Vamos a minar el fondo del mar, ¿qué podría salir mal? – Rebelion
En 1975, Nauru era el segundo país más rico del planeta. Solo Arabia Saudí superaba en renta per capita a la pequeña isla del Pacífico. Este territorio de apenas 21 kilómetros cuadrados se asentaba sobre un tesoro de fosfatos y sus posibilidades de extracción parecían infinitas. La explotación minera había sido gestionada por la British Phosphate Commissioners, bajo control de Reino Unido, hasta 1967 y, desde entonces, los recursos eran manejados por la Nauru Phosphate Corporation, controlada por el estado de la isla.
Pero los
yacimientos empezaron a agotarse. En los años 80 y 90 el dinero
dejó de fluir como hasta entonces, pero la isla ya no tenía
muchas alternativas. Una serie de reformas intentaron convertir el país en un
paraíso fiscal en el Pacífico, pero sin mucho éxito. Más del 80%
del territorio interior había sido destruido por la minería, por lo que la agricultura y la
ganadería eran imposibles, y la falta de ingresos complicaba mucho las
posibilidades de importar alimentos y otros bienes (Nauru recibía casi todo
desde el exterior).
Hoy, tras
tocar fondo, la economía local muestra leves signos de
recuperación y lo hace, sobre todo, a lomos de una nueva
promesa extractiva que podría cambiar el planeta para siempre: la minería
submarina. Ocean Resources Inc (NORI), filial de la compañía
canadiense DeepGreen, trabaja de forma estrecha con las autoridades locales
para extraer minerales valiosos del fondo del mar en las aguas territoriales de
Nauru. Su objetivo es remitir la que será la primera solicitud de explotación
de minería submarina del mundo en algún momento del año que viene.
El proyecto
ha divido al mundo. Hace pocos días, recibió el apoyo de la
agencia científica australiana, CSIRO, y otras empresas del sector
han mostrado su interés en que vaya adelante. Enfrente tiene a un grupo cada
vez mayor de científicos y países que piden tomarse con calma la
explotación minera del fondo del mar. Durante la última Conferencia sobre los
Océanos de la ONU, Fiji y Palau presentaron la Alianza por la moratoria a la
minería submarina, alianza a la que la semana pasado se unió
formalmente la Federación de Estados Micronesios.
“Todavía hay
mucho que no sabemos de los impactos de la minería oceánica”, señala Kristina
Gjerde, asesora de
políticas de alta mar para el programa marino y polar de la Unión Internacional
para la Conservación de la Naturaleza (UICN). “Pero también hay muchas cosas
que ya sabemos, y son alarmantes. Necesitamos más investigación para entender de verdad el problema,
pero también necesitamos actuar en base a la información que manejamos en este
momento para evitar la degradación sin remedio de los ecosistemas marinos”.
El ultimátum de Nauru
La
revolución tecnológica de las últimas décadas, la industrialización y, más
recientemente, la transición hacia fuentes de energía renovables han disparado
la demanda mundial de minerales. Dado que la mayoría de yacimientos terrestres
están ya explotados y, en muchos casos, han superado su pico de producción, la
industria minera mira con atención al fondo marino. Actualmente
existen 31 proyectos de exploración en marcha que ocupan 1,5 millones de
kilómetros cuadrados de fondos en aguas internacionales, según la
UICN. Aunque más que iniciativas de exploración, se trata de
prospecciones mineras.
La Autoridad
Internacional de los Fondos Marinos (ISA, por sus siglas en inglés), lleva una
década intentando definir las leyes que regulen esta actividad, pero no está
siendo fácil. “Todavía existen muchas preguntas legales y financieras sin
responder, así como de conflicto de intereses y de seguridad”, explica Gjerde.
“Creo que, sinceramente, es poco probable que tengamos una
regulación en julio de 2023”. Esa fecha está marcada en rojo en calendario, porque existe la
posibilidad de que el proyecto de minería submarina de Nauru se ponga en marcha
haya o no haya leyes.
Alegando
retrasos excesivos en el desarrollo de la regulación (las discusiones
estuvieron paralizadas por la pandemia), el gobierno de Nauru comunicó el año
pasado a la ISA que podría empezar a trabajar en el plazo de dos años, en julio
de 2023. Lo hizo aprovechando un instrumento legal, conocido como la regla de
los dos años, que nunca hasta entonces había sido utilizado. Según su punto de
vista, si no hay una normativa específica para mediados del año que
viene, la extracción minera podría arrancar bajo la normativa existente.
Ocean Resources Inc también ha mostrado interés en enviar la solicitud formal
de explotación comercial en los próximos 12 meses.
“Hay muchos
gobiernos a favor de una moratoria en la minería oceánica. Y hay muchas voces
autorizadas, muchos científicos, mostrando su preocupación. Creo que esto va a
ser difícil de ignorar en las reuniones de la ISA”, añade Kristina Gjerde. “La
ISA debe actuar, según las leyes internacionales, en favor de
la humanidad en su conjunto. Si finalmente se permite la minería submarina el año que viene, las
generaciones del presente y del futuro estaremos lidiando con las consecuencias
durante mucho tiempo”.
Los impactos de la minería submarina
Gjerde es
también una de las firmantes del Deep-Sea Mining Science
Statement, un manifiesto apoyado hasta ahora por más de 650
especialistas en el ámbito marino de 44 países diferentes que pide que se
detenga la explotación minera en aguas profundas. De acuerdo con este documento, la
explotación minera de los fondos marinos se sumaría a los factores de estrés de
los océanos ya existentes, como el cambio climático, la pesca de arrastre y la
contaminación, lo que provocaría una pérdida de biodiversidad y de
funcionamiento de los ecosistemas que sería irreversible y pondría en riesgo la forma de
vida de millones de personas en todo el mundo.
Así, más
allá de todo lo que todavía se desconoce sobre las dinámicas del océano
profundo, estos son los impactos de la minería submarina que más preocupan a
los expertos y expertas:
– Pérdida directa de especies y
poblaciones únicas
y ecológicamente importantes por motivo de la degradación y la destrucción de
sus hábitats.
– Producción de penachos de sedimentos persistentes que afectarían no solo a los
ecosistemas del fondo, sino a las especies de toda la columna de agua hasta la
superficie.
– Interrupción de los procesos
ecológicos que
conectan los ecosistemas de aguas medias y los del fondo, llamados bentónicos.
– Vertido de sedimentos, metales y
toxinas en
toda la columna de agua, tanto por la explotación de los fondos marinos como
por el vertido de las aguas residuales de la minería desde los buques.
– Contaminación acústica por la actividad de la maquinaria
industrial en el fondo del océano y del transporte de lodos de mineral hasta la
superficie del mar.
– Consecuencias inciertas en la dinámica del secuestro de
carbono en el
océano y en su almacenamiento en las profundidades.
Soluciones a la espera de regulación
Estos días
se celebra en Kingston, Jamaica, la reunión del consejo de la Autoridad Internacional de
los Fondos Marinos, parte de la sesión número 27 de la ISA que lleva
en marcha desde principios de año. “El consejo dio un paso muy importante el
año pasado al permitir una participación mucho más activa de todos los
gobiernos y la sociedad civil en las decisiones, que hasta entonces habían
estado controladas por las partes interesadas”, señala Kristina Gjerde.
El trabajo,
por ahora, no vislumbra un final claro. Según la científica, a finales de año
llegará el momento de echar la vista atrás, ver en qué punto están las
negociaciones y qué decisiones faltan por tomar antes de redactar un marco
legal definitivo. Así, parece poco probable que la norma llegue
antes de julio de 2023, aunque
tampoco está claro que Nauru y Ocean Resources Inc vayan a lograr que su caso
prospere y obtengan el permiso de explotación.
“Tenemos que
lograr reducir los impactos de la minería en su totalidad, dentro y fuera del
mar. Tenemos que reducir nuestra demanda de recursos minerales vírgenes y reutilizar más. Tenemos que
diseñar la tecnología para que no dependa de estos materiales y para que todos
los componentes sean siempre reciclables”, concluye Gjerde. “El mismo debate
que estamos teniendo con los plásticos tenemos que tenerlo con los minerales y
la tecnología. No podemos seguir como hasta ahora, tirando hacia adelante
mientras ignoramos los impactos”.
Fuente: https://www.climatica.lamarea.com/minar-fondo-mar-mineria-submarina/