
El nudo gordiano de la minería – La Nueva España
La humanidad utilizó desde tiempos ancestrales las rocas y los minerales para diversos usos. Los antepasados aprovecharon estos materiales geológicos para fabricar herramientas y útiles, y una vez descubierta la fundición del cobre, los metales fueron cobrando relevancia sin sustituir a la piedra que siguió empleándose como materia prima para ritos, calzadas, murallas, esculturas, etc., y de forma muy destacada como pieza esencial en la arquitectura, dada su resistencia al fuego.
“Tempus fugit” y las costumbres también mutan velozmente. En algún sitio leí que “a la Tierra le encantan nuestros pies, pero tiene miedo de nuestras manos”. Viene esto a cuento porque a partir del Acuerdo de París de 2015 se tiende a promover una economía de transición con energías más limpias bajas en emisiones de carbono, un objetivo inexcusable para atajar el calentamiento global. Ello implica la necesidad de minerales con asombrosas propiedades ópticas, químicas y magnéticas que, de pasar bastante inadvertidos, ahora son ineludibles para las tecnologías de última generación.
España es el tercer país europeo con mayor número de recursos mineros, con variedad de elementos críticos y estratégicos: litio, cobalto, cobre, tierras raras… Sin embargo, la desmedida exigencia de algunas organizaciones ecologistas (las del “no a todo”) impide que podamos autoabastecernos de sustancias disponibles en el subsuelo –existen unos treinta proyectos paralizados–, lo que obliga a importarlas con precios desorbitados. Es decir, poseemos un notable potencial que no logramos aprovechar; veamos unos pocos ejemplos aclaratorios.
En la provincia de Cáceres (en San José Valdeflórez) se estima que existen 1,3 millones de toneladas de litio –imprescindible para las baterías de los coches eléctricos– lo que permitiría incluso exportar el sobrante, pero su beneficio no cuenta con el beneplácito de las autoridades autonómicas; igualmente en la comarca de Mofragüe se ha descubierto un significativo yacimiento. Asimismo, en La Fregeneda (Salamanca) existe un antiguo minado, de feldespato y lepidolita, rico en litio.
Varias multinacionales ponen la mira en el cobalto de Asturias, cuya utilidad resulta clave para la construcción de baterías de iones de litio. En concreto, presentan alicientes los permisos de investigación “Saint Patrick” (en Riosa), “Santa Amelia” y Picayos-Carreña (Cabrales y las Peñamelleras).
La corta de los Frailes en Aznalcóllar (Sevilla) alberga unas reservas de 43,5 millones de toneladas de sulfuros complejos de cobre (un automóvil, cero emisiones, precisa cinco veces más cobre que el convencional, amén de ser clave para los aerogeneradores), plomo, zinc, plata y oro que se quieren explotar por minería subterránea, aunque los propósitos están paralizados judicialmente. Obviamente, el suceso contaminante ocurrido en 1998 pasa factura.
Algo similar acontece con las “tierras raras”, un grupo de metales de transición esenciales para fabricar dispositivos electrónicos (ordenadores, televisores, teléfonos móviles, baterías, placas solares y todo tipo de imanes), turbinas eólicas o equipamiento médico (resonancias magnéticas, tomografías o terapias anticancerígenas). En España contamos con dos veneros de interés, uno en Campo de Montiel (Ciudad Real) y otro en el monte Galiñeiro (Pontevedra). En el primero, una importante concentración del fosfato monacita, se pretendían extraer unas 30.000 toneladas de esos preciados componentes (cantidad suficiente para abastecer un 60% de la demanda europea). El proyecto fue rechazado por el gobierno autonómico aduciendo razonamientos ambientales. No obstante, pocos se preguntan de dónde provienen los elementos utilizados en los modernos coches, ordenadores, teléfonos móviles, etc., seguramente obtenidos en países tercermundistas y bajo condiciones infrahumanas. Resulta hipócrita la postura de “sí a los avances tecnológicos, pero lejos de donde yo vivo”.
En otro orden de cosas, a partir de la invasión de Putin a Ucrania –si bien ello viene de muy atrás– se puso en evidencia la enorme dependencia de la UE de los combustibles fósiles, especialmente del gas proveniente de Rusia. Paradójicamente, ahora se ofrece a proporcionarlo EE UU que, en gran parte, lo obtiene con fracturación hidráulica (el denostado “fracking”), técnica vilipendiada en nuestras latitudes, a pesar de contar con posibilidades en el subsuelo asturiano.
Hay que cambiar la extendida visión negativa de la minería, para lo cual sería necesario resolver la grave problemática que conlleva la explotación de algunas materias primas a base de una gestión sostenible y más respetuosa con el medioambiente. Cada vez son más exigentes los permisos para conseguir la autorización de apertura de una mina.
En concordancia con lo dicho, he proclamado hasta la saciedad que el laboreo a cielo abierto genera el temor de una actuación inmisericorde para el medio geológico, dado que es injustificable la “minería de rapiña” desarrollada impunemente por doquier. Sin embargo, no se debería confundir la salvaguardia de la naturaleza con su intangibilidad a ultranza.