Huertas urbanas: resistencia social y ambiental en la ciudad – Universidad del Valle
En medio de la pandemia y el estallido social, las huertas emergieron como oasis de vida en Cali. Un equipo de investigadores siguió de cerca estas iniciativas de resistencia, revelando su poder transformador y su capacidad para abordar los desafíos contemporáneos.
Bajo el cálido poniente de octubre, crece una huerta en el campus universitario.
–Pero, no es sólo una. En Univalle hay tres.
Son las cinco de la tarde. Frente a la Facultad de Ciencias Sociales y Económicas, los rayos del sol se filtran entre las hojas, bañando de luz dorada un espacio semicircular verduzco, con camas de siembra e ingeniosas materas colgantes. Es una atmósfera luminosa, esencial para que las plantas crezcan y lleven a cabo su silenciosa labor de fotosíntesis. El suelo, donde brotan la sábila, el plátano y la papaya, se adorna con letreros que evocan conceptos como justicia ambiental y ecología política. Es una tierra donde naturaleza y conocimiento se hacen inseparables, advirtiéndonos que estamos en presencia de un proyecto académico.
Soberanía es el nombre de la huerta, y junto con Semillas de Libertad y la huerta del Colectivo Sembrando, integran el conjunto de 50 huertas caracterizadas en el marco de un proyecto que buscó comprender el funcionamiento de las huertas urbanas en Cali en el periodo 2019 a 2023, teniendo en cuenta su fortalecimiento y expansión durante la pandemia y el estallido social de 2021.
La investigación, liderada por Fabio Arias, Angie Hurtado y Mateo García de la Facultad de Ciencias Sociales y Económicas de Univalle, devela que, siendo parte de un fenómeno emergente a nivel mundial, las huertas urbanas se han establecido no solo como espacios de producción de alimentos, sino también como motores de cohesión social y transformación de espacios públicos. Al promover una agricultura ecológica y prácticas ambientalmente responsables, se convierten en herramientas políticas y educativas que desafían las dinámicas capitalistas y hacen frente a los desafíos contemporáneos tales como el cambio climático y la inseguridad alimentaria.
Tras la tempestad, florecen las huertas
Para Yani Asprilla, tener un huerto representa tranquilidad y regocijo. Es lo primero que expresa al recordar lo que siente cuando está en la huerta Sembradores de Lucha, un espacio de cerca de 3.000 m2 que se despliega por el Jarillón del río Cauca, donde se siembran y cosechan aromáticas y vegetales.
–La huerta ha sido importante, sobre todo para nuestra salud mental, porque en lo económico no podemos decir mucho –dice acompañada de otros huerteros urbanos que le apostaron a la siembra para la transformación de un espacio antes invadido y cubierto de escombros en el barrio Calimio Norte, al nororiente de la ciudad.
Esta y otras iniciativas que hacen parte de la investigación, se gestaron en un contexto complejo: en medio de la pandemia del Covid 19 y el estallido social de 2021. “La huerta se fundó durante el estallido social. Los jóvenes apostaron por dar a conocer el alimento perdido y la pandemia influyó mucho porque nos dimos cuenta de que los precios eran altos por la escasez de alimentos. La huerta no solo alimenta a nuestras familias, sino a la comunidad en general”, complementa Yani, líder ambiental y artesana.
En la Cali de antes del estallido también existían huertas, pero es en el 2021 donde se disparan las iniciativas en la ciudad. Se forma una huerta en cada punto de resistencia, en los barrios populares, en los parques, en los separadores de las calles y cerca de los bosques urbanos, humedales y ríos. Ellas recuperan espacios olvidados: terrenos baldíos, antiguas escombreras y áreas consideradas peligrosas. Allí, la reforestación y la preservación se entrelazan con actividades culturales y educativas, impulsando propuestas económicas populares, pequeñas unidades de negocio y emprendimientos artesanales que desafían la lógica capitalista, al priorizar la participación comunitaria, el bien común y la redistribución de la riqueza, en lugar de la acumulación y maximización de ganancias.
Las iniciativas huerteras demostraron una capacidad de reforestación alta, casi duplicando el ecosistema vegetal inicial. Dentro de las especies sembradas destacan las frutales -756 plantas de 34 especies diferentes-, así como árboles nativos del Bosque seco Tropical, que proporcionan hábitats alineados con la biodiversidad de la región. En relación a la fauna, se incrementó la presencia de diferentes especies de aves, artrópodos y mamíferos.
Las huertas han florecido en los márgenes y periferias de la ciudad, donde comunidades enfrentan los desafíos de la migración y la violencia, un crecimiento poblacional acelerado y condiciones de habitabilidad precarias. Estas iniciativas, impulsadas por movimientos sociales, ambientales y políticos que resisten y se organizan para transformar su entorno, emergen como respuesta a la desigualdad social y a la crisis ambiental. Así, estas huertas no solo cultivan alimentos, sino que también se han convertido en espacios de sanación, encuentro y aprendizaje, sembrando conciencia social y ambiental y empoderando a sus habitantes en la lucha por un futuro más equitativo y sustentable.
La sustentabilidad es una elección colectiva
Tras la pandemia y el estallido, Fabio Arias, economista y doctor en Desarrollo Sustentable, sintió que no estaba estudiando en profundidad la sustentabilidad de la ciudad, un campo de conocimiento que ha marcado su carrera. Comprendió que evaluar indicadores y métricas de impacto ambiental y socioeconómico en proyectos y políticas no era suficiente. Era crucial profundizar en las relaciones sociales que moldean estos procesos: las dinámicas de poder, la participación y los conflictos, juegan un papel fundamental en las decisiones colectivas. Así, se propuso identificar movimientos sociales comprometidos con la sustentabilidad. Fue entonces cuando la Red de Huertos Agroecológicos de Cali (REDHAC) se presentó como su puerta de entrada para este propósito.
Para Fabio, la sustentabilidad -generalmente entendida como un conjunto de principios para el bienestar social y el cuidado de la naturaleza – es un proceso de elección colectiva, donde los resultados dependen de la habilidad de la sociedad para resolver asuntos comunes en escenarios de álgidas disputas.
La propuesta de caracterizar procesos de huertas urbanas nace desde la REDHAC, un movimiento social y político de huerteros urbanos que surge durante el estallido social. Al principio, se proyectó una alianza con la Alcaldía Municipal a través de la Secretaría de Desarrollo Económico, pero el convenio no se dio porque la Secretaría incumplió con la asignación de recursos prometidos para esta actividad. Con los primeros esbozos de lo que sería el instrumento metodológico de base, la iniciativa tuvo que esperar un tiempo hasta obtener los fondos a través de un proyecto de Minciencias, que financiaba el trabajo de dos jóvenes investigadores: la economista Angie Hurtado, y el estudiante de Sociología Mateo García, quienes se encargaron de operativizar la caracterización.
Explorando los huertos urbanos
Dotados de una cámara, una grabadora y una dosis de buenas intenciones, los jóvenes investigadores se embarcaron en la caracterización a principios de 2023. El instrumento clave fue una encuesta construida con la REDHAC, que exploró el trabajo comunitario, las prácticas agroecológicas, la producción y distribución de alimentos, las ventajas ambientales y los conflictos de las huertas. La idea inicial fue visitar cada huerta, aplicar la encuesta y realizar breves entrevistas que ofrecieran una visión más amplia de las experiencias de sus gestores. Así, se recopilaron audios, fotografías, vídeos y bitácoras que documentan los aspectos más relevantes de cada encuentro. Además, la participación activa en mingas, encuentros y reuniones resultó fundamental para profundizar en las visiones, prácticas y dinámicas que dan vida a las huertas.
Al principio, se pensó en enfocar la investigación únicamente en las huertas de la REDHAC. Sin embargo, a medida que avanzaba el trabajo, se descubrieron otros actores significativos, incluyendo huertas del programa Sembrando Compromiso y del Plan Jarillón de Cali. En total, se incluyeron 50 procesos, lo que enriqueció el panorama investigativo. La recolección de datos, que se extendió hasta septiembre, se dio con el apoyo no solo de los investigadores, sino también de colaboradores y estudiantes del profesor Fabio.
El proceso de investigación fue flexible. Con el paso del tiempo, se buscaron diversas estrategias para obtener información. Cuando los gestores no conocían algún dato, por ejemplo, el área de la huerta, se recurrió tanto a métodos tradicionales, como el uso de una piola para realizar medidas, como a herramientas digitales. Asimismo, el estudio requirió entrevistas a profundidad con líderes de procesos huerteros, pero coordinar estos encuentros representó un reto. Para Mateo, involucrado en iniciativas huerteras desde 2017, fue complicado concertar las visitas, ya que los huerteros tenían actividades y agendas variables. No obstante, al integrar la encuesta en las agendas existentes y socializar la investigación en los encuentros de saberes – espacios de encuentro para el diálogo e intercambio de conocimientos, trabajo colectivo (minga), olla comunitaria y peñas culturales-, se logró establecer la confianza necesaria para avanzar.
En las huertas se aprende
Que el alimento es un lazo que reúne, convoca, concentra el diálogo y el intercambio de saberes, fortaleciendo los vínculos entre las personas. Cuando se trabaja en una huerta – incluso, en condiciones extremas de lluvia o sol-, siempre se comparte, desde los alimentos hasta el conocimiento y las experiencias. Estos espacios revelan la asombrosa capacidad regenerativa de la tierra, cuando se le cuida y hay reciprocidad. Es tan increíble su resistencia que, a pesar de ser constantemente lastimada y contaminada, se recupera con amor y cuidado, recordándonos que incluso los espacios más heridos pueden volver a dar vida.
Por Angie Hurtado Campo
Agencia de Noticias Univalle