Mascotas y desarrollo emocional de los niños – Eroski Consumer
En España somos más de perros que gatos. Según datos de la Federación Europea de la Industria de Alimentos para Mascotas (FEDIAF), de los casi 25 millones de mascotas que hay en nuestro país, 9,4 millones son perros y 5,9 gatos. También en los hogares españoles habitan 5 millones de pájaros, como los agapornis, y 1,5 millones de pequeños mamíferos (conejos, cobayas, etc.), mientras que albergan 1,4 millones de terrarios para reptiles y anfibios como las tortugas y 703.000 acuarios.
Las mascotas marcan la infancia
Muchos de esos animales conviven con niños, niñas y adolescentes, y tienen cierto impacto en ellos. Como analiza una revisión sistemática reciente sobre 116 estudios, un fuerte apego de los peques a las mascotas suele asociarse con mejor bienestar psicológico, mientras que esta relación en los adolescentes no es tan clara. Así en la infancia, las mascotas pueden aportar mejor regulación emocional y más bienestar, satisfacción vital y autoestima, a la vez que menos problemas emocionales.
¿Pero con todas las mascotas y durante toda la infancia? Otro estudio español más reciente arroja más luz al respecto: el tipo de animal y el momento de convivencia pueden influir de forma diferente en el desarrollo emocional de los niños y niñas.
Las mascotas influyen en la salud mental de los niños
Así lo vieron en una investigación publicada por la revista científica World Journal of Pediatrics y que forma parte del Proyecto INMA (Infancia y Medio Ambiente), una cohorte multicéntrica creada para estudiar los efectos ambientales (aire, agua, dieta, entorno) sobre el desarrollo infantil y coordinada por el Centro de Investigación Biomédica en Red de Epidemiología y Salud Pública (CIBERESP).
En concreto, uno de sus equipos de investigación siguió a 1.893 familias de Valencia, Sabadell (Barcelona), Asturias y Guipúzcoa para comprobar de qué manera convivir con animales de bebé (un año) y a los 4-5 años influye en la salud mental cuando los menores alcanzan los 7 u 8 años, los momentos previos a la preadolescencia.
📄 El estudio
Para ello se examinó la presencia de perros, gatos, pájaros, pequeños mamíferos o roedores (conejos, ratas, hámsters, ardillas, cobayas), peces y reptiles o anfibios (tortugas, gecos, salamandras) en los primeros años de vida. Y, mediante un cuestionario a sus padres, analizaron si esta tenencia se relacionaba años más tarde con problemas emocionales, como ansiedad, tristeza o somatización, y conductuales, como desobediencia, impulsividad, hiperactividad o dificultades con los compañeros.
El estudio, en el que colaboran la Fundación FISABIO, la Universitat de València (UV), la Universidad de Oviedo, la Universitat Jaume I de Castelló, el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) y el IIS Biogipuzkoa, aporta una serie de conclusiones interesantes.
👉 Los resultados
Sus análisis revelaron que vivir en la primera infancia con animales como peces, tortugas o hámsteres se asocia a un efecto protector para los problemas emocionales. En cambio, tener gatos solo entre los 4 y 5 años se relaciona con problemas de conducta y emocionales. Además, para perros o pájaros, no se observaron diferencias significativas, así como para la variable conjunta de tener cualquier tipo de mascota.
Pero estas conclusiones deben interpretarse con cautela, “no implican necesariamente causalidad”, según apuntan las propias investigadoras. Y es que hay otros factores que no se tuvieron en cuenta en el estudio, como el apego real que podrían tener los niños a sus mascotas, el posible fallecimiento del animal o, incluso, el duelo que podrían sufrir los peques tras su pérdida. Además, también podrían afectar las condiciones del hogar o cómo cuidan a sus mascotas.
🐱 ¿Cuidado con los gatos?
Esta precaución cabe tenerla, de manera especial, con este hallazgo curioso: la relación entre tener un gato solo a los 4-5 años y mayor riesgo de síntomas emocionales y conductuales en la niñez.

«Podrían existir sesgos por selección familiar (familias con ciertas características podrían ser más propensas a tener gatos, por ejemplo), cambios en la convivencia o en el cuidado de la mascota, o diferencias en cómo los padres perciben el comportamiento infantil», advierte Marisa Estarlich, co-autora del trabajo e investigadora de Fisabio, la UV y el CIBERESP.
🐹 Peces, roedores y reptiles, protectores emocionales
El efecto protector de animales como peces, roedores o los reptiles puede deberse, sin embargo, a que son animales que no necesitan tanto cuidado ni tanta atención. Estas características intrínsecas podrían facilitar una relación estable con los menores y, por tanto, aumentar su bienestar psicológico al contribuir al desarrollo de pequeñas responsabilidades, afecto y empatía.
«Pensar en los niños permitiendo que tengan, por ejemplo, una pecera en su habitación o en la casa puede aumentar su autoestima y su percepción de sentirse cuidadores junto con el resto de la familia de su mascota», comenta Adonina Tardón, catedrática emérita de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Oviedo y una de las autoras de la investigación.
Los perros, aliados emocionales también en la adolescencia
Quienes sí demandan más interacción son los perros. Y convivir con ellos, precisamente, tiene un impacto positivo en la infancia, como confirma una revisión sistemática llevada a cabo por la Cátedra Fundación Affinity Animales y Salud de la Universidad Autónoma de Barcelona, y presentada este verano en el Canine Science Forum 2025.
Ese impacto, observado tras analizar 52 estudios científicos internacionales realizados en los últimos cinco años, se traduce en actividad física de más calidad, gracias al juego y los paseos con ellos, más contacto con el entorno natural y más oportunidades para sentirse acompañados y emocionalmente seguros.
También los beneficios sobre la salud mental y social se aprecian durante la adolescencia. Y todo ello, según sugiere una investigación japonesa publicada recientemente en la revista iScience, porque la convivencia con canes altera nuestro microbioma. De hecho, no es nuevo que la microbiota influye en el estado de ánimo.
“Tener un perro a los 13 años se asocia con mejor salud mental y mayores puntuaciones conductuales. Los adolescentes con perro mostraron menos problemas sociales que quienes no tenían uno en casa”, apuntan en el estudio. Es decir, además de ofrecer compañía y seguridad, los canes pueden reducir la soledad, el estrés y la ansiedad, y fomentar la interacción social.