
“Queremos que los niños y jóvenes comprendan el valor de su identidad”
▲ Ensayo de Bodas de sangre en San José de Simón Sarlat, municipio de Centla, Tabasco, en 2021Foto cortesía del LTCI

▲ Integrantes del LTCI en 2017.Foto cortesía del LTCI
Daniel López Aguilar
Periódico La Jornada
Miércoles 14 de mayo de 2025, p. 3
En la localidad de San José de Simón Sarlat, Tabasco, se erige un lugar que simboliza la resistencia, la memoria y la identidad cultural de las comunidades originarias de la región.
Conocido como el Espacio Escénico María Alicia Martínez Medrano, este sitio va más allá de ser un centro cultural: es el hogar del Laboratorio de Teatro Campesino e Indígena (LTCI), que el sábado celebra 42 años de existencia.
La conmemoración no sólo marca el paso del tiempo, sino que también subraya la vigencia de una iniciativa que ha sido testigo y motor de las luchas sociales en la entidad.
Con la figura de Martínez Medrano, pionera del proyecto y visionaria del teatro comunitario, el LTCI transformó una aspiración incipiente en una realidad sólida, que persiste y se renueva constantemente, sostenida por el compromiso de quienes lo integran.
La institución es ahora dirigida por María Francisca García Pérez, quien asumió la responsabilidad de continuar este legado. Gracias a su impulso, el laboratorio se mantiene activo y se ha consolidado como referente de formación artística y motor de cambio social, fusionando educación, cultura y empoderamiento.
Al frente de esta travesía, la directora recordó con nostalgia y respeto los primeros momentos del LTCI, cuando las comunidades originarias, con gran apertura, recibieron al teatro como herramienta de cambio y renovación.
Oxolotán, Tacotalpa, Tucta, Nacajuca (en Tabasco) y muchas otras poblaciones rurales e indígenas fueron los primeros escenarios donde representamos obras que tocaban temas cruciales para la región: violencia de género, marginalidad, machismo y la falta de oportunidades educativas
, explicó García Pérez en entrevista con La Jornada.
Nuestro objetivo siempre fue claro: queríamos más que entretener, buscamos generar conciencia y dar voz a problemáticas que afectaban profundamente a la gente. Deseábamos que estos temas no se repitieran, sino que se comprendieran y se abordaran de manera distinta.
Desde sus inicios, el LTCI se consolidó como símbolo de resistencia cultural. Enfrentó las adversidades sociales y políticas que golpeaban a las comunidades indígenas, así como los constantes vaivenes económicos y decisiones de gobierno que imponían nuevos desafíos a su labor y sus principios.
Tropiezos
Sin embargo, la historia del laboratorio no ha estado exenta de tropiezos. En 1988, una serie de decisiones políticas forzó la salida de varios de sus integrantes y provocó la suspensión temporal de sus actividades.
A pesar de los obstáculos, la esencia del laboratorio nunca se extinguió. En 2010, tras la destrucción de oficinas, la pérdida de obras y la partida de algunas compañeras, la voluntad de seguir adelante se mantuvo intacta. Nunca nos rendimos y eso nos llevó a crear nuestro propio espacio
, afirmó García Pérez.
Este esfuerzo culminó en la creación del Espacio Escénico María Alicia Martínez Medrano, lugar que va más allá de su función como punto de encuentro y mantiene viva la memoria y el legado de las comunidades mediante el arte escénico.
Uno de los aspectos más significativos del laboratorio es su trabajo en la revitalización de lenguas originarias, como el chontal, hablado en las comunidades cercanas. En un país donde los idiomas indígenas han sido históricamente marginados, el LTCI los ha integrado en sus producciones y ha creado una atmósfera cargada de significados culturales.
Queremos que los niños y jóvenes se enorgullezcan de su lengua y comprendan el valor de su identidad
, subrayó María Francisca García Pérez.
Este compromiso con la preservación de las lenguas ancestrales se ha vuelto un pilar de su labor educativa, con efectos que alcanzan a varias generaciones.
Contribución de las mujeres
El teatro va más allá de las representaciones. En las comunidades, las mujeres no se limitan a ser espectadoras; desempeñan un papel esencial en la creación y evolución de los montajes. Su contribución trasciende la actuación e integra productos artesanales que enriquecen la escenografía, como blusas bordadas y tambores de madera.
Las mujeres realizan trabajos extraordinarios, pero a menudo no reciben el reconocimiento que merecen. Nosotros les brindamos un espacio para mostrar su talento. El LTCI surgió como una plataforma que valora y visibiliza su trabajo
, añadió la directora.
El empoderamiento femenino va más allá del ámbito escénico. A través de diversos proyectos, el laboratorio apoya la comercialización de productos artesanales, como artículos de barro y comidas tradicionales, además de contribuir a preservar la cultura, generar ingresos para las familias y dar visibilidad a las mujeres en contextos donde habitualmente se las ignora.
Para María Francisca García Pérez, los 42 años del LTCI en Tabasco representan más que una cifra: son una muestra de perseverancia. Es una celebración de la continuidad de una iniciativa que ha logrado mantenerse firme frente a los desafíos, con la firme convicción de que el teatro es mucho más que un arte: es una herramienta poderosa de cambio social.
“Con su repertorio, que abarca desde leyendas ancestrales hasta problemáticas actuales, el laboratorio sigue siendo un referente cultural que refleja la identidad campesina e indígena de Tabasco y, más allá, de México.
El LTCI está vigente, lo que le permite mirar al futuro. Con obras adaptadas a las realidades del campo, demuestra que el teatro refleja la realidad y, a la vez, es un medio para pensar y construir el mañana. El teatro campesino e indígena nunca desaparecerá porque está en el corazón de nuestras comunidades.