
Privatizaciones, minería y ferrocarriles: una minera tras el Belgrano Cargas – Sitio Andino
El Gobierno nacional avanza en la privatización de empresas públicas como parte de su estrategia para dotar de dólares a la economía. Entre esos activos estratégicos del Estado, que se dispone a traspasar a manos privadas, se encuentra el ferrocarril Belgrano Cargas, pieza clave para el transporte de productos agroindustriales y mineros a lo largo de 17 provincias argentinas.
Bajo el paraguas del DNU 70/2023 y la Ley Bases, el Ejecutivo impulsa el proceso que no sólo implica el retiro del Estado en la operación de servicios públicos, sino que podría terminar en la entrega de nodos logísticos estructurales al capital transnacional, con fuerte influencia de intereses estadounidenses y chinos.
La sorpresa de las últimas horas es que una empresa global poderosa expresó a funcionarios del Ejecutivo su interés por el ferrocarril, y no es del mundo del transporte sino la minera Río Tinto.
Un ferrocarril que mueve intereses globales
El Belgrano Cargas opera 7.600 kilómetros de vías férreas que conectan regiones productivas clave del país. Es el canal natural por donde circula gran parte de la producción agropecuaria y minera que luego se exporta por los puertos del Paraná. Por esa razón, no sorprende que a empresas como Cargill, Cofco, Bunge y Viterra también se las mencione como posibles participantes de la licitación.
Sin embargo, Rincon Mining, la filial local de Río Tinto, una de las mineras más grandes del mundo que opera proyectos de extracción de litio en Salta y Catamarca, es la empresa que ya mantuvo dos reuniones formales con funcionarios del Gobierno nacional para expresar su interés en participar de la licitación.
El litio como eje estratégico
La minera angloaustraliana opera en el país mediante Rincon Mining Pty Ltd, y su desembarco está asociado a una inversión comprometida de 2.724 millones de dólares para poder acceder al RIGI. Esa suma es, además, la llave de ingreso para una posición preferencial dentro de las futuras concesiones ferroviarias.
En el directorio de Río Tinto se entrelazan los intereses de algunos de los fondos financieros más influyentes del mundo: BlackRock, Vanguard, SSgA, además de la estatal Aluminum Corporation of China. Por su parte, Tesla –la empresa de Elon Musk– mantiene un acuerdo de exclusividad con la minera para asegurar el suministro de litio para sus autos eléctricos. Precisamente, delegaciones de la firma estadounidense visitaron el país durante el primer semestre del año, claro que en ese momento la relación del dueño de Tesla con el gobierno de Donald Trump era bien distinta a la actual.
Las reuniones entre el secretario de Minería, Enrique Lucero, y altos directivos de Rincon Mining, incluyendo representantes estadounidenses de la empresa como Paula Uribe, muestran un entramado geopolítico evidente: Estados Unidos ha puesto al litio argentino en el centro de su estrategia energética global. La presencia de Elon Musk, Río Tinto, BlackRock y la Cámara de Comercio de EE.UU. (USCC) en los vínculos con el Gobierno argentino parecen confirmarlo.
Privatización ferroviaria a la medida
Mientras Río Tinto se posiciona para acceder a una parte de la red del Belgrano Cargas, el Gobierno avanza con la segmentación y concesión de los distintos ramales ferroviarios. Se trata de un esquema de “infraestructura de acceso abierto”: las vías seguirán siendo del Estado, pero su uso y explotación será concesionado a privados. El material rodante se rematará, y lo recaudado irá a un fondo fiduciario para obras ferroviarias, según anunció el Ejecutivo.
La novedad de esta nueva era, que replica el modelo de los 90, es que los actores en disputa no son ya sólo empresas estatales o privadas extranjeras (como fue en aquel momento Telefónica, Repsol o la francesa de aguas y saneamiento) sino conglomerados financieros con intereses globales en recursos naturales críticos, como el litio, declarado estratégico por varias potencias.
Una postal de los 90 reeditada
El Gobierno de Javier Milei recupera los lineamientos privatizadores del menemismo. En palabras del vocero presidencial, Manuel Adorni, “todo lo que se pueda privatizar, se va a privatizar”. En este punto, la lógica no difiere de la esgrimida por Roberto Dromi en los años 90 con aquel famoso fallido.
Pero el escenario actual presenta condiciones más sensibles: el litio se ha transformado en el insumo energético del futuro, y su control atraviesa la disputa tecnológica entre Estados Unidos y China. En ese tablero se inscribe la avanzada sobre el Belgrano Cargas, que no sólo es un tren: es la vía terrestre que conecta las reservas de litio del norte argentino con los puertos de exportación.
Mendoza y el desafío ferroviario
Mientras se discuten los términos de la privatización, la provincia de Mendoza logró avanzar en un acuerdo con el Gobierno nacional para la reactivación del Tren de Cercanías del Este, un proyecto que busca reconectar la ciudad de Mendoza con el Este provincial mediante el uso compartido de la traza ferroviaria justamente del Belgrano Cargas.
El convenio quedaría dentro de la idea que tiene el Ejecutivo nacional para la privatización, y permitirá a la provincia invertir en la infraestructura ferroviaria, sin pagar canon por el uso de las vías, en un esquema de gestión público-privado. La obra requerirá una inversión estimada de 100 millones de dólares y será liderada por el gobierno provincial, que podrá incorporar financiamiento privado para su ejecución.
Las primeras especulaciones sobre el futuro del Belgrano Cargas y cómo será la privatización dejan muchos interrogantes sobre si el tramo mendocino de la línea férrea que homenajea al prócer estará dentro del interés de los posibles concesionarios.
El acuerdo pone de relieve una paradoja del modelo actual: mientras el Estado nacional promueve la entrega de servicios ferroviarios a grandes conglomerados, son las provincias las que intentan recuperar el tren como servicio público y herramienta de desarrollo.
Con los minerales en el centro de la geopolítica, la red ferroviaria se convierte en un bien codiciado por actores financieros y tecnológicos globales. Detrás del litio, los trenes y las licitaciones, emerge una pregunta más profunda: ¿para quién y para qué se organiza hoy la economía argentina?