Juan Arturo Brennan: Muy raro, esto del Foro
L
o he escrito aquí varias veces, y lo escribo de nuevo, por convicción: el Foro Internacional de Música Nueva que lleva el nombre de su fundador y principal promotor, Manuel Enríquez (1926-1994), es la más importante serie dedicada a la música de nuestro tiempo en el país. Lo es y lo ha sido desde su fundación hacia el final de la década de 1970. En buena medida por la importancia intrínseca del foro, y otro tanto por mi propio gusto y aprendizaje, he procurado mantenerme cerca de sus actos, en la medida de lo posible, a lo largo de cuatro décadas y pico. En esos cientos de conciertos he visto y escuchado de todo, literalmente, y ha sido una larga y muy enriquecedora experiencia. Y sí, en varias de las ediciones del encuentro he presenciado conciertos realmente raros, que puedo dividir en dos vertientes: raros memorables, y raros olvidables. ¡Cómo me gustaría hacer aquí el recuento anecdótico de algunos de ellos! Sin embargo, creo que ninguno me ha parecido tan raro como el ofrecido el pasado fin de semana por la Orquesta Filarmónica de la Universidad Nacional Autónoma de México (Ofunam) como parte del foro.
Bajo la batuta de José Areán, uno de los directores mexicanos que se ha involucrado con enjundia y convicción en la música moderna y contemporánea, la orquesta universitaria se inició con una ejecución que nada tuvo de raro, y sí mucho de bienvenido de manera múltiple: un estreno mundial, de una obra mexicana, de una compositora, que estuvo ahí presente. Se trató de la Fantaisie hivernale (Fantasía invernal), de Alejandra Odgers, una partitura breve y concisa, sustentada en el campo armónico inicial creado por las cuerdas en un marco abiertamente tonal. Sobre ese campo, la compositora hace flotar diversos motivos y melodías que por momentos sugieren una atmósfera sutilmente neoimpresionista, todo ello, desarrollado a través de un tempo y un compás muy homogéneo, y coloreado en ciertos momentos con destellos del arpa y la celesta. Resultado de la audición de este estreno de Alejandra Odgers: una muy cálida recepción del público.
Después, el fenomenal violinista inglés Irvine Arditti fue el solista en la compleja y demandante obra Dox-Orkh (1991), de Iannis Xenakis, de cuyo estreno mundial se había encargado hace 31 años. Ante el violín solista, una orquesta de conformación peculiar, empleada por Xenakis mayormente con base en bloques, con una nutrida sección de alientos-madera e, inesperadamente, sin percusión. Alejada de la concepción usual del concierto o la obra concertante más libre, Dox-Orkh exige una concentración extrema del solista y, de la orquesta demanda la difícil alternancia entre bloques sonoros masivos y complejas texturas que por momentos remiten a las de György Ligeti. Clústers, glissandi, desarrollo episódico, ritmos y metros irregulares son algunas de las características de Dox-Orkh. Entre los pocos solos orquestales destaca en esta pieza uno importante de corno que, por cierto, fue bastante bien tocado. Otro elemento central de Dox-Orkh, el contraste extremo de registros (también usual en Ligeti), tanto en el violín como en la orquesta. Irvine Arditti refrendó la calidad de su ejecución de la obra de Xenakis al tocar como bis, y por contraste, una breve pieza de John Cage, de sonido liso, seco y delicado. Hasta aquí, nada raro.
Y para la segunda parte, ahora sí, ¡qué raro!… los Cuadros de una exposición, de Músorgski, robusta y espectacular pieza, muy favorita del público. ¿Qué hace una obra como esta en un concierto del Foro Internacional de Música Nueva? No tengo idea, y no me animé a preguntar, por muchas razones. Pero especulo: o no hubo voluntad de programar un concierto íntegro de música contemporánea, o se programó esta obra para atraer a un público que de otra manera no hubiera puesto un pie, ni por equivocación, en la sala Nezahualcóyotl. Vaya uno a saber. El caso es que, por no dejar, me quedé a escuchar los Cuadros y, ¡oh, sorpresa!, me encontré con una versión que en muchos momentos se alejó de lo usual en este caballito de batalla, debido a que José Areán puso aquí y allá pinceladas de su cosecha, evadiendo la rutina con la que suele ejecutarse esta obra. Sin duda, muy raro esto del foro.