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The New Yorker cumple un siglo en un contexto político retrógrado e inculto
▲ En el orden de costumbre, la primera portada del semanario; luego, la que se dedicó al atentado contra la revista Charlie Hebdo, en 2015, y abajo, la del 14 de febrero de 2000.
David Brooks y Jim Cason
Corresponsales
Periódico La Jornada
Lunes 17 de febrero de 2025, p. 3
Nueva York y Washington., La revista The New Yorker, legendaria publicación, bastión de la cultura, la literatura, el periodismo a fondo, la poesía y la caricatura de Estados Unidos, cumple 100 años esta semana en medio del ambiente político más inculto y retrógrado desde su fundación. Para muchos, ahora más que nunca es un oasis en medio de una tormenta antintelectual desatada desde que se eligió al gobierno actual.
Nació con el concepto de ser un periódico cómico
y casi fracasó, ya que no resultó ser el gran éxito que sus fundadores imaginaron: nadie parecía querer comprarla en los kioscos. Poco después de lanzar el semanario, su director fundador, Harold Ross, se sentó en una mesa de póker y se emborrachó; tuvo muy mala suerte y terminó con una deuda de unos 20 mil dólares, lo cual era una fortuna, cuenta David Remnick, director actual, en el número de esta semana.
El dinero inicial −25 mil dólares− lo ofreció Raoul Fleischmann, heredero de una fortuna obtenida de una empresa de ingredientes de panadería, a quien conoció en un juego de póker que se realizaba regularmente en el famoso hotel Algonquin. Ahí, Ross le platicó su idea de lanzar un semanario metropolitano −un periódico cómico
− y, en busca de publicidad, le dijo que el proyecto ofrecería alegría, ingenio y sátira
.
Sin embargo, cuenta Remnick, Ross no sabía bien cómo definir su proyecto, y los primeros números no fueron interesantes ni atractivos. El famoso escritor EB White diría después que Ross lanzó la revista más para desdeñar lo que se estaba publicando (en el país), que con una noción de cómo mejorarlo
. O sea, inventaba mientras lo hacía.
Después de aquella noche de mala suerte en el póker y de la falta de respuesta del público a la revista, decidió suspenderla, pero Fleischmann logró obtener más fondos de su familia rica, y poco a poco todo empezó a cambiar.
Reporteros cubrieron litigios claves (el llamado juicio Scopes) e investigaciones sociales
, por ejemplo, sobre la vida en un cabaret. The New Yorker empezó a atraer a escritores que se convertirían en algunas de las plumas más famosas del país y del mundo, como John Updike, Vladimir Nabokov, John Cheever, Mary McCarthy y Dorothy Parker.
Ese elenco de escritores crecería en los siguientes años y décadas: podría asegurarse que no hay un autor que no haya colaborado o tenido alguna relación con la revista. La lista incluye a Dashiell Hammett, Truman Capote, James Baldwin, JD Salinger, Stephen King, Haruki Murakami, Jorge Luis Borges, Woody Allen, Ernest Hemingway y Zadie Smith, entre muchos más.
Pero la revista no se limitaba al mundo literario, sino también al periodismo de investigación y de fondo, y ofreció espacios enormes a algunos de los reportajes con impacto nacional y mundial. Entre los más famosos, el extraordinario texto de John Hersey, Hiroshima, que fue publicado íntegro −se le dedicó todo un número−; también, el texto del influyente ambientalista Rachel Carsons, Silent Spring, que aún inspira a nuevos escritores ecologistas. Otros periodistas que son parte del elenco de The New Yorker, cuyos trabajos han tenido impacto nacional y mundial en varios rubros, son Amy Wilentz, Jane Mayer, Jon Lee Anderson y Ronan Farrow, cuyo trabajo de investigación sacudió a Hollywood. La revista ha publicado obras periodísticas o ensayos, como el reportaje de Hannah Arendt sobre el juicio de Adolf Eichmann.
La otra parte integral de la publicación son sus caricaturistas e ilustraciones. Las portadas siguen aportando arte inmediato, provocando risas y lágrimas. Esas cubiertas y las caricaturas siguen siendo lectura obligada para la gente consciente de este país. Entre sus artistas y dibujantes se incluyen los mexicanos Miguel Covarrubias y Abel Quezada, así como Saul Steinberg Jules Feiffer, Ed Koren, George Booth y Charles Addams −de sus dibujos saltó la Familia Addams al cine y la televisión. También cuenta con extraordinarios críticos de cine −como Pauline Kael−, teatro y arte, que siempre han tenido gran influencia.
En un mensaje de despedida al personal de la revista, el gran editor en jefe William Shawn (quien fue obligado a irse bajo órdenes del nuevo dueño empresarial de la revista, en 1987) escribió: “Como dijo un lector en algún momento, The New Yorker ha sido la más gentil de las revistas. Tal vez también ha sido la mejor de todas, pero eso importa mucho menos”.
Un entorno reaccionario
En su ensayo de aniversario de esta semana, Remnick señala que se cumplen 100 años en un momento en que un presidente declaró enemiga a la prensa
, insiste en la subordinación, liberó a cientos de sus seguidores que asaltaron el Capitolio en su nombre, está despidiendo a funcionarios del gobierno que sospecha no son leales y ha nombrado a un elenco de incompetentes a su gobierno, además de que promueve la limpieza étnica
de Gaza para construir una nueva riviera
, entre otras cosas.
Al llegar nuestro centenario, aquí es donde nos encontramos
, escribe, y elogia a los editores e innumerables colaboradores que persistimos en nuestra responsabilidad con las alegrías que Ross contempló, primero, como semanario cómico. Pero estamos particularmente comprometidos con la publicación mucho más rica que ha surgido al paso del tiempo: un registro de acontecimientos e imaginación, reportajes y poesía, palabras y arte, comentarios sobre el momento y reflexiones de nuestros tiempos
.
Un siglo después de su fundación, escribió Remnick, y mucho después de que vivimos con lo digital, el audio y el video, la apuesta es a la sustancia, la complejidad, el argumento, la humanidad y el ingenio
, concluyó.
(Para ver parte de la celebración del centenario del semanario puede acceder a https://www.newyorker.com/100 .)