
Del píxel rojo a la tierra rara
Cantera de piedra caliza. Miskolc, Hungría, 1962 | Fortepan / Faragó László | Dominio público
Lo que vemos en nuestras pantallas está inextricablemente relacionado con lo que las configura, a pesar de que permanece opaco. Rastrear la materialidad del píxel rojo, nos permite exponer las infraestructuras y las políticas de la transición digital y ecológica. Asimismo, conecta el consumo tecnológico abstracto con toxicidades diferidas, control geopolítico y ecosistemas en disputa.
Europio,
Símbolo: Eu,
número atómico: 63,
metal de la serie de los lantánidos.
El europio es uno de los elementos de tierras raras más raros en la Tierra.
Es el elemento que genera las tonalidades de rojo en las pantallas LED y de cristal líquido de los ordenadores, dispositivos móviles y televisores. No se conoce ningún sustituto.
Cuando se aisló como elemento en 1901, recibió su nombre del continente europeo. Actualmente, la mayor parte de la producción mundial de europio procede de minas ubicadas en China.

Síntesis y caracterización óptica de nanomateriales dopados con europio trivalente para aplicaciones de visualización. Fuente: Journal of Materials Science: Materials in Electronics.
El desarrollo de la tecnología actual ha generado una demanda sin precedentes de los denominados minerales de transición o minerales críticos: litio, cobalto, cobre y tierra raras. Son ubicuos espacialmente, pero estructuralmente invisibles.
Los elementos de tierras raras (REE), descubiertos en Suecia hace más de doscientos años, son un material especialmente estratégico hoy en día y en el escenario geopolítico global futuro. Se trata de un conjunto de 17 metales insustituibles en la industria tecnológica actual por su papel fundamental en las mejoras de las pantallas y la velocidad de los dispositivos electrónicos, y también en los avances en tecnología militar, semiconductores, baterías y tecnologías de energías renovables.
Producción de imanes de alta potencia para motores eléctricos, turbinas eólicas y vehículos híbridos y eléctricos; fabricación de pantallas LED, pantallas de televisión y dispositivos móviles; componentes en luces fluorescentes, lámparas LED e iluminación eficiente; catalizadores en la industria automotriz, petroquímica y de refinación de petróleo; aplicaciones en baterías recargables, especialmente baterías de iones de litio y baterías para vehículos eléctricos; usos en fibras ópticas, comunicaciones por láser y tecnologías de transmisión de datos; elementos esenciales en dispositivos de visión nocturna, sistemas de radar, sonar y comunicaciones militares; componentes para guías y sistemas de precisión en armamento y tecnología de defensa; materiales para pantallas montadas en el casco, auriculares y dispositivos de realidad aumentada; usos en tecnologías de computación cuántica, espintrónica y neuromórfica; elementos en sensores avanzados para inteligencia artificial y sistemas de análisis de datos; aplicaciones en imanes para discos duros y dispositivos de almacenaje; tratamientos especiales en vidrios, cerámicas y superconductores; agentes de contraste y materiales para diagnóstico y tratamiento en medicina y resonancias magnéticas; aditivos en la fabricación de vidrios resistentes a los rayos ultravioletas y para óptica de precisión; usos en procesos industriales, como la purificación de metales y la fabricación de vidrios especializados.
No son elementos escasos en la corteza terrestre, pero sí «raros» de encontrar en estado puro y de explotar sin grandes costes ambientales y sociales. Para extraer las tierras raras de los minerales que contienen, a menudo se emplean ácidos, y por eso se las denomina «tierras», que es como la química del siglo XVII describía ciertos óxidos metálicos de aspecto terroso que, a pesar de parecer inalterables, podían disolverse en ácidos.
Además de las aplicaciones industriales, también se utilizan en la agricultura como fertilizantes fosfatados, que contienen concentraciones variables de estos metales, contribuyendo así a la acumulación progresiva de tierras raras en los suelos agrícolas. También se encuentran acumulaciones en los ríos de zonas urbanas muy pobladas, especialmente en Europa y en Estados Unidos, como es el caso del gadolinio, utilizado como agente de contraste en las resonancias magnéticas y que, a través de la orina, atraviesa inalterado las plantas de tratamiento de aguas residuales.
Aunque son metales que se encuentran naturalmente en gran parte de la corteza terrestre, los procesos de extracción y procesamiento −que pueden causar la destrucción de hábitats, la erosión del suelo y la contaminación del subsuelo y de los recursos hídricos con metales pesados y residuos radioactivos− sumado al uso y desecho masivo de residuos electrónicos, provocan una acumulación de tierras raras en la superficie y el aumento de su presencia en el medio ambiente.

Baogang Tailings, en la ciudad de Baotou, es un lago de barros tóxicos nuevo, antropogénico, creado por la actividad extractiva en Bayan Obo, la mina de tierras raras más grande del mundo, en la Mongolia Interior, China. Fuente: Reuters.
Aunque recientemente ha habido expertos de la Academia China de las Ciencias que han alertado de que el largo periodo de dominio casi absoluto del país en el suministro mundial de tierras raras podría estar llegando a su fin debido a la apertura de nuevas minas en Australia, Sudáfrica o Groenlandia, el papel dominante de China como principal productor y exportador mundial de estos elementos, con más del 80% de la producción global, comenzó en la década de los ochenta y se consolidó a principios de la década de los noventa. La concentración de la extracción y el procesamiento de estos materiales en pocos países hace que las cadenas de suministro sean altamente vulnerables desde el punto de vista geopolítico, hecho que genera una gran dependencia de los sectores tecnológicos y de defensa de otras naciones, que ya están tratando de diversificar sus fuentes, buscar alternativas a las tierras raras, impulsar la producción propia y comenzar a desarrollar tecnologías de reciclaje.
Esta situación explica el interés estratégico de Estados Unidos en Groenlandia. Según datos recientes del Servicio Geológico de Estados Unidos, hay alrededor de 110 millones de toneladas métricas de depósitos de tierras raras en todo el mundo, con unos 44 millones en China, 22 millones en Brasil, 21 millones en Vietnam, 10 millones en Rusia, 7 millones en la India y solo 1,5 millones en Estados Unidos. El yacimiento de Kvanefjeld, en Groenlandia, se considera el segundo más grande de tierras raras y también contiene importantes reservas de uranio y fluoruro sódico, lo que lo convierte en uno de los depósitos polielementales más relevantes a nivel global.
Ucrania también dispone de diversas tierras raras y otras reservas de elementos estratégicos, como el litio, el grafito o el uranio, por lo que, en este nuevo mapa de intereses globales, sus recursos naturales están en el punto de mira de potencias como Estados Unidos o Rusia. Trump dijo el 3 de febrero de este año, que quería que Ucrania suministrase tierras raras a Estados Unidos a cambio de prestar apoyo financiero a la defensa de Kiev contra Rusia. Según declaraciones del presidente Zelenski también del mes de febrero, Rusia ha ocupado aproximadamente la mitad de los depósitos de tierras raras. Las tierras raras se están convirtiendo asimismo en motivo de presión política e intervención extranjera, reconfigurando las alianzas y disputas globales. Esto no se limita a Ucrania. Una investigación de la organización Global Witness revela que algunos de los países más pobres del mundo, entre ellos Somalia, Haití, la República Democrática del Congo y Yemen, también se han visto obligados a firmar acuerdos con lobistas vinculados a Donald Trump, intercambiando sus minerales y otros recursos naturales por apoyo humanitario o militar de Estados Unidos.
Estos conflictos se entrelazan con luchas locales, donde a menudo el discurso de la «necesidad estratégica» esconde riesgos ambientales a largo plazo y la desposesión socioterritorial, como es el caso de Campo de Montiel, en La Mancha, España, donde en 2016 la empresa española Quantum Minería, fundada en 2011, propuso extraer monacita, un mineral rico en tierras raras. El proyecto encontró una oposición inmediata de las comunidades locales, los científicos ambientales, la plataforma vecinal Sí a la Tierra Viva y la sociedad civil a causa de la amenaza a los ecosistemas protegidos, los recursos hídricos y la viabilidad agrícola. Aunque en 2017, después de protestas ciudadanas e informes ambientales negativos, la Junta de Castilla la Mancha rechazó el proyecto, a principios de 2024 Quantum Minería solicitó nuevas prospecciones, argumentando la necesidad estratégica de asegurar el suministro europeo de tierras raras ante las tensiones comerciales con China.
La demanda global de tierras raras no deja de crecer y se prevé que se duplique cada década, lo que provocará una demanda inasumible para las reservas terrestres. Debido a esto, los yacimientos marinos, junto con la prospección extraterrestre, están emergiendo como alternativa, especialmente en el Índico y el Pacífico, y en fuentes hidrotermales submarinas, ecosistemas vulnerables con una biodiversidad única y frágil.
Países como China y Rusia ya disponen de diversas licencias de explotación marina. En el caso de Estados Unidos, la falta de ratificación de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, que existe desde 1982 y regula las actividades en aguas internacionales, impide a sus empresas participar directamente en la explotación minera en aguas profundas, por lo que exlíderes políticos y militares de Estados Unidos han instado al Senado a ratificar el tratado. En el caso de la explotación extraterrestre, primero Obama, en 2015, y más tarde la administración Trump ya han preparado esta vía al firmar una orden ejecutiva que reconoce formalmente los derechos de los intereses privados para reclamar recursos en el espacio, negligiendo un debate que comenzó hace décadas con el Tratado del Espacio Exterior durante la Guerra Fría, firmado en 1967.

5 g de metal de alta pureza europio (Eu, 63).
Los impactos de las REE se acumulan tanto física como simbólicamente a través de estratos tecnológicos y políticos. Mientras se promueven como esenciales para la sostenibilidad, se utilizan también como una herramienta de presión política y económica, y su extracción agrava las asimetrías geográficas históricas, desplaza comunidades y expone las tensiones entre la preservación ecológica y las narrativas económicas dominantes de progreso. Conocer la realidad material de la tecnología, aquello que, por ejemplo, hace posible que veamos el color rojo brillante de las imágenes de este texto en nuestras pantallas, nos ayuda a poder dar respuesta a las necesidades tecnológicas y ecológicas contemporáneas. Las pantallas no son interfaces inmateriales o superficies neutrales, sino superficies sedimentadas y registros estratigráficos de una geopolítica global.
Este texto forma parte del proyecto de largo recorrido Geopolítica de los materiales, Blanca Pujals (2018-actualidad).