José Cueli: Medina Mora: neurosis traumáticas
L
a doctora María Elena Medina Mora, directora de la Facultad de Sicología de la Universidad Nacional Autónoma de México, en una conferencia organizada por los laboratorios Lundbeck, con motivo del Día Mundial de la Salud Mental que se conmemoró el jueves pasado, comentó que la mitad de los adultos (20 millones de mexicanos) tiene algún trastorno mental como depresión y ansiedad, entre otros, que desarrollaron durante la infancia y la adolescencia sin recibir diagnostico ni tratamiento, mientras 30 por ciento de los pacientes que se encuentran en los hospitales generales por otro padecimiento requieren a su vez servicios de salud mental, pero no los reciben porque no los hay o por el estigma que prevalece en la sociedad, incluido entre el personal de salud.
La doctora Medina Mora en sus últimos días de brillante gestión como directora de la facultad (y previamente directora del Instituto de Siquiatría), destacó que además del estigma y la discriminación, con mucha frecuencia los afectados no saben cómo pedir ayuda. Por eso planteó que las escuelas primarias deberían ser parte de la enseñanza de habilidades para la vida, orientar a los alumnos en el tema, al igual que los factores de riesgo asociados con el desarrollo de trastornos mentales. Con mayor probabilidad de presentarlos son aquellos que en la infancia fueron víctimas o testigos de violencia, abandono, violación y pobreza. Dicho de otra forma, la secuela lógica de este desarrollo son las neurosis traumáticas.
La doctora Medina Mora habló de al menos 20 millones de mexicanos con trastornos mentales. Sería importante manejar si son 20, 40, 50 o prácticamente 90 por ciento de los mexicanos que se hallan en estado de marginación asociado a traumatismos mentales.
Según cifras del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales, existen en el país 17 mil asentamientos irregulares; los miembros de estas comunidades, investigados y estudiados por nuestro grupo, prácticamente no poseen un desarrollo cognoscitivo ni cuentan con aprendizaje de símbolos, anticipación de conductas, manejo de horarios, tiempos, ni menos de escenarios, todo lo cual es necesario para que un grupo se integre y pueda manejar tareas organizadas. Esta carencia se puede apreciar en la dificultad inicial para establecer un horario y lugar donde llevar a cabo las consultas individuales o grupales.
Los miembros de las comunidades marginadas en asentamientos irregulares poseen una situación traumática desorganizante cada vez mayor.
Esta vinculación tiene que ser personal, e incluye no sólo dar y recibir, sino estar como parte de un proceso de constancia objetual.
Las personas marginadas y traumatizadas presentan acciones inobjetables debidas a su limitado desarrollo. En cambio, lo que se encuentra es aceptar cargas hostiles, violentas, que a su vez repetirán. Cuando la intensidad de las neurosis traumáticas es muy penetrante, la persona se fija en esa pérdida y no puede reconocer ni percibir lo del exterior, pues se aferra al mecanismo perceptual, el cual se vuelve limitado e impide la integración al trabajo.
No puede esperarse que niños, hijos de miembros de estos grupos marginales, tengan un desarrollo adecuado, puesto que experimentan las mismas privaciones respecto del trato que recibieron de los padres, los cuales, a su vez, los abandonan generándose la amplia gama de las situaciones marginales; o sea, este grupo no tiene constancia de objetos esenciales para poder captar la realidad, las manifestaciones patológicas de este grupo son alteraciones del pensamiento, la percepción pretemporal, fuertes tendencias paranoicas expresadas en desconfianza.
Estas carencias producen incapacidad para el control y la tolerancia a la demora, así como expresar la tristeza que se torna depresión y propicia que las situaciones traumáticas se repitan y se condicionen a prácticamente nula capacidad de autocontrol de los impulsos, una actividad de referencia mínima.
En la medida en que la tensión se concentra en pérdidas y más pérdidas, es difícil percibir alguna otra cosa. Por este motivo, estos grupos no pueden aprender a integrar y comunicar la capacidad de expresar su tristeza, que se torna rabia contenida e imposibilidad de verbalizarla.