
Chile enfrenta desafío estratégico por la baja calidad de la cal y su impacto en la minería
Proyección a 2032 indica que las importaciones superarán ampliamente la producción nacional, afectando la competitividad del insumo clave para el litio y el cobre.
Chile, líder mundial en producción de cobre y con un creciente protagonismo en el mercado del litio, enfrenta una amenaza silenciosa pero crítica: la baja calidad de la cal producida a nivel local. Este insumo esencial para los procesos de flotación de minerales sulfurados y la separación de impurezas en salmueras de litio, se encuentra en una encrucijada productiva que podría comprometer la eficiencia de la minería nacional.
Según datos de la Comisión Chilena del Cobre (Cochilco), se estima que para 2026 la demanda nacional de cal viva alcanzará 1,5 millones de toneladas, cifra que supera con creces la capacidad de producción local. Actualmente, cerca del 90% del consumo de cal en Chile se destina al uso minero.
La cal, principalmente óxido de calcio (CaO), es un reactivo estratégico en la minería metálica. Se utiliza para regular pH, deprimir pirita en concentradoras de cobre y remover impurezas en el litio.
Importaciones a la delantera
Las proyecciones indican que las importaciones de cal viva sobrepasarán la oferta local desde 2026 y que, para el año 2032, la brecha será aún mayor: se espera que se importen un millón de toneladas, frente a las 780 mil producidas internamente. Esta dependencia externa, principalmente desde Argentina, responde a múltiples factores estructurales y económicos.
“Hay un factor estructural que tiene que ver con la geología. Los depósitos de caliza en Chile son más antiguos y menos puros”, explica Patricio Faúndez, Practice Leader en Economía de GEM. A ello se suman los elevados costos energéticos y de combustible, que hacen que producir cal en Chile sea significativamente más caro en comparación con países vecinos.
Calidad y eficiencia: un problema técnico
La pureza de la cal es un aspecto determinante para su desempeño industrial. Según Guillermo Coloma, director de Coloma Consultores, la baja calidad de la cal chilena obliga a extraer más roca para obtener una tonelada del producto, lo que encarece los costos y complica su utilización, especialmente en procesos sensibles como la producción de litio.
“La calidad incide directamente en la eficiencia. Para separar impurezas como magnesio o calcio en salmueras de litio, se necesita una cal de alta pureza. Si no la tienes, disminuye la recuperación del mineral”, añade Faúndez. Además, impurezas con propiedades conglomerantes pueden provocar sedimentación y obstrucción en equipos, acortando su vida útil y generando sobrecostos.
Además, la menor calidad de cal también aumenta las emisiones de CO₂ por tonelada producida, dañando los objetivos de descarbonización de la minería.
Dependencia externa creciente
Actualmente, actores internacionales como Calera San Juan y Calidra —ambos con operaciones en Argentina y plantas en Chile— han ganado terreno por la mayor competitividad de su producto.
“Chile consume entre un millón y 1,1 millones de toneladas al año, de las cuales unas 900 mil son provistas por productores locales. El resto llega del extranjero, especialmente desde Argentina”, detalla Andrés González, jefe del Área Minera de Plusmining.
Desafío país
La baja competitividad de la cal nacional no solo afecta a las empresas proveedoras, sino que puede impactar el desarrollo de toda la industria minera nacional en un momento clave para Chile en el escenario global de los minerales estratégicos. Sin políticas activas de fomento a la producción local con estándares internacionales de calidad y eficiencia energética, la dependencia externa seguirá creciendo, con riesgos tanto logísticos como económicos.
“Si no aumentamos la producción local ni mejoramos la calidad, Chile seguirá perdiendo terreno. Y no solo hablamos de costos, sino de soberanía industrial en uno de los insumos clave para el futuro energético del planeta”, concluye Coloma.
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