¿Doña pelos"? Vender quesadillas empodera a la mujer – La Silla Rota
Desde las siete y media de la mañana las mujeres que atienden «Antojitos Doña Chayo» comienzan su jornada laboral. A esa hora llegan a la calle Oriente 168, de la colonia Moctezuma Segunda Sección, en la alcaldía Venustiano Carranza y comienzan a armar su puesto de metal.
Sin embargo, su jornada empieza desde antes; Elizabeth y Cristina se levantan a las cuatro de la mañana para alistarse y hacen dos horas y media de camino desde su casa a su zona de trabajo.
«Yo me llamo Elizabeth y ella Cristi», cuenta una de ellas en entrevista para La Cadera de Eva. «No sabríamos decirle desde cuándo comenzó este negocio porque no somos las dueñas. Ella tiene nueve años trabajando aquí», dice Elizabeth señalando a Cristina.
La creación de los antojitos mexicanos parece sencilla a simple vista pero no lo es. La exquisitez que los comensales prueban inicia un día antes, con la preparación de los guisados. Ya en el puesto, el recorrido del antojito inicia en las manos de Elizabeth quien hace las tortillas y tlacoyos de masa azul.
El siguiente paso se lleva a cabo en el comal donde las manos de Cristina se mueven vertiginosamente para crear los alimentos que los clientes van pidiendo. Agrega tinga de pollo, bistec, tinga de res, hongos y muchos otros guisados. La mezcla de los olores abre el apetito de quienes esperan su pedido.
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En ocasiones les es necesario apoyarse de pluma y papel que le brindan a los clientes para que sean ellos mismos quienes escriban su pedido. De esta forma, Cristina va leyendo los papeles y haciendo los alimentos a una velocidad que solo su experiencia le permite.
El olor de las quesadillas, los tlacoyos, las gorditas, los sopes y los tacos le dan vida a la calle, donde muchas personas llegan a pedir algo para desayunar, algo para apaciguar el hambre o simplemente algo para calmar el antojo. Aproximadamente a las nueve de la mañana y en fin de semana, la clientela de los antojitos rodea casi por completo al puesto, algunos clientes se sientan en bancos de plástico y otros esperan de pie para recibir el alimento.
Los martes y miércoles son de descanso para las cocineras, esos días la cuadra donde se colocan los antojitos luce vacía, tranquila, común y corriente. El resto de la semana desde muy temprano la magia de los antojitos se hace visible entre los clientes y el humo del comal.
Antojitos mexicanos, una fuente de trabajo para las mujeres
«Venimos desde Xalatlaco, Estado de México, cerca de la Marquesa», cuenta Elizabeth mientras continúa haciendo tortillas y tlacoyos a mano. «Los guisados se hacen un día antes y nos tenemos que venir temprano, por lo lejos que vivimos», agrega.
«Aquí dejamos de despachar 4:30 y a esa hora descansamos unos quince minutos para comer o terminar de comer, porque no siempre se puede, y empezamos a levantar. De aquí ya nos vamos yendo a las 6 de la tarde», dijo Elizabeth.
Cristina y Elizabeth hacen dos horas y media de camino desde Xalatlaco hasta su lugar de trabajo en la alcaldía Venustiano Carranza. El tiempo puede variar dependiendo del tráfico y los imprevistos que llegan a ocurrir en la carretera. Así, llegan a sus hogares entre las ocho y las nueve de la tarde.
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Así como Elizabeth y Cristina existen muchas mujeres que encuentran una fuente de trabajo en la venta de comida, ya sea como empleadas o como sus propias jefas. Los antojitos mexicanos como las quesadillas, las gorditas, los sopes y los tlacoyos son generalmente hechos solo por mujeres.
«Es una manera de generar autonomía económica, para muchas mujeres es la posibilidad de enfrentarse al espacio público, de ser sus propias contadoras. Digamos que es hacer lo que han hecho toda la vida como amas de casa, desde hacer la comida hasta administrar el dinero» dijo Alejandra Collado, maestra en Estudios de la Mujer de la UAM Xochimilco.
De acuerdo con la experta, el trabajo de las mujeres que viven de la venta de comida también se enfrentan al estigma y la vergüenza, a estereotipos relacionados con la desvalorización de los trabajos de cuidado.
«Incluso se usa como insulto decir ´la doña de las quesadillas´ o les ponen apodos como ´la doña pelos´. Esta cuestión es también de estigmas, porque sigue habiendo una desvalorización de lo que significa alimentar y cuidar a las personas», dijo Alejandra Collado.
Asimismo, la venta de antojitos mexicanos también puede ser una forma de crear autonomía en las mujeres, explicó la experta:
«Se puede generar autonomía y aunque no me encanta el término ´empoderamiento´, sí le regresa un poco del poder que ellas han estado generando a lo largo de su vida. Yo creo que son mujeres que han cocinado por mucho tiempo para sus familias, cuando hacen un negocio pueden ser sus propias jefas. No en todos los casos, supongo que habrá otras circunstancias más complejas», dijo.
Además, la preparación y venta de antojitos mexicanos en las calles es un trabajo poco valorado socialmente, señaló Alejandra Collado, pese a que las mujeres que venden este tipo de comida juegan un rol fundamental en la economía del país. No sólo se trata de los empleos generados con la venta de estos alimentos, sino que también son un eslabón relevante en la cadena de producción ya que muchos trabajadores y obreros acuden a estos puestos para alimentarse a un bajo costo antes, durante o después de sus jornadas de trabajo.
Tal como dijo Elizabeth en entrevista para La Cadera de Eva, lo que más se vende son tlacoyos, quesadillas y tacos de bistec. Los principales compradores son personas de la colonia y trabajadores.
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La división sexual del trabajo en la gastronomía mexicana
«Para hablar sobre el trabajo de las mujeres que venden antojitos mexicanos es necesario empezar por explicar la división sexual del trabajo», dijo Alejandra Collado. «Esta división va a ser justamente la forma en que la sociedad organiza el trabajo. Va a estar distribuido de manera distinta en función de los roles y de los estereotipos de género que que están establecidos para cada sexo atribuyéndole cuestiones de naturaleza», agregó la experta.
«El trabajo se va a dividir en el trabajo productivo y reproductivo y pues todo lo productivo va a estar en el espacio público. Aquí el fenómeno de las mujeres que venden antojitos mexicanos es interesante porque es una apropiación del espacio público con una labor propia del espacio privado: la cocina. Va a ser importante esta cuestión de la división sexual del trabajo porque establece jerarquías, establece qué tiene más valor», dijo Alejandra Collado.
En ese sentido, de acuerdo a lo explicado por Collado, la venta de antojitos mexicanos se ha caracterizado por ser un trabajo en el que predominan las mujeres, no por una cuestión de una habilidad natural atribuida a ellas, sino por una asignación de roles donde las mujeres fueron destinadas a las tareas de cuidado y la vida privada, entre ellas, la tarea de alimentar a otros.
Además, los saberes que requiere la creación de antojitos como tlacoyos, sopes y quesadillas, muchas veces son un conocimiento heredado de mujeres a mujeres. En casa las mujeres han aprendido históricamente labores de cuidado como la cocina, de sus madres y abuelas han aprendido el arte de hacer antojitos mexicanos, incluso, de ellas aprenden también lo necesario para venderlos.
Como explica Collado, el trabajo de las mujeres cocineras que venden antojitos mexicanos callejeros es valorado socialmente en tanto se trata de un mandato de género el saber cocinar, pero es un trabajo desvalorizado desde un punto de vista económico y laboral. Aunque el trabajo informal puede darle a las mujeres una fuente de empoderamiento y autonomía, también las expone a la precarización laboral y a la falta de prestaciones de ley.
Detrás de las manos que cocinan los antojitos mexicanos muchas veces existen mujeres creando autonomía económica, mujeres trabajando por sostener a sus familias y mujeres que heredaron la forma de cocinar de sus madres y abuelas.