“El Proyecto Templo Mayor ha sido mi vida”
▲ El arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma durante la entrevista con La Jornada.Foto Germán Canseco
Ana Mónica Rodríguez
Periódico La Jornada
Lunes 22 de diciembre de 2025, p. 2
El estudio-biblioteca de Eduardo Matos Moctezuma es un paraíso alejado del bullicio cotidiano, cobijado por varios libreros, innumerables reconocimientos, diplomas, premios y fotografías familiares, es donde el arqueólogo e investigador emérito del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) se sumerge para realizar su proceso creativo y donde narra que el Proyecto Templo Mayor (PTM) “ha sido mi vida”, a casi medio siglo de haberlo fundado y cuya efeméride se celebrará con diversas actividades en 2028.
En ese espacio de su casa, casi ritual, Matos Moctezuma, quien el pasado 11 de diciembre cumplió 85 años, recibe a La Jornada para charlar y muestra orgulloso un diploma, que entre el cúmulo de distinciones, reluce con una elegante tipografía: su Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales, el cual le fue otorgado en 2022, por su destacada labor en la arqueología y antropología, y en especial por su contribución en las sociedades mesoamericanas prehispánicas.
“Llegar a los 85 años ya tiene muchas implicaciones, pero en mi caso, he seguido investigando, escribiendo y dando conferencias, lo cual no he parado de hacer; me encanta dar charlas, y afortunadamente tengo muchas invitaciones. Estoy muy activo; continuamos adelante”, explica el investigador.
Matos dirigió el PTM de 1978 a 1991, cuando quedó a cargo del arqueólogo Leonardo López Luján, quien desde entonces encabeza las investigaciones científicas y temporadas de campo relacionadas con el antiguo centro ceremonial mexica de Tenochtitlan.
Un pasaje que fue parteaguas en la trayectoria del prestigiado arqueólogo y de la historia en México, fue cuando el 21 de febrero de 1978 obreros de Luz y Fuerza del Centro localizaron la escultura monumental de Coyolxauhqui, la cual fue excavada por un equipo de Salvamento Arqueológico del INAH.
Este hallazgo marcó un parteaguas en el estudio de la cultura mexica y propició que el plan original del INAH para crear el Museo de Tenochtitlan se transformara en el PTM, fundado por Matos Moctezuma y abrió un universo prehispánico, que hasta la fecha es inagotable.
De talante jovial, al ser abordado sobre lo que implica la arqueología en su vida recuerda: “estudié esta carrera por la lectura de un libro, lo cual ocurrió cuando estaba en la preparatoria y no tenía definido lo que iba a estudiar. Antes de entrar a la universidad, un buen amigo me prestó Dioses, tumbas y sabios, el cual trata sobre las sociedades antiguas; cuando llegué al capítulo de Egipto, me voló. Fue fundamental leer aquello relacionado con un pueblo que más de 2 mil años antes de nuestra era había creado una de las grandes civilizaciones del mundo”.
“Todo eso me apasionó”
Con voz clara, de gran charlador, continuó rememorando: “entonces todo eso me apasionó, me decidí a estudiar arqueología y me inscribí en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), que entonces era pequeña. Mi generación, que fue la de 1959, estaba constituida por 80 alumnos, pero nos decían que ese momento era excepcional, porque en otras ocasiones sólo había 10 u 11 inscritos, pero esta vez muchos querían estudiar antropología en general, ya fuera lingüística, etnología, arqueología o antropología física”.
Así “ingresé, me formé y me gradué en 1965, en una carrera que era de cuatro años; además, una cuestión curiosa es que salías con maestría, pues no había licenciatura, porque había un convenio con la Universidad Nacional Autónoma de México, en la cual ellos otorgaban el grado de maestro en ciencias antropológicas, en tanto que la Secretaría de Educación Pública entregaba el título según la especialidad, en mi caso, fue de arqueólogo”.
Desde entonces “hice muchos trabajos de campo con mis maestros a distintos sitios prehispánicos para cumplir con la currícula y, por otro lado, también profesionalmente, los hice porque tuve la suerte de lograr una plaza en 1960, cuando todavía estudiaba, en el INAH, la cual se llamaba Practicante en Ciencias Histórico Geográficas, con 750 pesos al mes, pero eso no importaba, porque ya estaba dentro de la institución”.
De sus “increíbles maestros”, menciona que fueron José Luis Lorenzo, “un prehistoriador muy rígido, pero con clases interesantes; también tuve a Román Piña Chan, uno de los grandes arqueólogos. Y el presidente de mi jurado en 65, don Pedro Bosch Gimpera, fue un prehistorador catalán, que había salido a raíz de la guerra civil española y había llegado a enriquecer el panorama de antropología en México”.
Durante ese camino, explica Matos, “me vi inmerso en la lectura, estar al tanto de muchas cosas, y tuve la experiencia de trabajar en las principales ciudades preshispánicas del centro de México. Participé en Teotihuacan, Cholula, Tula y, desde luego, en Tenochtitlan y Tlatelolco, lo cual me dio una muy buena experiencia para enfrentar lo que iba hacer el PTM, que, obviamente, es el proyecto de mi vida, el cual fundé y al que invité a colaboradores no sólo arqueólogos, sino químicos, biólogos, botánicos y geólogos, entre otros especialistas”.
Matos Moctezuma asegura que el cúmulo de publicaciones sobre el recinto sagrado “asciende a más de mil 300 trabajos, desde libros, artículos, guías, catálogos y reseñas en torno a la cultura mexica. A nosotros no nos para nadie en cuestión de escribir. Ya vamos casi para el medio siglo desde que empezó el proyecto; es decir, en dos años más vamos a celebrar y espero que lo hagamos en grande”.
Puntualiza: “aún estamos planeando las actividades, pero es obvio que voy a proponer que haya un libro conmemorativo con la participación de los muchos que integramos el PTM, además de ciclos de conferencias y seguramente una exposición para recordar los primeros hallazgos y a quienes intervinieron”.
Sobre los hallazgos y piezas excepcionales descubiertas en el recinto sagrado, destacó aquellas que “han aportado una información muy importante para la historia mexica en los años previos a la llegada de los españoles; me podría referir a la Coyolxauhqui y a Tlaltecuhtli, dos diosas que en su hechura y simbolismo son importantísimas, pero en realidad el conjunto de la información que ha emergido del Templo Mayor ha sido fundamental en la historia mexica como también son la Casa de las Águilas, el Cuauh-xicalco o el Tzompantli”.
Es decir, “todo es significativo, desde haber encontrado la arquitectura de la pirámide principal, así como otros edificios cercanos, como los descubiertos por Raúl Barrera, director del Programa de Arqueología Urbana (PAU), y de Álvaro Barrera, quien antes de Raúl había estado encargado del mismo PAU”.
De tal forma, “el conjunto de los hallazgos nos da la imagen general de este universo mexica que se empezaba a revelar con información nueva, investigación multidisciplinaria y ahora también con equipo de alta tecnología aplicada a la arqueología, lo cual ha sido formidable”.
Cantera de profesionales
Otro aspecto que destacó el también Premio Nacional de Ciencias y Artes 2007, es que el PTM es un semillero de profesionales y ha recibido múltiples reconocimientos. “Ha sido muy significativo que me hayan otorgado el Premio al Descubrimiento de Campo 2025 en Shanghái, China; además, el Museo del Templo Mayor ha recibido otras versiones del galardón, como en investigación, el cual fue conferido al director del PTM, Leonardo López Luján”.
Ahora, después de más de seis décadas de trabajo ininterrumpido, Matos Moctezuma se ha planteado “el cierre de círculos”: uno de ellos fue con la Cátedra que llevaba su nombre en la Universidad Harvard y la otra con un libro que prepara relacionado con el tema de la muerte. “Siempre me ha gustado cerrar ciclos y no dejar abierto algo. La última cátedra fue en 2024, y ahora preparo otro libro que se titula La muerte en México a través del arte: Prehispánica, colonial, independiente y moderna, con el cual cierro otra etapa con este tema”.
A lo largo de su prolífica trayectoria, Eduardo Matos ha puesto especial énfasis en tres ejes de investigación, los cuales “no son los únicos, porque he escrito de muchas cosas, pero tratan obviamente sobre el Templo Mayor, la historia de la arqueología y la muerte en el México prehispánico”.
Sin receso, el año pasado el investigador también encabezó actividades en torno a Cuauhtémoc, el último tlatoani, y hace unos días inauguró la exposición Tenochti-tlan: Origen y vocación de una ciudad, en el Templo Mayor, en la cual participó junto con otros especialistas, y da cuenta de un proceso histórico de 700 años.