
Los pájaros cantaron como si hubiera «un falso amanecer» después del eclipse de 2024
Lo llamaron «El gran eclipse americano». Ocurrió el 8 de abril de 2024 y, mientras aquí en España casi ni lo vimos, en Estados Unidos, al mediodía se hizo de noche durante 4 minutos y medio.
Mientras millones de personas se maravillaban ante el espectáculo celeste. Un equipo de la Universidad de Indiana había preparado un amplísimo despliegue de voluntarios que llevaron a cabo un experimento de «ciencia colaborativa» que ahora ha dado sus frutos convirtiéndose en la portada de Science. Era el momento perfecto para saber cómo reaccionan las aves a los cambios bruscos de luz, cómo les afecta la contaminación lumínica.
Solo había que fijarse en un pájaro. Bueno. En uno no. En miles.
La conclusión principal de este sorprendente trabajo es que este eclipse total de Sol provocó un enorme impacto en los ritmos de canto de las aves a lo largo de toda Norteamérica, justo por donde iba pasando el eclipse. Cuando se hacía la oscuridad, los pájaros pensaban que había llegado la noche. Al volver, se producía lo que los científicos han llamado un «coro de falso amanecer».
Ciencia ciudadana y algoritmos
El equipo liderado por Liz Aguilar, de la Universidad de Indiana, comenzó desarrollando una aplicación móvil llamada SolarBird. Con ella, miles de voluntarios registrar el comportamiento de las aves durante el eclipse. Había que documentarlas antes, durante y después del fenómeno. En apenas unas horas, mientras la «mancha» del eclipse se iba moviendo por Estados Unidos, recopilaron casi 11.000 observaciones a lo largo de 5.000 kilómetros, desde México hasta Canadá.
Al mismo tiempo, los investigadores instalaron cámaras de foto trampeo autónomas en 14 puntos del sur de Indiana, capturando más de 100.000 vocalizaciones (cantos de los pájaros) antes, durante y después del fenómeno.
Por último, los audios fueron analizados mediante BirdNET, un sistema de inteligencia artificial capaz de identificar y medir la intensidad de miles de especies a partir de sus cantos.
Los resultados
De las 52 especies de aves detectadas, 29 mostraron «cambios significativos» en su comportamiento vocal durante el eclipse. Antes de que se hiciera de noche, 11 especies aumentaron por sorpresa la intensidad de su canto. Durante los cuatro minutos de oscuridad, 12 modificaron su actividad —algunas enmudecieron, otras se agitaron—, y tras el eclipse, 19 especies iniciaron «un estallido de cantos típicos del amanecer».
Los dos ejemplos más significativos son los búhos barrados (Strix varia), que hicieron su característico canto cuatro veces más de lo habitual al volver la luz; y los petirrojos americanos (Turdus migratorius), que multiplicaron por seis su ritmo vocal, como si comenzara un nuevo día.
«Fue como presenciar dos amaneceres en una sola tarde», explica Liz Aguilar. «El eclipse restableció temporalmente los relojes biológicos de las aves, revelando hasta qué punto dependen de la luz para organizar su vida diaria», añade.
Implicaciones científicas
El estudio confirma que incluso unos pocos minutos de oscuridad diurna pueden reconfigurar los ritmos circadianos de muchas especies de aves.
Los autores destacan que estos resultados son muy parecidos a los que ya han obtenido en trabajos anteriores sobre el impacto de la impacto de la contaminación lumínica en el comportamiento animal, una de las amenazas medioambientales más extendidas y de las que menos se habla en este siglo XXI. «Si un breve eclipse puede confundir a un petirrojo, imaginemos cómo nuestras luces nocturnas alteran de manera crónica los patrones naturales de millones de organismos», concluye la coautora Kimberly Rosvall.