Elena Poniatowska: El danzón de Ethiel Falide
–S
oy Ethiel Falide, director de la Orquesta Falide. Me acompaña Pedro Pablo Cruz, también músico. Soy sobrino tataranieto de Miguel Falide, el creador musical del danzón, el baile nacional de Cuba.
–Creí que era de Veracruz por la película en la que destaca María Rojo (la mejor cinta de toda su carrera), y porque vi a muchos “danzoneros” en las playas veracruzanas y en la capital entre las calles de Balderas y Bucareli…
–El danzón llegó a México, nos cuentan varios historiadores y lo corrobora mi admirada y gran amiga Margo Su, por el teatro Bufo desde Cuba, con los personajes característicos: el Negrito, el Español. El teatro musical vino por mar, porque lo trajeron los barcos; entró por los puertos de Progreso y de Veracruz, y de ahí se fue extendiendo a todo el país para hacerlo dichoso. Dicen que desde finales del siglo XIX o principios del XX ya había danzón dominguero aquí en las plazas de la capital, pero primero entró la música, la partitura, y después el baile y, por aproximación, fue acercándose el mexicano a entender cómo baila el cubano, pero también encontró su propio pasito tun tún y su rutina particular al bailar danzón a la mexicana.
–¿Cómo lo bailan los mexicanos y cuál es la diferencia con los cubanos?
–Muchos de los mexicanos lo bailan con enorme respeto, como si dijeran misa. Nada de relajo o volteretas, nada de erotismo. Por eso mismo el danzón es erótico. Todos lo bailamos a la expectativa de algo que va a pasar.
–¿Ustedes son expertos en danzón?
–Somos grandes expertos y lo bailamos con absoluta devoción, como si rezáramos en misa. Incluso él, Ethiel, lo bailaba antes en su escuela en Matanzas como quien dice misa. Su profesora de primer grado le enseñó muy niño o sea que literalmente el danzón entró por sus pies y fue subiendo y se hizo músico, y Ethiel asumió conscientemente ese legado familiar como una regla de conducta en la vida. El danzón se trae en la sangre y se reza con los pies.
–Hace años, señor Falide, aquí en México, recuerdo haber entrevistado a Bola de Nieve, quien tocaba el piano en la bella casa de la embajada de Cuba apoyado por el poeta Roberto Fernández Retamar, amigo de Octavio Paz.
–Sí, el excelente cantautor Bola de Nieve, un piano man, quien hacía maravillas en el teclado; compuso canciones que me marcaron como Vete de mí, y dice así: “Tú que llenas todo de alegría y juventud, que ves fantasmas en las noches a trasluz y oyes el canto perfumado del azul. ¡Vete de mí”. Bola de Nieve decía de sí mismo que tenía voz de vendedor de mangos, pero nadie tuvo su sensibilidad para interpretar ese grito que rompe todo, ese: “¡vete de mí!” tan desgarrador que no hay regreso posible.
–Sí, a cualquier enamorada ese grito la estremecería…
–Nosotros, obviamente, no tuvimos la suerte de conocer a Bola de Nieve en persona, pero lo vimos en documentales y en audiovisuales.
–También pude escuchar a Benny Moré, quien vivió un tiempo en México, así como Omara Portuondo, gran amiga de Iván Restrepo y Margo Su, quienes los dieron a conocer en grande, ya que fueron extraordinarios divulgadores de la cultura popular.
–Omara vino al gran baile “danzonero” del Zócalo para festejar su cumpleaños 95. Le pedimos a la Secretaría de Cultura que la festejar, y el aplauso mexicano la revivió. Ella no venía a cantar, pero pidió el micrófono y cantó a su edad un fragmento de 20 años, que dice: “Qué te importa que te ame/ si tú no me quieres ya. / El amor que ya ha pasado / no se debe recordar. / Fui la ilusión de tu vida / un día lejano ya. / Y hoy represento el pasado, / no me puedo conformar”.
“Esa canción es muy simbólica en la historia de la música cubana, porque la crearon dos mujeres en el siglo XX, en una época en la que los hombres eran dueños de la música, pero esas dos mujeres escribieron esa poesía y le pusieron música: Guillermina Aramburu hizo la letra y María Teresa Vera, la música.”
–¿Y usted toca desde niño?
–Desde que tengo nueve años. Estudié a nivel elemental en Matanzas, en Cuba, y en el quinto grado escogí para siempre la escuela de música.
–-¿Muchos niños cubanos siguen queriendo ser músicos?
–Sí, algunos empiezan desde tercer grado: violín, viola, piano, chelo, y a partir de quinto grado todas las demás carreras tienen acceso a todos los instrumentos de viento. Son tres niveles de enseñanza, la primaria, la preparatoria y la Universidad de las Artes, en la que obtienes la licenciatura.
–Pero hay cubanos, como Celia Cruz, que rechazaron la Revolución y se fueron a Miami.
–Sí, cada quien tiene su ideología. Celia primero vino a México, justamente, con la Sonora Matancera, y ya de México se proyectó al mundo para luego radicarse en Estados Unidos. Pérez Prado es de la misma ciudad de Matanzas, cuna del danzón, de la rumba, una tierra muy musical, atravesada por varios ríos. Tiene muchos puentes y le dicen “la ciudad cubana de los puentes”, y éstos tienen el ánimo de unir a la gente. Vinimos a tocar al Zócalo para fortalecer “la cultura del danzón como patrimonio inmaterial de la Ciudad de México”. Invitaron a la Orquesta Falide como representante del danzón cubano, a la danzonera La Playa de Veracruz y la danzonera Acerina, de la Ciudad de México. ¡Se hizo un bailongo grandísimo en el Zócalo! Luego fuimos al Zócalo de Veracruz. Me llamó mucho la atención que los veracruzanos sean tan fiesteros, como los cubanos; fue una gran felicidad porque ganamos un Grammy con un disco que recoge 13 años de trabajo de la Orquesta Falide.
“Este álbum es, hasta cierto punto, también una muestra de resiliencia en tiempos tan difíciles que hemos vivido en Cuba, y que estamos viviendo en el mundo entero. Es un álbum que también pasó por el proceso de la pandemia, de la pospandemia, de la migración de Cuba por la situación económica tan difícil que vivimos. Es un resumen de esos 13 años, porque además hay músicos que ya no están en la orquesta, pero que formaron parte de un álbum que recoge las tres voces principales que tuvimos; están también los nuevos músicos, los nuevos cantantes. Contamos con invitados especiales, como Omara Portuondo, nuestra madrina musical; Silvio Rodríguez, que nos regaló en La Habana Danzón para la espera, que escribió y grabó con nosotros. Eugenia León grabó Yiri Yiri Bomb, y nos dijo que es la primera cumbia de estudio que graba; originalmente es de Benny Moré, pero la adaptamos como cumbia. El público mexicano también nos pidió que hiciéramos cumbia en los conciertos de acá, en México; nos decían: ‘por favor, monten alguna cumbia’.”
–¿Hay más colaboradoras en este disco?
–Está de invitada Gaby Moreno, cantante guatemalteca a quien le pedimos hacer Aquellos ojos verdes, canción cubana de Nilo Menéndez. Con Omara hicimos La Llorona, de aquí, de México, con mariachi, también con danzón y con un montuno de son, porque siempre nos ha llamado mucho la atención cómo a ustedes, por su cultura, el simbolismo que tiene el Día de Muertos, ya que no lo reciben con tristeza, sino con alegría.
–¿Se presentan en los teatros de México? El Blanquita fue un gran centro de espectáculos.
–Tristemente, El Blanquita está cerrado. No hemos estado mucho en teatros en la Ciudad de México, la verdad, es una deuda que tenemos, porque el salón de baile siempre nos ha llamado más, sobre todo la presencia en el salón Los Ángeles, para que el público baile, porque el formato de la orquesta siempre se presta más al bailongo, a la alegría.
–¿Fidel Castro nunca bailó?
–Yo creo que no tenía mucho ritmo, creo que le gustaba la música; sobre todo entendía la función de la música en la política, en los actos sociales como vehículo de comunicación, pero creo que no se le daba bien el ritmo.
“Recuerdo, de niño, haberlo visto palmeando algunas veces, y como que pasaba su trabajo para llegar al tempo de la música, pero sí lo vi emocionarse con canciones de la época revolucionaria, de la nueva trova. Le gustaba mucho, por ejemplo, Sara González como intérprete; disfrutaba mucho a Omara.
“No hemos tenido la suerte de estar en teatro en México tanto, porque hemos estado más en salones de baile. Cuando venimos, nos piden espacio para bailar, para moverse y disfrutar del danzón, del mambo, del son, del chachachá, hasta de la cumbia.”
–Pero lo de usted, Ethiel, es el danzón.
–Sí, es muy valioso, porque es la primera vez que, en el caso de México, una ciudad reconoce a la comunidad danzonera mexicana; o sea, su ejercicio cotidiano de promoción, de defensa del danzón, de disfrute del danzón, la existencia de tantas agrupaciones dedicadas a cultivar el género. Ahí hubo, durante algún momento, una polémica sobre si los mexicanos nos estaban robando el danzón y que si los cubanos son “los dueños”. Yo creo que nunca lo sentimos de esa manera, porque siempre un mexicano danzonero a cabalidad reconoce que surgió en Matanzas, Cuba, que llegó por el mar. Ahora mismo, en Cuba, junto a la comunidad danzonera, estamos encabezando un movimiento para declarar o al menos presentar , en marzo de 2026 a la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura el expediente para que se considere al danzón patrimonio cultural inmaterial de la humanidad y, por supuesto, que en ese momento vamos a recabar el apoyo de México, porque aquí está la comunidad danzonera más fuerte, la hermana de los cubanos.