
¿Tocamos Mercurio sin saberlo? Estas rocas podrían ser los primeros meteoritos del planeta más cercano al Sol
Cuando se habla de meteoritos, generalmente se piensa en el cinturón de asteroides entre Marte y Júpiter. Y con razón: la gran mayoría de los fragmentos rocosos que han caído en la Tierra provienen de ahí. Pero también tenemos unos mil meteoritos que vinieron de lugares mucho más específicos: la Luna, por ejemplo, o incluso Marte. ¿Cómo llegaron hasta acá? Los responsables son los asteroides que impactaron sus superficies y expulsaron trozos al espacio. Algunos de esos fragmentos, por suerte o azar orbital, terminaron cayendo en nuestro planeta.
Entonces la pregunta es obvia: ¿y de Mercurio? Si es un planeta rocoso como Marte o la Luna, ¿por qué nunca se encontró un meteorito que viniera de allí?
Bueno… quizás sí lo hicimos, pero todavía no lo sabíamos.
Una pista en el desierto
Un nuevo estudio publicado en la revista Icarus propone que dos meteoritos encontrados en el norte de África (Ksar Ghilane 022 y Northwest Africa 15915) podrían tener origen mercuriano. Las muestras fueron analizadas por un grupo de investigadores que detectó similitudes químicas y mineralógicas con la superficie de Mercurio, tal como la conocemos gracias a la sonda Messenger de la NASA.
Ambos meteoritos contienen olivino, piroxeno y trazas de plagioclasa, además de oldhamita, un mineral sulfurado poco común. Todo esto coincide con las estimaciones actuales sobre la corteza mercuriana. Incluso la firma de oxígeno en los meteoritos es similar a la de las aubritas, una clase de meteoritos que algunos modelos ya habían vinculado con planetas rocosos de gran tamaño, del orden de Mercurio.
Sin embargo, como en toda buena historia científica, hay un pero.
¿Demasiado antiguos?
Una diferencia importante está en la edad: las muestras tienen unos 4.528 millones de años, mientras que las unidades geológicas más antiguas de la superficie de Mercurio no superan los 4000 millones. ¿Y eso qué implica? Que, si estas rocas realmente vinieron del planeta más cercano al Sol, podrían ser fragmentos de una etapa temprana, ya borrada por impactos, actividad volcánica o el paso del tiempo.
Si estos meteoritos realmente vinieron de Mercurio, son muestras de cómo era el planeta cuando era un «bebé», antes de que todos esos procesos (volcanes, geológicos, impactos de otros meteoritos) lo cambiaran y borraran esas rocas originales de su superficie actual.
Otra diferencia es la cantidad de plagioclasa: en los meteoritos aparece en trazas y casi indetectable, pero en Mercurio se estima que compone más del 37 % de su corteza. Eso no descarta la posibilidad de un origen común, pero sí complica la confirmación definitiva.
Vincular un meteorito con un cuerpo celeste no es fácil. Con la Luna, se pudo hacer gracias a las muestras traídas por las misiones Apolo. Con Marte, se logró comparando gases atrapados en los meteoritos con los que midieron las sondas en su atmósfera. Pero de Mercurio no tenemos muestras físicas, y enviar una misión de ida y vuelta es técnicamente muy complejo (por no decir carísimo).

Hoy por hoy, la mejor esperanza está en los datos que pueda enviar la misión BepiColombo, de las agencias espaciales europea y japonesa. La nave está en órbita y se espera que en los próximos meses comience a enviar información de altísima resolución que podría aportar evidencia para confirmar -o descartar- el vínculo entre estas rocas y Mercurio.
¿Qué cambiaría si se confirma?
Muchísimo. Tener un meteorito confirmado de Mercurio sería como tener un pedazo del planeta en la mano. Permitirá estudiar su geología, su composición química, e incluso rastrear la historia temprana de su corteza, algo prácticamente imposible desde la Tierra. Además, abriría una nueva ventana para entender cómo los impactos violentos en el Sistema Solar temprano moldearon la evolución de los planetas interiores.
Por ahora, los meteoritos Ksar Ghilane 022 y NWA 15915 son fuertes candidatos, pero no hay veredicto final. La comunidad científica ya tiene en agenda varios debates sobre el tema en la próxima reunión de la Sociedad Meteorítica en 2025, y todo indica que el asunto va a dar que hablar.
Puede que todavía no sepamos con certeza si tocamos a Mercurio… pero la posibilidad ya no suena tan remota. Y eso, para la ciencia, es una invitación irresistible.
Referencia de la noticia:
BG Rider-Stokes et al., Perspectivas sobre superficies dominadas por piroxeno e implicaciones para las misiones de exploración espacial en curso, Icarus (2025).