
Japón se enfrenta a una crisis de la cerveza. Y todo ha empezado por un ciberataque
En Japón se avecina una tormenta que nadie esperaba: una crisis de cerveza. Y no es por una mala cosecha de cebada ni por una sobredemanda en las fábricas, sino por un ciberataque que ha dejado a la mayor cervecera del país, Asahi, prácticamente de rodillas. El grupo, responsable de la popularísima Super Dry y de marcas internacionales como Peroni o Grolsch, ha tenido que parar la producción en la mayoría de sus 30 fábricas después de que un grupo de hackers desactivara sus sistemas de pedidos y distribución. El resultado: bares y supermercados japoneses sin stock hasta que se solucione el problema.
La escena es distópica, pero ilustra muy bien cómo la guerra híbrida puede cebarse hasta con un producto que millones de personas consumen casi a diario. Desde hace casi una semana, los minoristas y las cadenas de conveniencia como Lawson, FamilyMart o 7-Eleven ya se preparan para que los estantes se vacíen. Asahi ha tenido que suspender no solo la producción, sino también el lanzamiento de nuevos productos (desde refrescos hasta barritas de proteínas) porque no puede procesar ni un pedido. Las oficinas de atención al cliente están cerradas, los correos electrónicos no funcionan y la compañía ha vuelto, literalmente, al teléfono y al papel para intentar salvar lo que pueda, según ha informado la agencia de noticias japonesa Kyodo.
«No se vislumbra una recuperación inmediata de nuestro sistema por el momento. Los envíos habituales siguen detenidos. La producción no se ve directamente afectada, pero se ha detenido porque los envíos están suspendidos«, ha dicho un portavoz de la compañía, quien asegura que están trabajando con especialistas externos para restaurar su sistema informático, pero que «no está claro cuándo la compañía podrá reanudar sus operaciones por completo». Mientras tanto, supermercados advierten que la cerveza podría agotarse en dos o tres días, y los bares izakaya, tan habituales en el paisaje nocturno japonés, ya piensan en cambiar de proveedor a regañadientes, conscientes de que eso a los clientes más fieles no les va a gustar.
La magnitud del golpe hay que medirla en cifras. Asahi produce de media 6,7 millones de botellas grandes de cerveza al día en Japón. Todo ese volumen, de repente, se ha quedado atrapado en almacenes y fábricas que no pueden darle salida ni recibir pedidos. Aunque la empresa asegura que no se han filtrado datos de clientes, el ataque de ransomware (que normalmente bloquea los servicios para pedir un rescate a cambio) la ha dejado sin capacidad de operar en el mercado doméstico y con las acciones de la compañía cayendo modestamente.
El caso de Asahi es especialmente simbólico porque Japón, con su reputación de eficiencia y disciplina industrial, se enfrenta a un tipo de vulnerabilidad que no se soluciona con horas extra. Según expertos en ciberseguridad del grupo Nihon Cyber Defence (NCD), las empresas japonesas se consideran objetivos cada vez más atractivos para hackers extranjeros (un aumento del 12% con respecto al año pasado) debido a sus deficientes defensas y al hecho de que muchas empresas simplemente pagan las sumas exigidas a través de canales ocultos.
El incidente además se produce en medio de una serie de ciberataques a grandes empresas (y supuestamente sin conexión entre ellas) que les han obligado a detener sus fábricas durante semanas. El reciente caso de Jaguar Land Rover en Reino Unido es ilustrativo. La automotriz sufrió hace unos días otro ciberataque devastador que no sólo afectó a la producción de vehículos, sino que sacudió a toda su red de proveedores. Talleres, fabricantes de piezas y empresas de transporte vieron cómo la cadena entera se congelaba, provocando pérdidas de decenas de millones de libras y obligando incluso al gobierno británico a salir al rescate con una inyección de emergencia de la mareante cifra de 2.000 millones de libras. Los sindicatos advirtieron que miles de empleos estaban en riesgo, mientras los analistas subrayaban lo inédito de un ataque con semejante impacto industrial.
Casi inmediatamente después del ciberataque, un grupo en Telegram llamado Scattered Lapsus$ Hunters se atribuyó la responsabilidad del hackeo. El nombre del grupo implica una posible colaboración entre tres colectivos de ciberdelincuentes (Scattered Spider, Lapsus$ y Shiny Hunters) que han estado detrás de algunos de los ciberataques más sonados de los últimos años y que suelen estar formados por jóvenes angloparlantes que atacan a grandes empresas.
El centro de la cuestión de todo esto no es solo la cerveza japonesa o los coches británicos, sino algo más importante: la fragilidad de las cadenas de suministro modernas frente a los hackers. Durante años, las empresas han reforzado sus muros internos contra ataques directos, pero los delincuentes aprendieron que es más rentable apuntar a los engranajes intermedios: los sistemas de pedidos, los proveedores de software logístico, las plataformas de distribución. Al golpear ahí, no solo interrumpen la actividad de una compañía, sino que paralizan a todo el ecosistema conectado a ella.
El caso de la fabricación de coches, por ejemplo, es un proceso enormemente complejo. Cientos de empresas diferentes suministran piezas, materiales, componentes electrónicos y otros productos a los fabricantes, y estas extensas cadenas de suministro suelen depender de estrategias de «justo a tiempo». Esto significa que solicitan piezas y servicios para que se entreguen en las cantidades específicas que se necesitan y exactamente cuando se necesitan. Es decir, no suele darse el caso de que los fabricantes tengan grandes reservas de piezas. «Hablamos de una cadena de suministro muy bien orquestada. Está todo diseñado para la eficiencia, tanto económica como logística», afirmababa Siraj Ahmed Shaikh, profesor de seguridad de sistemas de la Universidad de Swansea, en este artículo de Wired. Y si uno de estos elementos falla, todo se desmorona.
A esta lista de víctimas se suman otros nombres menos mediáticos, pero igualmente importantes. Cadenas como Marks & Spencer o el Grupo Co-op han reconocido haber sufrido filtraciones que afectaron su operativa. La danesa Arla Foods, uno de los mayores productores de lácteos del mundo, tuvo que detener de golpe la producción en una de sus plantas tras un ataque en mayo de 2025. La empresa se vio obligada a desconectar sus sistemas informáticos para contener el daño y eso paralizó de inmediato la elaboración y el envío de productos básicos como leche y mantequilla, provocando retrasos en toda su red de distribución.
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Albert Sanchis
Algo parecido le ocurrió a la británica Peter Green Chilled, un proveedor logístico clave para supermercados como Tesco o Sainsbury’s. En su caso, un ataque de ransomware afectó directamente al sistema de gestión de pedidos y obligó a parar el flujo normal de mercancías refrigeradas. Aunque la flota de camiones seguía lista, sin capacidad para procesar entregas, el resultado fue el mismo: retrasos y supermercados con problemas para llenar sus lineales.
El resumen es que las cadenas de suministro globales se han hecho tan dependientes de sistemas digitales compartidos que basta con atacar un solo eslabón para generar un efecto dominó. Los delincuentes saben que cada día de interrupción cuesta millones y que la presión para pagar un rescate es enorme. El ataque a la cerveza más popular de Japón es sólo un recordatorio de que esta guerra invisible por el control de los sistemas puede sentirse en algo tan básico y cuotidiano como es una birra con los amigos durante el fin de semana.
En Japón se avecina una tormenta que nadie esperaba: una crisis de cerveza. Y no es por una mala cosecha de cebada ni por una sobredemanda en las fábricas, sino por un ciberataque que ha dejado a la mayor cervecera del país, Asahi, prácticamente de rodillas. El grupo, responsable de la popularísima Super Dry y de marcas internacionales como Peroni o Grolsch, ha tenido que parar la producción en la mayoría de sus 30 fábricas después de que un grupo de hackers desactivara sus sistemas de pedidos y distribución. El resultado: bares y supermercados japoneses sin stock hasta que se solucione el problema.