La contaminación lumínica de Europa vista desde el espacio
Ciencia
El primer mapa en color, creado con imágenes procedentes de la Estación Espacial Internacional, muestra un cambio hacia emisiones más blancas y azules, debido a la introducción de la tecnología LED
Hace años que la luz de las ciudades brilla más que la de las estrellas, y cada vez más, porque la contaminación lumínica es un problema extendido en todo el mundo desarrollado y va en aumento, tal como evidencia un estudio publicado en la revista Science Advances, en el que han colaborado astronautas de la ESA.
Desde 2003, un equipo de cosmonautas europeo ha tomado más de un millón de fotos de la Tierra, de noche, con cámaras digitales. La comparación de unas con otras a lo largo del tiempo les ha permitido observar un claro aumento de la contaminación lumínica en las zonas urbanas, así como un cambio hacia emisiones más blancas y azules, debido a la introducción de la tecnología LED en los sistemas de alumbrado.
Si bien la crisis energética ha llevado a la Unión Europea a tomar medidas que ayuden a ahorrar energía, como apagar las luces de los escaparates, anuncios luminosos y edificios públicos desocupados, a partir de las diez de la noche, los científicos advierten que este no es solo es importante reducir costes, también velar por nuestra salud y la del medio ambiente, pues la contaminación lumínica tiene grandes efectos nocivos, al alterar el ciclo nocturno de los seres humanos, los animales y las plantas.
«Vista desde el espacio, la imagen resultante parece el resultado de un TAC para un cáncer, o una tela de araña fluorescente que no para de crecer», explica Alejandro Sánchez de Miguel, investigador de la Universidad Complutense de Madrid y autor principal del reciente
artículo.
Ciudades más ‘blancas’
Los cambios varían según el país y reflejan la existencia de diferentes sistemas y políticas a la hora de iluminar las calles. Mientras que en Italia y el Reino Unido se ha producido un notable aumento de la contaminación lumínica, países como Alemania y Austria muestran un cambio menos drástico en sus emisiones espectrales.
Milán fue la primera ciudad de Europa en llevar a cabo una conversión total a LED blancos en su alumbrado público, mientras que más de la mitad de todas las farolas públicas del Reino Unido adoptó esta tecnología a principios de 2019. Alemania, por su parte, aún mantiene en uso muchas farolas fluorescentes y de vapor de mercurio, si bien su iluminación nocturna se está blanqueando.
En el lado más cálido del espectro, Bélgica brilla con un naranja intenso gracias al uso generalizado de farolas de sodio de baja presión. Estas luces provocan que los Países Bajos emitan un brillo dorado.
Efectos nocivos
Las tonalidades blancas y azules de la luz tienen un mayor impacto en el ritmo circadiano diurno y nocturno de los organismos vivos, incluidos los humanos. El estudio se centra en tres grandes efectos negativos. En primer lugar, la supresión de la melatonina, una hormona que juega un papel importante en el sueño y cuya producción y liberación está relacionada con la hora del día (aumenta cuando está oscuro y disminuye cuando hay luz). «Cuando encendemos las farolas, privamos a nuestro cuerpo de la hormona de la melatonina y alteramos nuestro patrón de sueño natural», explica Sánchez de Miguel.
Segundo, el impacto en la respuesta fototóxica (capacidad para moverse y reaccionar ante una fuente de luz) de los insectos, como las polillas, y los murciélagos. Por ejemplo, casi todas las especies de murciélagos que pueblan Europa viven en regiones donde la composición espectral de la iluminación nocturna se ha vuelto más blanca, lo que afecta a su vuelo y caza.
Y en tercer lugar, el empeoramiento de la visibilidad de las estrellas en el cielo nocturno, que influye especialmente en los ámbitos de la geolocalización y la observación astronómica, así como en la percepción humana de la «naturaleza» y de su lugar en el universo.
Adictos a la luz
Aunque la revolución de la iluminación LED prometía reducir el consumo energético y mejorar la visión humana por la noche —y con ella, la sensación de seguridad—, el estudio muestra que las emisiones globales han aumentado. Paradójicamente, cuanto más barata y mejor es la iluminación, más adicta a la luz se vuelve la sociedad.
En el artículo se especula con la existencia de un «efecto rebote» en el alumbrado exterior, según el cual la eficiencia energética, con la consiguiente reducción de costes asociada, aumentarían la demanda de alumbrado, reduciendo así cualquier incremento de eficiencia.