
Niños de los Semilleros ostentaron en la Alhóndiga su herencia sonera
▲ Vista del público que asistió al fandango monumental el pasado viernes.Foto Carlos Alvar/ Secretaría de Cultura
Hernán Muleiro
Enviado
Periódico La Jornada
Domingo 12 de octubre de 2025, p. 3
Guanajuato, Gto., Miles de personas presenciaron Fandango monumental: Fiesta de son y raíz, como parte de la apertura del 53 Festival Internacional Cervantino (FIC).
Prueba de sonido
Los niños avanzan en fila por la avenida Benito Juárez; si no fuera por varios sombreros blancos y su credencial que indica “talento” se confundirían con el público, de todas las edades y estados, que comenzó a hacer fila desde la tarde para asistir a la inauguración del Cervantino. Horas antes, los infantes descendieron de un transporte con la inscripción: “Llevamos mentes brillantes”.
Segunda llamada
“Mami, ¿cuánto falta?” Pregunta otro pequeño, y en las pantallas se van intercalando publicidades de patrocinadores con breves clips de actividades destacadas del festival. En la Alhóndiga de Granaditas, ese recinto al aire libre de acústica privilegiada, el público va dividido entre invitados oficiales y funcionarios adelante, un pasillo de prensa en medio y la audiencia general atrás.
Tercera y última llamada
Con más de 160 músicos en escena, la apertura del FIC hizo honor a su nombre: fandango monumental. Al comienzo se proyectó un video que exhibió la riqueza y variedad turística de Veracruz, estado invitado al festival.
A lo largo de la noche se confirmó el dicho de “sólo Veracruz es bello”; también hubo menciones sobre la difícil situación que atraviesa la región. Gilberto Gutiérrez Silva, de Mono Blanco, agrupación formada en 1977, pidió al público “oraciones, cada uno a su manera, para los pueblos que están sufriendo por las lluvias y el agua en Veracruz”.
El enorme colectivo musical estuvo compuesto por los grupos Mono Blanco, Caña Dulce y Caña Brava, Son de Madera, Ensamble de Percusiones de Xalapa, Trío Gurdianes de la Huasteca y Cantores del Son.
Arpas y zapateadores
También se presentó el Ensamble Monumental de Arpas Andrés Huesca. Fue un imponente despliegue de instrumentos, desplegados hacia la Alhóndiga sobre el empedrado guanajuatense. Escuchar el sonido de las múltiples arpas causa admiración hacia los ejecutores, que manejan un toque sutil y a la vez son capaces de atacar su instrumento con firmeza para sacar el sonido deseado. Fue esencial el papel de los zapateadores, que en algunas formaciones del son marcan el único elemento exclusivamente percusivo.
Colectivos infantiles
Destacaron las actuaciones de los colectivos musicales infantiles, que dieron muestra de gran variedad cultural y de formación musical dedicada y precisa. Son parte de los Semilleros Creativos, impulsados por la Secretaría de Cultura, el ensamble tradicional de Son Huasteco, Kuitól Ténék, de Naranjos Amatlán; el Ensamble Tradicional de Son Huasteco Cántaros de Sol, de Zozocolco de Hidalgo, y el Ensamble Tradicional de Son Jarocho, de San Andrés Tuxtla.
No sólo resaltó la técnica de los niños: su presencia sobre el escenario confirmó la idea de los músicos mayores del espectáculo, de que la tradición se puede evocar y contar, pero para que perdure debe plasmarse en prácticas del presente.
Folclor revuelto por la historia
Cuando se habla de folclor, la definición suele asociarse con música propia de una región; lo que no se dice, y queda ejemplificado por el recorrido del son, que abarca influencias españolas y africanas, es el camino sinuoso de los géneros musicales, influenciados por acontecimientos históricos de diversa índole.
Un apocalipsis sin culpas
Entre el Huapango de Moncayo y una versión multitudinaria de La bamba, sonó El mundo se va a acabar, canción admirada en la música mexicana: su idea de un apocalipsis sin culpas, en el que el único pendiente es el amor, tiene una vigencia espeluznante. Según cuenta la canción, el fin de la existencia humana es un acontecimiento libre de solemnidad, que bien podría bailarse en clave de son.
Los versos de los decimeros, creados en el instante y recitados al público, producen rimas que parecen robadas al aire. Las temáticas abarcan a la audiencia, a Veracruz, pueden referirse a Agustín Lara y a José Alfredo Jiménez, pero también ser una forma de presentar a los músicos sobre las tablas. Luego de más de dos horas y media de concierto, la rima marca el comienzo del final: “Ha llegado el autobús / Y que viva Guanajuato / Y también mi Veracruz”.
Terminada la fiesta, dos jóvenes intentan vender dulces a la multitud que sale lenta por la calle Pocitos, pero con algo de cautela una vendedora dice la otra: “Oye, mejor nos movemos, estamos demasiado cerca de la poli”.