
Palanqueando a contracorriente: la experiencia de pescadores en la Costa de Chiapas
En los Agostaderos de Topón, Pijijiapan, Chiapas se experimenta una pérdida acelerada de sus riquezas naturales y el expansionismo capitalista de los mercados de pescado y mariscos es responsable de las prácticas ecológicamente agresivas. Ante esto la experiencia organizativa de los pescadores de Topón es un ejemplo claro de resistencia
Texto: Rogelio Ramos Torres y Víctor Velázquez Durán / Chiapas Paralelo
Foto: Isabel Mateos
CHIAPAS. – La costa de Chiapas ha sido por décadas escenario de confrontaciones entre actores que se disputan las bondades de una de las regiones, que, según los ecólogos, se encuentra entre las veinte áreas biológicamente más productivas del mundo. Devastada como consecuencia de proyectos de desarrollo orientados a favorecer actividades extractivas, como la agroindustria, la ganadería extensiva, y, más recientemente, la minería, la región experimenta una pérdida acelerada de sus riquezas naturales. Víctimas particularmente invisibilizadas de esos intereses, han sido el mar territorial y la cada vez más exigua red de esteros y humedales que en otros tiempos constituyó incluso la vía principal de desplazamiento en la planicie costera.
La acumulación y arrastre de plaguicidas, de residuos sólidos, de deshechos tóxicos, de aguas de drenaje, y de una larga lista de sedimentos que son conducidos por los cauces hídricos hasta la franja litoral, ha provocado el degrado y muerte de numerosos sitios ancestrales para la reproducción de especies. A ello, se suma también la deficiente gestión de las cuencas hídricas, la inoperancia de las agencias responsables del cuidado del medio ambiente, la depredación perpetrada por la industria maderera, el caótico crecimiento urbano y el tráfico clandestino de especies.
Ese proceso de deterioro tiene su contraparte en el expansionismo capitalista de los mercados de pescado y mariscos impulsado por estados del norte del país, que por decenios y haciendo uso de prácticas ecológicamente agresivas, como la pesca de arrastre, han extraído de los mares chiapanecos las especies más redituables. Cómplice de esas prácticas, el estado mexicano, lejos de proteger a los pueblos de pescadores ribereños, allanó el terreno a través de la implantación del cooperativismo que, en la práctica, funcionó de forma equiparable al sindicalismo charro priista, un sistema de control político que, en traición flagrante a los intereses del pescador, abarató su mano de obra para favorecer a los acumuladores.
Amenaza a las formas de habitar
Se detonó, así, un proceso que a la postre enriqueció a unos cuantos mientras empobrecía a pueblos enteros. Habitantes históricos de los entramados acuáticos que configuran la costa de Chiapas, los pescadores quedaron, entonces, abandonados a su suerte, en medio de una crisis progresiva que, arrasando el medio natural del que dependía su sustento, destruye también, poco a poco, su forma de vida y su cultura.

Hoy, esos pueblos, ven interrumpirse, por primera vez en su historia, la larga cadena de generaciones que vivieron de la pesca. Mientras los sistemas lagunares agonizan, los jornaleros del mar ven a sus hijos migrar en busca de las oportunidades que ya no encuentran en sus lugares de origen. Se desquebrajan, de esta forma, los vínculos socio-ambientales en los que se cimentaron los saberes que por mucho tiempo guiaron las formas de habitar esos territorios manteniendo los balances que garantizaban la reproducción de la vida.
Un sistema de producción consciente y transformador
Palanqueando a contracorriente de esas tendencias, destacan los esfuerzos emprendidos por la cooperativa de pescadores de una pequeña localidad en el municipio de Pijijiapan conocida como El Topón, cuyos miembros, luego de un camino de aprendizaje lleno de tropiezos, han llegado a la conclusión de que la recuperación de las prácticas comunitarias es al mismo tiempo la clave para la protección y cuidado de la pampa y los manglares en donde desarrollan su oficio.
Uno de los pilares en ese proceso ha sido el profesor en retiro Mario Ramón Becerra, emanado de las luchas magisteriales y oriundo de esa misma ranchería, para quien la articulación de un esquema organizacional centrado en la participación de los socios, el diálogo constante entre ellos, la transparencia, la toma de decisiones deliberativa, la rendición de cuentas y la distribución democrática de beneficios, eran requisitos fundamentales. En ese objetivo, la Cooperativa desarrolló una cultura laboral basada en el tequio y los lazos solidarios, que propició a la vez la conformación de un sistema de producción que fomenta la cohesión interna y la resolución pacífica de conflictos.
Gracias a esto, se ha facilitado el establecimiento de acuerdos orientados a propiciar buenas prácticas y el correcto desarrollo de la actividad pesquera, ejemplo de ello son un conjunto de compromisos que tienen los socios para pescar sólo en temporadas específicas, por un determinado número de horas al día y respetar ciertas tallas de camarón. El cumplimiento de estas medidas es, además, reforzado mediante la existencia de sanciones que penalizan el incumplimiento de vedas, así como el uso de artes de pesca, motores o embarcaciones prohibidas.

Con esas mismas bases, los socios de la Cooperativa desempeñan una intensa labor de mantenimiento a los canales y manglares de la laguna en que faenan, trabajo que se traduce en la conservación de una gran variedad de aves, peces endémicos y fauna que en otros lugares se suele exterminar, como el cocodrilo, especie con la que los pescadores han encontrado vías para la cohabitación.
El pueblo ha conseguido, de esta forma, estándares destacados en materia de pesca responsable, y una soberanía sobre su patrimonio ecológico que pocas pesquerías en la costa de Chiapas pueden hoy presumir. Por otro lado, el grado de organización que han alcanzado los pescadores de Topón, les ha convertido en un interlocutor fuerte frente a las instituciones estatales, lo cual les ha ganado un lugar relevante en el mapa político de la región. Con esa solvencia, la Cooperativa ha estrechado también colaboraciones con algunas organizaciones no gubernamentales y centros de investigación interesados en acompañar su trabajo.
En razón de esas colaboraciones, los pescadores lograron la construcción de una planta procesadora de camarón que es actualmente gestionada por mujeres de la comunidad, así como la tramitación de una certificación de origen que posibilita la comercialización de sus productos en mercados más justos. La colaboración con investigadores expertos, por su parte, les ha ayudado con la restauración de los manglares, la delimitación de zonas de refugio y la realización de estudios que les permiten conocer el estado biológico de la laguna, y que abonan, además, a la formación de una cultura ambiental que se difunde también entre las y los más jóvenes del pueblo.
El expansionismo capitalista de los mercados de pescado
No todo es color de rosa para los pescadores del Topón, las conexiones hidrológicas que alimentan su pampa son un factor que la expone ante contaminantes provenientes de las zonas urbanas y de cultivo, poniendo en riesgo los frágiles equilibrios del sistema estuarino. Están, también, las amenazas relacionadas con las recurrentes intenciones de empresarios, políticos, grupos delincuenciales y algunas ONG´s interesados en lucrar de alguna manera con el territorio y capital ecológico del pueblo.
Sin embargo, hoy los pescadores del Topón representan un ejemplo que apunta a recuperar los ensamblajes armoniosos entre seres humanos y naturaleza, que permitieron el desarrollo de una de las formas de vida sobre las que se construyeron las grandes civilizaciones, una cultura de mujeres y hombres que fincaron entre las tramas del agua su razón de ser.
Esta nota fue publicada originalmente en CHIAPAS PARALELO, que forma parte de la Alianza de Medios de la Red de Periodistas de a Pie. Aquí puedes ver la publicación original.