La belleza oculta de las ciénagas de Tierra del Fuego en Argentina | National Geographic
¿Qué podemos hacer para conservarlas?
A diferencia de los bosques imponentes o de las praderas panorámicas, la falta de encanto de las turberas hace que su conservación y restauración requiera de campañas de concienciación.
«Antes se consideraban terrenos baldíos», dice Kervliet-Hermans. «En la década de 1980 la gente todavía tenía la opinión de que había que drenarlas y plantarlas con árboles para aprovecharlas».
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Al igual que muchos humedales de todo el mundo, las turberas han sido drenadas con frecuencia para dejar espacio a actividades de más valor económico, como el pastoreo de ganado o las plantaciones de palma aceitera. En el pasado, muchas de las turberas de Norteamérica y Europa fueron drenadas o quemadas para obtener combustible. En el sudeste asiático, grandes franjas de turberas tropicales han sido deforestadas, drenadas y convertidas en plantaciones de lucrativas palmas aceiteras. Esta destrucción a gran escala ha provocado un aumento de los incendios forestales en los humedales degradados, una catástrofe antaño poco frecuente que ahora asola anualmente Indonesia y los países vecinos.
El país, que posee más de un tercio de la turba tropical del mundo, está llevando a cabo un proyecto de restauración de entre 2600 y 6100 millones de euros para recuperar 2,5 millones de hectáreas de bosques de turba. Un estudio publicado el pasado mes de diciembre en la revista Nature Communications concluyó que si los esfuerzos de restauración de Indonesia se hubieran completado hace seis años, los mortíferos incendios de 2015 habrían producido un 18% menos de emisiones de dióxido de carbono.
Recientemente se han descubierto enormes reservas de turba en lugares como el Congo y el Amazonas, que son vulnerables a la explotación. Explotarlas sería un error peligroso, dice Rieley.
«Siempre sostengo, como conservacionista, que hay que intentar conservar lo que se tiene. Siempre es costoso recuperarlo. Es una pérdida de tiempo y de dinero», afirma.
Las turberas pueden tardar cientos de años en formarse, y devolverles la vida es una tarea complicada y costosa, entre otras cosas porque a menudo se encuentran en lugares remotos. Un proyecto para restaurar un ecosistema de turberas en el Reino Unido costó 2,3 millones de euros para restaurar poco más de 16 kilómetros cuadrados.
En Argentina, las turberas de Tierra del Fuego están clasificadas legalmente como minerales y, por tanto, sujetas a una posible explotación minera, dice Adriana Urciuolo, directora de la oficina de recursos hídricos de Tierra del Fuego.
«El principal desafío», dice Urciuolo, «es la falta de conocimiento y conciencia de la comunidad y los gobiernos sobre el valor de las turberas». Debido a esta situación, los intereses privados sobre las turberas como minerales para uso extractivo, suelen prevalecer sobre los esfuerzos de conservación.»