
La contracrónica: lo que ocurre en La Toja no debe quedarse en La Toja
Puede parecer fácil generar un entorno de tranquilidad en el excepcional espacio geográfico que acoge al Foro La Toja en la Illa da Toxa (O Grove, Pontevedra). Sin embargo, el principal mérito de salir más tranquilo del foro no está en su extraordinario entorno físico, sino en la esperanza que proyecta ver que un grupo de españoles, que suma las voces de otros europeos y americanos, se organice para defender con convicción que la democracia vale la pena, que el vínculo atlántico vale la pena y que defender nuestro sistema de valores, entre gente que pensamos diferente, vale la pena. Eso es lo que hoy es realmente extraordinario. Y eso es lo que hoy da tranquilidad fundamentalmente porque nos da esperanza.
El Foro La Toja nació de una idea entre diferentes y bajo la visión de personas que como Josep Piqué o Antón Costas han tenido siempre unas convicciones, hoy muy cuestionadas, dentro y fuera de España, que conviene reivindicar: el mundo es mejor porque somos diferentes, el mundo es mejor cuando estamos interconectados entre diferentes y el mundo es mejor cuando triunfan los valores liberales y nos permiten convivir entre diferentes. La democracia y el vínculo atlántico han sido y son los dos elementos sobre los que la humanidad ha construido el mejor periodo de estabilidad, prosperidad y convivencia de la historia. Y La Toja es un espacio sobre el que aprovechar la ventaja competitiva de España, de ser el principal país europeo que puede mirar a la vez al Atlántico y al Mediterráneo, y la oportunidad estratégica de nuestra posición geográfica para marcar el ritmo de una conversación internacional de la que debemos ser protagonistas. Sin duda, el espíritu del Foro La Toja debe guiar más nuestra conversación pública.
Marc López, editor y director de ‘Agenda Pública’, moderó la sesión sobre Foto: Agenda Pública / Yanka Soto
Un resumen de lo que han dicho en el foro empresarios, expertos o representantes institucionales de referencia mundial, a lo que sumo alguna conclusión propia: estamos perdiendo, pero podemos ganar. Debemos ganar. La Unión Europea, y lo que representó su fundación, está amenazada. Estados Unidos no está bien, China no debe sustituirlo, y lo que se dice de que hay una oportunidad en Europa es tan verdad como que la historia ha dependido siempre de las decisiones que se han tomado en cada momento. La imposibilidad de un futuro mejor no es un escenario racional, es la conclusión emocional que paraliza evitarlo. Si nuestro complejo entramado institucional dilata veinte años las recomendaciones del informe Draghi y Letta, nos irá mal. Si hacemos lo que ya está diagnosticado y escrito, y aprovechamos el momento para actualizar la forma de organizarnos entre europeos, podremos lograrlo.
Y, en este contexto, España, la sociedad española, o nuestras empresas, no debemos resignarnos a no tener un papel protagonista del tablero internacional. Somos Atlántico y Mediterráneo, somos muchos de los 400 millones de europeos y hablamos la misma lengua que más de 500 millones de americanos. El momento global es inquietante. Pero la parálisis derivada de un shock sería una respuesta aún más inquietante. El abrazo protagonizado en las últimas horas del foro por el ex primer ministro israelí Ehud Olmert y el activista palestino Sammer Abdelrazzak Sinijlawi es un camino de esperanza. Y el esfuerzo de los organizadores de La Toja por generar un espacio de confianza entre diferentes es la máxima expresión de la reivindicación de la democracia liberal, y en uno de los momentos más determinantes de la historia, también.
Lo que ocurre en La Toja, no debe quedarse en La Toja. Y aunque la política internacional pueda aprender mucho del espíritu La Toja, deberíamos empezar por casa. No solo porque la política local y global ya son, definitivamente, la misma cosa. Sino porque no hacerlo sería un ejercicio de irresponsabilidad histórico. Porque España puede. Y porque España debe.

Ehud Ólmert y Samer Abdelrazzak Sinijlawi se funden en un simbólico abrazo. Foto: Agenda Pública / Yanka Soto