
El incendiario, el chivo expiatorio que carga con las culpas de los incendios – EL PAÍS
Los incendiarios están en el punto de mira como uno de los principales culpables de la ola de fuegos que asola España. Desde el 1 de junio se ha detenido a 27 personas y se ha investigado a 83 como presuntas autoras de incendios forestales, según los datos facilitados este sábado por el Ministerio del Interior. Uno de ellos es un brigadista al que se investiga por un incendio que quemó 2.200 hectáreas en Ávila. El hombre, vecino de la zona, podría haber cometido el delito para conseguir un contrato, algo que logró a los 10 días de originarse el fuego.
Pero el problema del fuego va más allá y no se puede solventar usando a los incendiarios como “chivos expiatorios”, advierte Víctor Resco de Dios, catedrático de Ingeniería Forestal en la Universidad de Lleida y miembro del Colegio Oficial de Ingenieros de Montes. “No se realizan labores de prevención y esto de echar la culpa a los pirómanos o en otras ocasiones a los eucaliptos, a los pinos, al cambio climático, que por supuesto agrava la situación, es una forma de los políticos de cualquier partido de excusarse para alejar la atención del problema real, que es el abandono de la superficie forestal”, concreta.
La última memoria de la Fiscalía General del Estado recoge que, de media en los últimos seis años, el 24% del total de incendios que se investigaron por su posible trascendencia penal fueron provocados de forma deliberada. Pero también que la mayor parte de estos, un 68,79%, se debieron a negligencias. La organización conservacionista WWF, que realiza un informe anual sobre incendios desde hace 20 años, eleva la cifra de los intencionados al 53%, porque incluye en este concepto la quema agrícola ilegal, indica Mónica Colmena, técnica del Programa de Bosques de la ONG. El resto se reparten entre un 23% por negligencias, un 5% por rayos, un 2% por reproducción del fuego y un 12% por causas desconocidas.
De conflictos ganaderos a venganzas
Carlos Losada, portavoz de la Sociedad Española de Psiquiatría Clínica (SEPC), apunta que otro de los errores que se cometen es igualar a un pirómano con un incendiario. “La piromanía es un trastorno mental de poco de control de impulsos, como pueden ser la cleptomanía y la ludopatía, más conocidas”, señala. Mientras que los segundos, los incendiarios, son personas que desencadenan un incendio por maldad o por afán de lucro.
A Losada le preocupa que en las conversaciones cotidianas se meta a pirómanos e incendiarios en el mismo saco y que se estigmatice a quien padece la enfermedad. “Lo que caracteriza a un pirómano es la fascinación por el fuego, la urgencia que tiene por ver las llamas y el alivio que siente cuando lo consigue”, explica. “Es como nos ocurre a cualquiera cuando necesitamos comer porque no lo hemos hecho en mucho tiempo”, añade.
No es una patología muy habitual y en muchas ocasiones llegan a los servicios de salud mental “porque se han quemado, se han hecho daño ellos mismos en un accidente”, señala Losada. Además, no es un trastorno que se dé puro, “lo más probable es que esté asociado a otros como depresivos, de personalidad, de relación… y sea una forma de gestionar el estrés o malestar”.
El perfil del incendiario, que es plenamente consciente de sus actos, discurre por otros derroteros. “Son personas que cuentan con un plan que pueden preparar con mucha antelación y buscan beneficio, ya sea económico, laboral e incluso de venganza, porque, por ejemplo, se lleven mal con el vecino”, responde Amalia del Valle, portavoz del Servicio de Protección de la Naturaleza (Seprona) de la Guardia Civil. En ese caso, lo pueden preparar para que el incendio no pase de donde quieren, “pero se les puede ir de las manos, como ocurre en muchos casos, bien porque hay viento o por otra circunstancia, y se descontrola”, explica.
Detrás pueden estar conflictos ganaderos y cinegéticos, el objetivo de ahuyentar animales, vandalismo, declaración de espacio protegido, resentimiento por una expropiación, descontento por repoblación… Las negligencias, en cambio, están asociadas a actividades humanas, que generan un incendio sin que el implicado tenga la intención de hacerlo o porque ha omitido las medidas de seguridad. La tercera pata está formada por las causas accidentales, en las que el causante no ha podido prever que se iba a originar un fuego, y pueden provenir de líneas eléctricas, automóviles, trabajos con maquinaria, quemas agrícolas o trabajos forestales, indica el Anuario Estadístico del Ministerio del Interior.
La vital prevención
“Se realizan grandes inversiones en medios de extinción, pero no se están abordando las causas estructurales de los fuegos”, dice Resco de Dios. Hay que separar los motivos que provocan la ignición de los que hacen que el fuego se propague. En su opinión, si realmente se quiere hablar de qué hay detrás de un incendio, se deberían tener en cuenta cuatro factores: la cantidad de combustible que existe, lo seco que esté, la ignición (un rayo, una persona que lo prende…) y, en último lugar, las condiciones meteorológicas que van a favorecer que crezca.
WWF advierte del abandono de la superficie agraria que se prevé esté cerca del 10% en 2030. A esto se suma el declive de casi un 40% de la cabaña de ovino y de un 30% de la de caprino en los últimos 30 años. De forma que “la única vía para evitar que los grandes incendios sigan devorando comarcas enteras cada verano pasa por gestionar y adaptar el territorio para hacerlo menos inflamable”, apunta Colmena.
La prevención actual de tratamientos selvícolas puntuales y el mantenimiento de pistas, cortafuegos o puntos de agua es insuficiente, continúa la ONG. “La máxima debe ser crear paisajes para reducir las emergencias. En lugar de combatir las llamas, hay que combatir el abandono rural”, señala la técnica del Programa de Bosques de WWF. Y para frenar las conductas incendiarias, Colmena añade que habría que “realizar un análisis sociológico de lo que está pasando y de qué zonas son más recurrentes en incendios”.
La Guardia Civil es la principal encargada de descubrir si la causa de la ignición fue un fenómeno natural, normalmente rayos; intencionada u originada por negligencias o por accidentes. En muchas ocasiones, es imposible llegar a una conclusión: en 2023, de los 2.944 incendios que investigaron, 1.977 (el 67%) se cerraron con “causa desconocida”. En el año 2023 se detuvo o investigó a 402 personas en el curso de esas pesquisas. Los agentes buscan el punto de inicio donde se concentran las pistas claves: restos de acelerantes, mechas, cerillas, huellas… Utilizan drones y perros adiestrados y, además de realizar entrevistas a los testigos y análisis clínicos y otras pruebas, reconstruyen la trayectoria del fuego.
Incendiar no sale gratis. El acto de quemar montes o masas forestales está castigado con una pena de prisión de uno a cinco años y multa de 12 a 18 meses en el Código Penal. La pena, en caso de poner en peligro la vida o la integridad física de las personas, se eleva hasta situarse en una franja que va de 10 a 20 años de cárcel.