Los otros afectados por el sargazo – Animal Político
Mal olor, suciedad, descomposición, basura, baja de turismo. Estas son algunas de las palabras que mencionan personas de las comunidades que viven en la Reserva de la Biosfera Sian Ka’an cuando les preguntamos con qué relacionan la presencia del sargazo.
Desde el 2011 se han registrado lo que se conoce como arribazones masivos de sargazo, formando un cinturón de casi 9,000 km de longitud que se extiende desde el Caribe hasta la costa occidental de África. En junio de 2018, se calculó que este cinturón podría contener 20 millones de toneladas métricas.
En su forma natural, el sargazo es un alga que vive en el “mar de los sargazos”, ubicado en el Océano Atlántico norte. Ahí, el alga es muy importante desde el punto de vista ecológico, porque ofrece hábitat y alimento a muchas especies como peces de importancia comercial, aves, tiburones e incluso ballenas, que migran anualmente a través de este mar.
Aunque las causas de la proliferación masiva y arribazones en las costas no se conocen a fondo, científicos creen que son resultado de una combinación de factores: nubes de polvo del Sahara, el cambio climático y el elevado uso de agroquímicos.
El polvo del Sahara, que viaja miles de kilómetros a lo largo del Atlántico, contiene minerales que podrían fertilizar los mares. Las aguas cálidas podrían ser un espacio favorecedor para el crecimiento del alga. Finalmente, las cantidades masivas de fertilizantes que se aplican en la cuenca del Amazonas y en el Mississippi contribuyen a la fertilización del agua y crean las condiciones para el crecimiento del sargazo.
Entre estos factores existen también ciclos de retroalimentación que podrían exacerbar el problema. El cambio climático, por ejemplo, podría generar lluvias extremas que multipliquen la escorrentía de agroquímicos hacia el océano.
Es claro que la actividad humana tiene impactos más allá de lo inmediatamente aparente. Esta crisis del sargazo es un ejemplo de que el planeta es una red de elementos que interactúan de formas complejas: polvo del Sahara que afecta el Caribe, agroquímicos del Amazonas que afectan la costa de África.
Los otros afectados
Es común ver información y fotografías de las playas turísticas de Quintana Roo, entrevistas periodísticas del personal de hoteles sobre cancelaciones, daños a la economía del estado, tan dependiente del turismo. Lo que no es tan común es escuchar acerca de las poblaciones más remotas y desfavorecidas. Tampoco se escucha sobre los impactos que el sargazo puede tener en los ecosistemas naturales, más allá de las playas blancas y el agua turquesa.
En 2020, WWF México lideró un estudio para entender de qué manera las comunidades que viven en la Reserva de la Biosfera Sian Ka’an están siendo afectadas por el sargazo. Esta reserva, incluida en 1987 en la lista de Patrimonio Mundial por la UNESCO, está ubicada en la costa de Quintana Roo, al sur de Tulum. Alberga ecosistemas de gran importancia como arrecifes, bahías, manglares y bosques tropicales en donde habitan especies como el jaguar, puma, manatíes, monos y cientos de aves.
Además de ser un sitio especial desde el punto de vista biológico, es el hogar de tres comunidades: Javier Rojo Gómez (Punta Allen), María Elena y Punta Herrero. Las personas que viven en estas comunidades dependen principalmente de la pesca y el turismo de bajo impacto ambiental.
María Elena y Punta Herrero son un espacio de referencia internacional por su sistema de vigilancia comunitaria y buenas prácticas en temas de pesca sustentable.
Pero el sargazo ha afectado seriamente estas actividades. Los pescadores de langosta, por ejemplo, refieren pérdidas mayores al 50% de su captura como consecuencia de la presencia del sargazo. Además, cuentan que el producto se ha depreciado por el deterioro que genera el sargazo en las langostas.
Los pescadores encierran a las langostas para poder venderlas vivas, ayudando a tener una actividad más redituable, pues puede venderse en precios hasta tres veces mayores. Pero el sargazo modifica las condiciones del agua, afectando la salud de las langostas y por lo tanto su valor comercial. El efecto económico en la vida de las personas es serio, ya que el 100 % de ellos reporta no tener los ahorros necesarios para sobrellevar estos impactos.
Además de ver alteradas sus actividades productivas, las personas encuestadas reconocieron haber sufrido impactos a la salud. Reportan sufrir granos, ronchas, enrojecimiento e incluso heridas y llagas, especialmente cuando tienen contacto directo con el sargazo en las actividades de limpieza o actividades turísticas como buceo y pesca. Otros síntomas mayores comentados fueron dolor de garganta, dolor de cabeza, vómito e incluso fiebre, sobre todo en los momentos de descomposición masiva del sargazo.
Más ayuda
Aunque cerca del 60% de los encuestados reconocen que algunas instituciones del gobierno del estado, el gobierno federal y organizaciones de la sociedad civil han llevado a cabo acciones para atender la crisis, también comentan que los fondos han sido insuficientes y que los apoyos se han focalizado en los sitios turísticos del estado y no en estas localidades.
En el mediano plazo, cada vez más personas, organismos e instituciones deberán trabajar en atender las causas de raíz de las manifestaciones de la degradación ambiental como la presencia del sargazo en las costas mexicanas. Debemos proteger lo que nos queda, restaurar lo que hemos perdido, reducir nuestra huella y apalancar los recursos y voluntades de diversos actores y sectores.
Mientras tanto, necesitamos voltear a ver las áreas naturales protegidas en donde la crisis no fue del todo atendida esta temporada de sargazo (que termina a finales de agosto) y de seguir igual, tampoco se vislumbra la atención necesaria en los años que vienen.
Gobierno, empresas, academia y sociedad civil debemos sumar esfuerzos y encontrar soluciones sostenibles que puedan minimizar el impacto del sargazo en las costas, en especial en aquellas comunidades afectadas.
* Alejandra Calzada Vázquez Vela es especialista en adaptación al cambio climático. En WWF México coordina el proyecto Costas Listas, integrando el cambio climático en áreas marinas protegidas y manejo costero de la Ecorregión del Arrecife Mesoamericano. Es maestra en conservación por la Universidad Estatal de Colorado y el Colegio de la Frontera Sur. Es bióloga de formación.
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