
La escritura es un exorcismo, lucha, resistencia y herida: Mónica Rojas
▲ La autora presentará mañana su nueva novela, A la sombra de un árbol muerto, en la cafebrería El Péndulo.Foto María Luisa Severiano
Reyes Martínez Torrijos
Periódico La Jornada
Lunes 22 de septiembre de 2025, p. 3
“Mi abuela materna se convirtió en mi literatura”, afirmó la escritora Mónica Rojas sobre su infancia marcada por la escasez de libros y ocupada por las historias que su antepasada le contó sobre su visión de la pobreza, el cuerpo femenino y los usos y costumbres. Influyó la narrativa que luego creó la autora, como su obra más reciente, A la sombra de un árbol muerto, que presentará mañana.
La novelista dijo a La Jornada que su manera de entender la paranormalidad, la superstición, la fe y la religión tiene origen en la oralidad de su abuela materna: “si me portaba mal, las brujas podían entrar por mi ventana para chuparme la mollera, o mi abuela se podía sentar en su cama a las 2 de la mañana y hablar con mi abuelo, que había muerto siete años antes. Para mí era absolutamente normal”.
Leonarda, personaje que titula el capítulo final, comparte el nombre con la abuela materna de la escritora, quien fue su puente con el pasado desconocido, onírico e imaginativo. “La escritura es un espejo. La literatura puede ser incluso un exorcismo; es una reivindicación, es lucha y, sobre todo, resistencia y herida”.
El título editado por Hachette “ha sido una suerte de espejo, no sólo de la historia familiar, sino de una historia que ha sido mancillada, manipulada, ultrajada, donde todas estas subalternidades han quedado silenciadas porque así conviene. Entonces, hay que rescatarlas: hay que ser inconveniente e incómodo”.
Rojas (Puebla, 1983) reseñó su texto multigeneracional en torno a tres mujeres unidas por un hilo de sangre, pero “sobre todo, por el trauma, el silencio, el mandato femenino del deber hacer y las condiciones de subalternidad que las conducen a ser mayoritariamente silenciadas.
“Es una historia que se construye bajo sobre los cimientos del sufrimiento del cuerpo femenino, y el punto de partida es Magdalena, una española que emigra a los Altos de Jalisco por decisión de su esposo, que llega a ayudar a otro hombre, su tío, a construir una hacienda en Teocaltiche.”
El relato está imbuido de la Conquista, la Colonia y el surgimiento de los lomilargos, personas llamadas así porque eran muy altas en una región que había recibido migraciones europeas. Los personajes, desde la época prerrevolucionaria, se fueron desplazando en sucesivas generaciones a Celaya en la Revolución Mexicana y las batallas comandadas por Francisco Villa, y terminaron en la ciudad de Puebla.
La también periodista aseveró que el volumen es un intento de “rescatar las voces de la subalternidad, donde, hablando del cuerpo femenino, la valía de la mujer si es española, indígena, mestiza, pobre, rica, va creando capas de subalternidad, en las que el valor del cuerpo tiene una significación, una representación y una visibilidad distintas”.
Uno de los motivos del título es el árbol Chichihualcuauhco, que amamanta a los hijos no nacidos o que nacen y son muy pequeños, y el árbol genealógico que reúne historias de mujeres; “símbolos representados por la planta que pareciera proveer una sombra inexistente en la que vivos y muertos se cobijan. En México, los muertos realmente no mueren, y hay una convivencia, también en el libro, que hace que los duelos sean perpetuos”.
La protagonista, Magdalena, continuó Rojas, podría representar un trauma que va pasando de generación en generación, “premisa que hace referencia a que los muertos no se van y todos tenemos algo suyo en el físico: la memoria, el gesto, el semblante, que hace que tengamos que convivir con ellos todo el tiempo”.
Mónica Rojas comentó que reconoce los espacios porque junto con la historia ya estaban escritos en su cuerpo. “Ha sido, digamos, muy fácil y natural de narrar, porque lo hago como mi abuela materna me contaba las historias; o sea, como ella hablaba, de ahí el tono oral de la narración”.
La novela es una especie de libro espejo en el que los lectores van reconociendo la propia historia y tienen un rescate natural de la memoria. Se inscribe en el nuevo realismo mágico, “porque hay una crítica social de la que no fui consciente”, añadió la novelista.
Durante la escritura, se propuso explorar la autonomía del cuerpo femenino y “cómo en el momento en el que nos encontramos, y mirando hacia atrás, nos podemos cuestionar, porque no hay respuesta, hasta dónde y cómo hemos avanzado y hacia dónde tenemos que seguir dirigiendo la mirada”.
El libro se recarga en el tema de la imposibilidad: “todos los personajes están buscando algo imposible; me uní con ellos al momento de escribirla, porque también estaba en una exploración de algo a lo que nunca le encontré un final”.
Desde sus primeras memorias, dijo Rojas, se empezó a escribir la novela, que no tiene la intención romántica e idílica de hablar de su abuela, “porque las personajes no son heroínas, son ‘comunes’.
“A lo mejor es una manera de seguir dialogando con mis muertos, de seguir aferrada a ellos y de no idealizar el pasado.”.
Mónica Rojas, la editora Fernanda Álvarez y el actor Joaquín Cosío presentarán la novela A la sombra de un árbol muerto mañana a las 19:30 horas en la cafebrería El Péndulo (avenida Álvaro Obregón 86).