
Cuando los insectos no dan tregua: qué podemos hacer por el bienestar de los caballos
Cada verano, en muchas zonas rurales de la península ibérica, los caballos se enfrentan a un enemigo tan pequeño como persistente: insectos que se alimentan de sangre. Moscas de establo, moscas negras, tábanos, mosquitos y jejenes no solo provocan molestas picaduras sino que también generan heridas, infecciones secundarias, alergias y un estrés crónico que afecta a la salud y comportamiento de los equinos.
Aunque a veces se perciben como un incordio pasajero, estas señales pueden suponer una alarma ecológica. ¿De qué trata este fenómeno tan perjudicial para los caballos y qué podemos hacer para combatirlo?
Las señales que podemos percibir cada verano
Los efectos de algunos insectos en los caballos van mucho más allá del picor que les produce. Los mordisqueos constantes, el nerviosismo o los golpes contra objetos que empiezan a mostrar son señales claras de que sufren. En casos más graves, pueden aparecer heridas e infecciones.
Algunas especies, como el moscardón del caballo (Gasterophilus), tienen ciclos de vida complejos que pueden perjudicar severamente a los caballos. Sus larvas, tras pegarse al pelaje de los equinos, se desarrollan dentro del tracto digestivo, donde pueden provocar úlceras, cólicos y problemas nutricionales.
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Baja la etiqueta de moscas y mosquitos se agrupa a una gran diversidad de especies, cada una con un hábitat, comportamiento y efectos específicos que requieren distintas estrategias. No obstante, muchas veces la respuesta suele ser simplista. Se usan insecticidas generales que solo atacan los efectos en los caballos sin abordar las causas del problema. Y eso puede generar resistencias, dañar a insectos que contribuyen de forma positiva a los ecosistemas, la agricultura y la salud humana. Además de propiciar que se repita el mismo problema cada año.
Un entorno en desequilibrio
La proliferación de insectos en entornos ganaderos no ocurre por azar. El estiércol acumulado, la humedad excesiva, la falta de rotación de parcelas o la ausencia de depredadores naturales crean un ambiente ideal para su reproducción.
En libertad, los caballos se desplazan constantemente. No permanecen en el mismo lugar donde se acumulan residuos, lo que genera un movimiento continuo que regula el entorno. Pero, al confinarlos, se rompe ese equilibrio natural.
Además, existen otros factores generales que también agravan este problema, como las transformaciones del uso del suelo y el abandono de prácticas agroecológicas. Observar el paisaje y actuar con criterio es, por lo tanto, clave a la hora de implementar de estrategias de mitigación para un medio ambiente sano.
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Una sola salud
El enfoque One Health nos recuerda que la salud humana, animal y ambiental están conectadas. Desde esta mirada, el estrés que sufren los caballos no es solo una cuestión veterinaria sino un reflejo del estado del entorno. En muchas zonas rurales, donde humanos y animales convivimos, reconocer estos signos resulta fundamental para prevenir riesgos y cuidar la salud de todos.
Las soluciones rápidas, como rociar insecticidas, no bastan y pueden ser perjudiciales. Se necesita una gestión del hábitat basada en la observación directa y en el conocimiento ecológico. Algunas acciones efectivas incluyen controlar áreas de acumulación de agua y estiércol, rotar los espacios donde viven los caballos o propiciar la presencia de aves insectívoras, como la golondrina común, así como de depredadores.
Diversas estrategias en beneficio de todos
También resulta útil emplear trampas adhesivas para insectos adultos. El uso de organismos beneficiosos, como avispas parasitoides, nematodos entomopatógenos (aquellos que atacan plagas), ácaros depredadores o bacterias específicas como Bacillus thuringiensis var. israelensis (Bti) , permite actuar sobre los estadíos larvarios.
Otras estrategias complementarias incluyen la colocación de mantas y máscaras de red protectoras sobre los caballos. Por otro lado, resulta útil aplicar patrones visuales en blanco y negro en elementos del entorno para disuadir a los tábanos. Estos recursos no eliminan el problema por sí solos, pero combinados con un manejo integral reducen significativamente la presión de insectos.
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Por otro lado, conocer el ciclo de vida y las condiciones de cría de cada insecto es fundamental para intervenir de forma efectiva. Por ejemplo, el mosquito común (Culex) se reproduce en aguas estancadas, mientras que la mosca negra (Simulium) lo hace en aguas corrientes. Los tábanos y jejenes prefieren suelos húmedos con materia orgánica en descomposición.
En cuanto a la mosca común (Musca domestica), suele utilizar el estiércol fresco y restos orgánicos como lugar de cría. Por su parte, la mosca del establo (Stomoxys calcitrans) prefiere camas húmedas con restos de heno, pienso o paja fermentada, especialmente en rincones mal ventilados.
Identificar estos focos y actuar sobre ellos de forma localizada permite reducir el uso de productos químicos y aumentar la eficacia del control de vectores.
Experiencia en campo
Un proyecto piloto en la Yeguada La Nebulosa, en Escalona del Alberche, Toledo, está poniendo en práctica estrategias de manejo ecológico para reducir la presión de insectos en el ambiente ganadero.
Aunque el proyecto se encuentra aún en fase exploratoria, el enfoque centrado en intervenir sobre los criaderos y las condiciones del entorno está mostrando sus primeros resultados. También ofrece mejores perspectivas que las soluciones que actúan solo sobre las consecuencias como el uso insecticidas o tratamientos veterinarios.
Observar el comportamiento de los animales y establecer relaciones entre sus señales y el ambiente circundante permite orientar las decisiones con mayor criterio. No obstante, los problemas complejos no se solucionan con fórmulas mágicas: su abordaje requiere un compromiso a largo plazo con el ambiente.
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Insectos que nos hablan
Con el verano llegan el calor, las sequías, mucho polvo y ese zumbido constante que parece no dar tregua. Pero la temporada de estío ofrece también una oportunidad para detenernos, observar la naturaleza y actuar.
Aunque la mayoría considera a los insectos un incordio, estos animales constituyen indicadores vivos de lo que ocurre a nuestro alrededor. Escucharlos es una forma de cuidar el paisaje que habitamos. Porque lo que a ellos les afecta, también nos afecta a nosotros. Y, como nos recuerda el abordaje One Health, la salud animal y la humana, son, al fin y al cabo, una sola.