James Webb, el telescopio que ve una abeja en la Luna
El telescopio James Webb, el más grande y más potente hasta ahora, está listo para ser enviado al espacio, una proeza que los científicos aguardan desde hace 30 años para explorar los rincones del universo.
El telescopio de la NASA, que será enviado al espacio el 22 de diciembre, sigue los pasos del mítico Hubble, y su objetivo no podría ser más ambicioso.
Se trata de ayudar a los seres humanos a responder a dos preguntas esenciales: “¿de dónde venimos? y ¿estamos solos en el universo?” explicó en rueda de prensa Amber Straughn, astrofísica de la NASA.
El “JWST” (James Webb Space Telescope, en honor de un ex director de la NASA) fue diseñado en colaboración con la agencia espacial europea (ESA) y canadiense (ESC).
Innumerables problemas de concepción provocaron que su lanzamiento fuera aplazado, mientras que los costes se triplicaban, hasta llegar a los 10.000 millones de dólares.
El aparato fue fabricado en Estados Unidos, y su lanzamiento a bordo del cohete Ariane 5 se realizará en Kourou, en la Guayana Francesa.
Es un telescopio sin igual por su talla y complejidad, dotado de un inmenso espejo compuesto de 18 segmentos hexagonales.
Su diámetro es de 6,5 metros, tres veces el del Hubble, que empezó a operar en 1990, y que tuvo que superar graves problemas técnicos cuando fue desplegado.
El espejo del Webb ha sido plegado como un origami para poder colocarlo en la nave que lo situará en el espacio. Como en el caso del Hubble, el despliegue será una operación sumamente delicada. Su parasol tiene la talla de una cancha de tenis.
El emplazamiento del Webb, conocido como Lagrange 2, ha sido minuciosamente escogido. Su posición permite que “la Tierra, el Sol y la Luna estén situados del mismo lado de su parasol, lo que le permite permanecer en la oscuridad y bajo un gran frío”, explica Pierre Ferruit, uno de los científicos a cargo del proyecto de telescopio en la agencia ESA.
De esta forma, el Webb quedará a resguardo de cualquier perturbación, condición indispensable para su gran misión: rastrear el mundo invisible de los rayos infrarrojos, un mundo al que el Hubble no tiene acceso.
“Es tan potente que es capaz de ver un abeja a 380.000 km de distancia, es decir la distancia entre la Tierra y la Luna”, explica el cosmólogo John Mather, uno de los padres científicos de la misión.
El JWST, esperan los científicos, será capaz de detectar las débiles señales luminosas emitidas por las galaxias primigenias. Eso sucedió a una distancia gigantesca, es decir, hace mucho, mucho tiempo, puesto que en el espacio, la luz de las estrellas mide en realidad el tiempo que transcurre hasta que la detectamos.
El Hubble pudo observar el universo hasta 500 millones de años después del Big Bang. El Webb podría llegar a “solamente” 200 millones, tras la explosión que hizo nacer el universo, hace 13.800 millones de años.
El Webb también permitirá explorar los exoplanetas.
Desde el descubrimiento de “51 Pegasi b” en 1995, los científicos han descubierto unos 5.000 exoplanetas.
Para que pueda existir vida en uno de ellos, tal y como la conocemos, esos exoplanetas no deben estar ni demasiado cerca ni demasiado lejos de la estrella en la que orbitan.
Algunos de esos objetos espaciales son gigantescas masas gaseosas, como Júpiter o Neptuno, otros son rocosos, como la Tierra. Todos están demasiado lejos para ser observados directamente, y además los que más interés suscitan, los rocosos, son pequeños y difíciles de localizar.
Hasta el momento los astrónomos solo han logrado detectarlos cuando pasan delante de sus estrellas, ya que se producen variaciones de luminosidad. Con esa observación apenas han logrado determinar su talla y densidad, pero los científicos no logran averiguar su composición atmosférica, ni lo que sucede en su superficie. Esa es la tarea del Webb, que desplegará una obra maestra de la tecnología astronómica: el Instrumento de Infrarrojos Medios (MIRI), equipado con una cámara y un espectrógrafo para detectar ese tipo de emisión lumínica que es invisible al ojo humano.
“Revolucionará la manera cómo vemos las atmósferas de los planetas. ¡Vamos a poder ver sus entrañas!” exclama Pierre-Oliver Lagage, de la agencia espacial francesa, que ha trabajado en el MIRI.
Pierre Ferruit, otro científico del proyecto Webb y miembro de la Agencia Espacial Europea, explicó que el MIRI será capaz de analizar el rastro infrarrojo que deja la luz cuando se filtra a través de la atmósfera de un planeta, a su paso delante de su estrella.
De esta manera, explicó Ferruit a AFP, los científicos podrán averiguar si esa atmósfera contiene moléculas como el vapor de agua, el monóxido de carbono o el metano. (Con información de AFP)