Enrique Quintana: Nos amenaza una crisis alimentaria – nación321
El secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, lo advirtió desde el pasado 11 de marzo: si no se toman medidas de fondo, decenas de millones de personas en el mundo pueden padecer hambruna en los siguientes meses.
La estimación de la ONU es que aproximadamente 155 millones de personas en el mundo padecían hambre aguda en 2020 y la cifra subió a 193 millones en 2021.
El pasado 18 de mayo, en la propia ONU se realizó una reunión sobre seguridad alimentaria global, a la que por cierto asistió el secretario de Agricultura de México, Víctor Villalobos, donde se volvió a abordar este delicado tema.
De acuerdo con un amplio reportaje publicado por el diario El País el domingo 15 de mayo, la tendencia a que estallara esta crisis ya se asomaba con el cambio climático y la pandemia, pero se acentuó a partir de febrero con la invasión rusa a Ucrania.
El artículo de portada del semanario The Economist de esta semana titulado “The coming food catastrophe”, refiere que Rusia y Ucrania proveen conjuntamente el 28 por ciento de las exportaciones mundiales de trigo; el 29 por ciento de las de cebada; el 15 por ciento de las de maíz, y el 75 por ciento de las de aceite de girasol.
La guerra ha golpeado severamente esta producción.
Una de las expresiones de esta crisis es el disparo en los precios de los alimentos. De acuerdo con datos de Bloomberg, en los últimos 12 meses, el precio internacional del trigo se ha elevado en 73 por ciento en dólares; y el del maíz subió 50 por ciento entre el mes de octubre y los primeros días de mayo.
En las cadenas de producción de alimentos, las alzas del trigo y del maíz implican también alzas de buena parte de alimentos procesados y de cárnicos.
México no se ha escapado de esta crisis.
En los últimos 12 meses, de acuerdo con los datos del INEGI, en México los precios de los alimentos se incrementaron en 12.6 por ciento, es decir, alrededor de 5 puntos por arriba de la inflación general.
Algunos incrementos específicos son aún más altos.
El precio de las tortillas y derivados del maíz creció en 16 por ciento; el del pan creció 15.5 por ciento; el pollo se encareció en 13.5 por ciento, y los aceites y grasas vegetales en 37 por ciento.
Se combinan en el cuadro descrito los problemas de abasto con los incrementos de precios. Y eso es lo que puede resultar en el extremo en hambruna en algunos casos, pero en muchos más en la pérdida de la capacidad del ingreso para adquirir alimentos.
Y, como habrá que destinar una proporción cada vez mayor del ingreso para comprar comida, nos enfrentaremos a un problema de empobrecimiento por la pérdida de la capacidad de comprar otros bienes y servicios.
Los partidarios de la 4T pueden decir que México no va a padecer este problema debido a los programas lanzados por el gobierno federal.
Pues por lo pronto, lo que se ha observado es que no hay un comportamiento claramente a la baja de los precios presuntamente convenidos.
Unos bajan y otros suben, como en la dinámica usual de los mercados de productos alimentarios.
Aunque la principal amenaza de hambruna se presenta, sobre todo, en algunas zonas de África, en América Latina y aun en nuestro país habrá segmentos sociales que van a padecer más este problema.
A nivel global, un riesgo adicional es una situación de inestabilidad social en muchos lugares del mundo ante el encarecimiento o la escasez de los alimentos.
Pero, pensar que en México vamos a estar al margen de esos peligros, sería iluso.
Se va a requerir mucho más que el programa antiinflacionario anunciado el 4 de mayo para hacer frente a la crisis alimentaria que tenemos a la vuelta.