El fascinante fenómeno de las células zombi, capaces de reorganizarse incluso tras morir
Los científicos de la investigación publicada en The Conversation analizaron el fenómeno por el cual ciertas células de un organismo muerto son capaces de reorganizarse y transformarse en nuevas formas de vida. El estudio se enfoca en lo que sucede después de su fallecimiento: «En nuestro trabajo de revisión describimos cómo ciertas células, si se les proporcionan nutrientes, oxígeno, bioelectricidad o señales químicas tienen la capacidad de transformarse en organismos multicelulares con nuevas funciones». Inquietante, pero también fascinante.
¿Vivo, muerto o “xenobot”?
El hecho de que las células no sean entidades «estáticas» es bien conocido por la ciencia. Pensemos en las células madre pluripotentes, capaces de evolucionar para formar tejidos especializados como la oruga en mariposa, o del renacuajo a la rana; o los tumores, organoides y líneas celulares que pueden cultivarse en laboratorio. No obstante, ninguna de estas variaciones pueden adscribirse al «tercer estado» porque se trata de una transición de materia viva a materia viva.
En su estudio de caso, los investigadores observaron algo muy distinto: células de la piel extraídas de embriones de ranas fallecidas colocadas en una placa de Petri que son capaces de readaptarse a las nuevas condiciones ambientales y reorganizarse espontáneamente en organismos multicelulares, llamados “xenobots”. «Estos organismos han mostrado un comportamiento que va mucho más allá de sus funciones biológicas originales, en particular, son capaces de utilizar sus cilios, pequeñas estructuras similares a pelos, para navegar y desplazarse por su entorno. En los embriones vivos los cilios se utilizan normalmente para desplazar el moco», se detalla en el análisis.
Zombis inteligentes
Pero hay más. Los xenobots no solo pueden desplazarse, sino también «curarse» a sí mismos, interactuar con su entorno de forma independiente, e incluso realizar la llamada “autorreplicación cinemática”, es decir, replicar su propia estructura sin crecer, lo que es muy diferente de los procesos conocidos de «clonación», que siempre implican crecimiento. Estos hallazgos demuestran que la plasticidad intrínseca de los sistemas celulares es mucho más amplia de lo que pensábamos y desafían la idea de que las células y los organismos únicamente pueden evolucionar de formas predeterminadas. Por tanto, el «tercer estado» sugiere que la muerte del organismo puede ser significativa en la transformación de estas células.
Condiciones límite
Los investigadores también descubrieron que en la consecución de este «tercer estado» influyen muchos factores, entre ellos las condiciones ambientales, la actividad metabólica y las técnicas de conservación. De hecho, las células de distintos tejidos tienen diferentes tiempos de supervivencia; por ejemplo, los glóbulos blancos humanos suelen morir entre 60 y 86 horas después de la muerte del organismo; las células del músculo esquelético de los ratones pueden “regenerarse” hasta dos semanas después de la muerte del especimen; y las células fibroblásticas de ovejas y cabras pueden cultivarse hasta un mes después. Igualmente, el análisis determinó que las células asociadas a la actividad metabólica requieren más energía para seguir «funcionando», siendo las más difíciles de regenerar.
Con respecto a las condiciones de conservación, parece que el frío es el mejor método para que las muestras de tejido muerto funcionen de forma similar a sus equivalentes vivos. Posibles infecciones, la edad y el estado general de salud del organismo pueden contribuir significativamente a la «zombificación» de sus células tras su muerte. Sin embargo, aún se desconocen en parte los mecanismos exactos que regulan este fenómeno: los investigadores explican que «no está claro cómo la interacción de todos estos agentes permite que determinadas células sigan funcionando tras la muerte del organismo». Una hipótesis es que determinados canales químicos de la superficie externa de las células funcionan como «circuitos eléctricos» que, incluso después de la muerte del ente, envían señales que permiten a las células seguir comunicándose entre sí y realizar funciones específicas: crecimiento, movimiento y replicación.
Posibles aplicaciones
El campo de investigación que se acaba de describir es muy interesante no solo porque amplía nuestros conocimientos sobre la adaptabilidad y plasticidad de las células: los autores del trabajo también están convencidos de que podría ofrecer ideas prometedoras para nuevos tratamientos. «Estas células podrían utilizarse para administrar fármacos sin desencadenar una respuesta inmunitaria no deseada. Si se modifican adecuadamente, podrían dirigirse a las arterias de pacientes que sufren aterosclerosis y disolver obstrucciones en los vasos sanguíneos; o eliminar el exceso de mucosidad en pacientes que padecen fibrosis quística».
Artículo originalmente publicado en WIRED Italia. Adaptado por Alondra Flores.