
Momento histórico de la minería chilena – El Mostrador
Durante muchos años hablar de minería en Chile implicaba enfrentar prejuicios difíciles de derribar, y si bien ha sido uno de los pilares del desarrollo del país, su valoración social no fue siempre la más positiva.
Hoy, sin embargo, los vientos parecen soplar en otra dirección, confirmados en distintos estudios que muestran un alza sostenida en los niveles de confianza de la ciudadanía hacia la industria minera, por encima de otros sectores económicos, destacando su legitimidad.
A los sondeos que hemos conocido en los últimos años, se sumó recientemente el Estudio de Confianza 2025 realizado por PwC Chile y la UDP, junto con la ACHS, que reveló que la minería alcanzó el mayor grado de confianza como sector, tanto en trabajadores como en consumidores. O el estudio Valor Productivo 2024 de Criteria, Gestión Social y la UAI, que analizó las percepciones en torno a las principales cinco industrias exportadoras nacionales, en el que la minería del cobre sigue siendo la que más aporta a la economía nacional, regional y local.
Parte de esta nueva realidad del sector se relaciona con la oportunidad única que tiene el país, en su rol como líder global y confiable para poner a disposición los minerales que se requieren para la transición energética, donde la industria minera chilena, con su vasta experiencia, altos estándares técnicos y reservas, está llamada a jugar un papel central. Esta oportunidad solo puede materializarse en la medida que se cuente con un entorno propicio para atraer inversión, facilitar proyectos y, fundamentalmente, contar con el respaldo de la ciudadanía.
La confianza que han logrado generar las empresas mineras y aquellas que se relacionan con el sector no es un dato anecdótico, sino que un activo estratégico. Porque hay que destacar que esto no es casualidad, sino fruto de un esfuerzo colectivo por hacer las cosas mejor. Entre estas acciones han sido especialmente relevantes los avances de muchas compañías en la adopción de estándares internacionales, en el reporte de sus impactos de forma pública y transparente, y en la rendición de cuentas en espacios abiertos a las personas.
En forma complementaria, la red Compromiso Minero, que agrupa a diversos actores del ecosistema minero nacional, ha sido clave para visibilizar los avances de la industria en sostenibilidad, innovación y diálogo con las comunidades. Asimismo, campañas comunicacionales masivas de las principales compañías mineras, junto con iniciativas de difusión desde los gremios, han permitido que la ciudadanía conozca cómo se ha progresado en cuidado del medioambiente, en inversión social, innovación y atracción de talentos, entre otros.
De todos modos, que hoy estemos mejor no significa que todo esté resuelto; hay desafíos importantes que abordar si queremos que esta confianza se mantenga y, mejor aún, se profundice. Debemos seguir consolidando una minería responsable, capaz de hacerse cargo de su impacto ambiental y de su aporte al desarrollo social, en ambos casos con altos niveles de exigencia y transparencia.
De igual manera, es importante contar con un marco regulatorio eficiente, predecible y competitivo, que permita atraer y materializar inversiones de manera eficiente -habilitando sus aportes a las personas y al país- sin sacrificar estándares, evitando procesos burocráticos interminables.
Lo que estamos viviendo hoy es un momento interesante y, probablemente, único de la minería, que debe motivarnos a seguir actuando con responsabilidad. Se trata de cuidar este capital simbólico con acciones coherentes, profundizando el vínculo con las comunidades, evitando toda arrogancia y autocomplacencia.
Chile tiene todo para liderar esta nueva etapa de la minería global, y aprovechar esa oportunidad depende de que sepamos estar a la altura del momento, un desafío que involucra a todos los actores públicos y privados que de una u otra manera constituyen o se vinculan con este sector productivo tan relevante para nuestro país e imprescindible para el bienestar de la humanidad.
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