombre a mujeres que lucharon no sólo por la independencia de un país naciente, sino por su propia autonomía. El cambio no fue inmediato, como sucede con cualquier movimiento innovador, sino lento y lleno de obstáculos. “Han tenido que pasar muchos años para que las mujeres vean el resultado de su lucha diaria en la casa además de su trajinar, cualquiera que sea su empleo”, me dice mi amiga Yunuhen González.
“¡Viva Josefa Ortiz Téllez-Girón!”, gritó la presidenta Claudia Sheinbaum. Leona Vicario; Gertrudis Bocanegra; Manuela Medina, La Capitana. Las heroínas anónimas. Las mujeres indígenas. Las y los migrantes. Claudia Sheinbaum nombró a quienes por décadas han sido invisibles y encarceladas en lo que suele llamarse “grupos vulnerables”. Me hubiera gustado que le echara un viva a doña Rosario Ibarra de Piedra y a las madres buscadoras.
En el campo laboral, la mujer se considera en desventaja frente al hombre, los mejores sueldos, empleos y prestaciones son para el sexo masculino. Esta desigualdad de oportunidades existe desde siempre, y los pocos puestos directivos que ocupan las mujeres están menos pagados que los de los varones.
Histórica y socialmente, a las mujeres les toca el cuidado y crianza de los hijos, responsabilidad de tiempo completo que no les permite contar con un trabajo remunerado. Aquí habría que recordar lo mal que le fue a la esposa del entonces ex presidente Ernesto Zedillo, candidato del partido oficial, PRI, cuando declaró que el destino de las mexicanas era cuidar a los hijos y al marido. No la bajaron de tonta.
Qué orgullo y qué inspirador es tener en México a la primera mujer presidenta con carrera universitaria y, sobre todo, con la total conciencia de nuestras necesidades como mujeres y como mexicanas.
Como la presidenta Sheinbaum, Mane, mi hijo mayor, es doctor en física, pero no es mujer.
Son muchas las esposas que creen que si el hombre participara en las tareas de cuidados, como nos señaló la cinesta Stephanie Brewster en su notable película El tiempo de la hormiga, en la que sustenta que si cambiaran las condiciones del trabajo del hogar, las mujeres tendrían mayores posibilidades de desarrollarse profesionalmente. En las familias mexicanas, la responsabilidad de las mujeres y de los hombres sigue determinada por la costumbre.
El “quehacer” y el cuidado de los hijos es “trabajo de mujeres”. Sin embargo, ellas se ocupan menos de las tareas domésticas a medida que tienen mayor nivel de educación, lo que implica que otra mujer en la casa hace la cama, lava los trastes y barre su pedazo de calle. La verdad, me conmueve mucho que cada una de nosotras barra y riegue un cachito de calle y presumo: “Ojalá la mía sea la que quedó mejor”.
La violencia contra la mujer destaca como el principal problema que enfrentamos. Más de 40 por ciento de la población ha experimentado de manera directa la agresión masculina. Y queda aún abierta la discusión sobre las disidencias sexuales. Tengo 93 años y nunca pensé que vería a una mujer dando el Grito. Verla en la televisión me emocionó y fui a servirme un tequila con todo y chile en nogada. A Claudia le habría convidado un cachito, así como ella convida nuevas esperanzas.