
Así transformó la domesticación a los caballos en atletas de élite
Desde que los humanos comenzaron a domesticar especies hace miles de años, los cambios que han sufrido tanto plantas como animales han sido enormes. Basta con comparar un plátano salvaje, lleno de semillas duras, con la abundante y carnosa fruta que conocemos hoy, o el maíz primitivo, que apenas se parece a las mazorcas actuales. Pero los efectos de la domesticación van más allá de la agricultura y, en el caso de los animales, este proceso ha generado cambios en el comportamiento, el tamaño, la morfología y hasta en la genética.
En los perros, por ejemplo, la selección artificial ha dado lugar a una diversidad impresionante de formas y tamaños, mientras que en los gatos supuso desarrollar una amplia variedad en colores y patrones del pelaje así como en su tolerancia a los humanos. Otras especies como cabras, ovejas, cerdos e incluso abejas melíferas han sido modeladas por la relación con las personas. Sin embargo, uno de los casos más interesantes es el de los caballos, cuya domesticación no solo alteró su fisonomía y comportamiento, sino que también los convirtió en los atletas de élite en resistencia que conocemos hoy.
Caballos: de la caza a la resistencia extrema
Aunque hoy los vemos como animales de tamaño imponente y robustos, los ancestros de los caballos modernos eran criaturas del tamaño de un perro grande. Estos primeros equinos, que habitaban las llanuras de Eurasia hace millones de años, fueron evolucionando hasta convertirse en los veloces animales que revolucionaron el transporte, la guerra y la agricultura. Pero, ¿cómo lograron desarrollar tal capacidad de resistencia?
La respuesta se encuentra en un estudio reciente publicado en la revista Science, que ha revelado una mutación en el gen KEAP1 que permite a los caballos producir energía de manera mucho más eficiente. Cuando un caballo galopa, consume hasta el doble de oxígeno por kilogramo que un humano entrenado. Este oxígeno se utiliza para generar ATP, que es una molécula esencial que actúa como el combustible de nuestras células. Sin embargo, este proceso de producción de ATP también libera sustancias llamadas especies reactivas de oxígeno (ROS), que pueden ser perjudiciales y dañar las células.
La mutación en el gen KEAP1 ayuda a los caballos a activar sus mecanismos de defensa más rápidamente, lo que significa que pueden protegerse del daño causado por estas sustancias reactivas y les permite mantener un rendimiento físico excepcional. Es una adaptación evolutiva que explica cómo los caballos pasaron de ser pequeños y vulnerables a los resistentes animales que conquistaron el mundo.
Según Gianni Castiglione, biólogo evolutivo de la Universidad de Vanderbilt y coautor del estudio, esta adaptación genética fue elemental en la evolución de los caballos: “Una vez que descubrieron cómo correr, pudieron ocupar todo tipo de nichos ecológicos”.
Este descubrimiento no solo ayuda a entender mejor la evolución de los caballos, sino que también podría tener aplicaciones en otros ámbitos. El investigador señala que comprender estos mecanismos puede inspirar nuevas estrategias para desarrollar tratamientos contra enfermedades relacionadas con el estrés celular, “al observar lo que la evolución ha perfeccionado, sabemos que este es un enfoque viable”.