
El FMI anima a luchar contra la corrupción para mejorar la eficiencia del gasto público
¿Qué influencia tiene la calidad de la instituciones y, en particular, la corrupción en la eficiencia del gasto público? A esta pregunta responde el Fiscal Monitor publicado este martes por el Fondo Monetario Internacional (FMI) en el marco de la asamblea de otoño que celebra anualmente junto al Banco Mundial, y lo que sugiere es que su efecto es algo más que relevante. Esto, en realidad, ya era conocido, los países más corruptos tienen más dificultades para progresar, lo que es novedoso es el énfasis en que pone en este aspecto y las cifras que aporta. Si antes el Fondo ponía más atención al volumen del gasto, es decir, un análisis cuantitativo, ahora sus economistas están más preocupados con la calidad. El estudio se ha hecho a partir de la información suministrada por 151 países entre 2000 y 2022.
El FMI parte de una idea, la calidad institucional y la gobernanza influyen “considerablemente” en la eficiencia del gasto. La evidencia sugiere, de hecho, que los países con instituciones más fuertes, caracterizadas por una menor corrupción y un estado de derecho más sólido, muestran generalmente una mayor eficiencia en el gasto público en inversión, educación e Investigación y Desarrollo (I+D).
Así, por ejemplo, las brechas de eficiencia en el gasto en salud han promediado alrededor del 26% en las economías avanzadas, el 28% en los mercados emergentes y el 32% en los países en desarrollo de bajos ingresos, mientras que las brechas en el gasto en educación promedian alrededor de un 27%, el 32% y el 40%, respectivamente. Las brechas de eficiencia son particularmente pronunciadas en el gasto público en I+D, ya que un puñado de países dominan las solicitudes de patentes y las publicaciones científicas.
Es por eso por lo que el FMI sostiene que las revisiones del gasto bien diseñadas —es decir, análisis sistemáticos del gasto público para evaluar su coherencia con las prioridades políticas e identificar oportunidades de ahorro— “pueden ser herramientas eficaces para optimizar el gasto público”. Tras estas revisiones, asegura, “los países suelen reducir con éxito su gasto público en salarios y aumentar la eficiencia de su gasto público”. De ahí que se propongan reformas institucionales.
En este sentido, se reclama la creación de lo que llama mecanismos sólidos, por ejemplo, creando agencias anticorrupción en aras de reducir el despilfarro. Para ello, asegura, es necesario mejorar la transparencia y favorecer la rendición de cuentas, por ejemplo, publicando los contratos, además de la elaboración de auditorías independientes “para asegurar que los fondos públicos se usen eficazmente”.
El desperdicio
Hay que tener en cuenta que la contratación pública representa alrededor del 15% del PIB en los países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), por lo que se reclaman sistemas más competitivos. Esto es así porque la contratación puede ser un área de ineficiencia significativa. En el país latinoamericano promedio, por ejemplo, el desperdicio se estima en alrededor del 16,7% de los costes de contratación, o el 1,3% del PIB.
El gasto gubernamental a nivel mundial ha aumentado sustancialmente en los últimos tiempos. Desde la década de 1960, el gasto público general en relación con el PIB se ha duplicado en las economías avanzadas y emergentes, alcanzando el 42% y el 32% del PIB en 2023, respectivamente. En los países en desarrollo de bajos ingresos, los niveles de gasto público son menores y han crecido de forma menos sustancial, alcanzando el 18% del PIB en 2023. Estos patrones son consistentes con la ley de Wagner, que postula que el gasto público aumenta a medida que las economías se desarrollan y los ciudadanos demandan más servicios públicos.
El FMI, en este sentido, reclama que las reglas fiscales, ya sean límites directos al gasto o medidas indirectas como los topes de déficit y deuda, deben ser creíbles y estar sujetas a supervisión independiente.
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Carlos Sánchez
Según los cálculos del FMI, reorientar el gasto público puede generar importantes mejoras en la producción. Así, por ejemplo, aumentar la inversión en infraestructuras en un 1% del PIB, manteniendo al mismo tiempo de forma constante el gasto general, provoca un incremento de la producción de aproximadamente un 1,5% en las economías avanzadas y un 3,5% en las economías de mercados emergentes y en desarrollo a largo plazo. De igual manera, el gasto público en educación puede tener importantes beneficios a largo plazo. Reasignar el 1% del PIB del consumo público (por ejemplo, el gasto en gestiones administrativos) al capital humano público (la mejora de los currículos nacionales y el equipamiento de las escuelas) puede incrementar la producción en un 3% en las economías avanzadas y un 6% en las economías de mercados emergentes y en desarrollo.
El FMI admite que la reasignación del gasto público no es fácil. Reconoce, incluso, que en las economías avanzadas es poco probable que aproximadamente un tercio del gasto cambie a corto plazo. Se pone como ejemplo que el gasto en economías como China, Nueva Zelanda, EEUU y el Reino Unido es particularmente rígido, mientras que es relativamente flexible en Islandia y Tailandia. Economías como Canadá, Estonia y Suecia han reducido su rigidez del gasto con el tiempo, en consonancia con el fortalecimiento de los marcos fiscales plurianuales que requieren que el nuevo gasto se compense en años. También países en desarrollo, como Togo, han ganado en eficiencia en el gasto público,
En relación a un asunto recurrente, si es más eficiente la descentralización administrativa o un sistema centralizado, el Fondo se manifiesta a favor del primer modelo. La descentralización del gasto se asocia con mayores niveles de eficiencia, especialmente en el gasto en educación pública e I+D, asegura.
¿Qué influencia tiene la calidad de la instituciones y, en particular, la corrupción en la eficiencia del gasto público? A esta pregunta responde el Fiscal Monitor publicado este martes por el Fondo Monetario Internacional (FMI) en el marco de la asamblea de otoño que celebra anualmente junto al Banco Mundial, y lo que sugiere es que su efecto es algo más que relevante. Esto, en realidad, ya era conocido, los países más corruptos tienen más dificultades para progresar, lo que es novedoso es el énfasis en que pone en este aspecto y las cifras que aporta. Si antes el Fondo ponía más atención al volumen del gasto, es decir, un análisis cuantitativo, ahora sus economistas están más preocupados con la calidad. El estudio se ha hecho a partir de la información suministrada por 151 países entre 2000 y 2022.