El hundimiento del Cerro Rico: minería, muerte y contaminación – Página Siete
El Cerro Rico de Potosí es uno de los principales emblemas bolivianos. Su imagen reposa al centro del escudo nacional como muestra de su riqueza argentífera y de su enorme importancia en la historia nacional (y global). Esta montaña es polimetálica y ha sido explotada desde la segunda mitad del siglo XV. Empero, con la conquista española y la instalación de un régimen colonial en el siglo XVI, se convirtió en uno de los principales productores de plata del mundo. En 1987 la ciudad de Potosí fue declarada Patrimonio Mundial por la Unesco, un reconocimiento a la importancia global del Cerro Rico.
Hace unos días el periódico El Potosí compartió un vídeo que mostraba el gradual hundimiento de la cúspide del cerro. Las imágenes mostraban la polvareda que estaba produciendo ese derrumbe. Estos hechos lamentablemente no son nuevos. El periodista Juan José Toro ha denunciado en reiteradas ocasiones el deterioro del Sumaq Orko y la indiferencia de las autoridades. Siendo uno de los símbolos de la historia nacional y parte central de la retórica potosinista es muy elocuente que nada se haya hecho para detener lo que parece la crónica de una muerte anunciada del Cerro Rico.
En este artículo no quiero referirme únicamente al deterioro del Sumaj Orko. En Potosí se sabe que este deterioro es el resultado de la explotación indiscriminada de las cooperativas mineras. Las cooperativas con la complicidad de numerosos actores económicos y políticos están contribuyendo para que el Cerro Rico desaparezca. También quiero referirme al enorme costo humano de la actividad minera que por siglos ha generado padecimientos y muerte. Lxs potosinxs hemos subrayado la importancia material del Cerro Rico, descuidando el lado humano de los/las trabajadores/as. La industria minera ha producido muerte, contaminación y dolor.
Hace unas semanas el diario El Potosí publicó una nota en la que se reportaban 60 mineros muertos (la gran mayoría varones) a causa de accidentes al interior de los yacimientos del Cerro Rico y de Porco. Todo ello en este 2022. Estos números no son oficiales y se teme que puedan ser más altos. Las condiciones laborales no son óptimas y el trabajo minero per se es muy riesgoso. Lxs trabajadorxs se exponen a explosiones, derrumbes, contaminación medioambiental y el desarrollo de enfermedades y transtornos pulmonares como la silicosis. La expectativa de vida minera es aún muy baja: 45 años.
Otro aspecto también dramático es el de la degradación y daño medioambiental. Este proceso de deterioro afecta directamente a los trabajadores y a las poblaciones aledañas del Cerro. En julio pasado, un dique de colas de Fedecomin, ubicado en Agua Dulce, se rompió. Según un monitoreo de la Sociedad Potosina de Ecología (SOPE), esta ruptura produjo la contaminación de las aguas de los ríos de San Antonio, y aguas abajo, del Pilcomayo. El equipo técnico informó de la contaminación de cinco sectores: Agua Dulce, San Antonio, La Palca, Tarapaya y Mondragón. Todos ellos con valores elevados de cadmio, hierro y zinc y otros metales pesados.
Los informes del Viceministerio de Medio Ambiente señalan que el agua del río Pilcomayo es apta para el consumo humano. Sin embargo, la gobernación de Tarija tiene el juicio opuesto, aunque minimiza los riesgos. Las autoridades municipales y departamentales no advierten de la gravedad del problema para la salud humana. Haciendo una síntesis, podemos decir que en los últimos años se ha producido un crecimiento exponencial del deterioro del Cerro Rico, se han incrementado las penurias laborales de lxs trabajadorxs y han aumentado los riegos de contaminación medioambiental. La SOPE ha denunciado desde hace varios años el aumento de contaminación medioambiental.
Los beneficios de la industria minera son mínimos si se ven en perspectiva. Las muertes de jóvenes trabajadorxs y la creciente contaminación medioambiental son dos ejemplos trágicos de los perjuicios sociales que produce la industria. La minería está deteriorando irreversiblemente a la naturaleza. En este escenario solamente las élites de las cooperativas mineras obtienen beneficios. Por tanto, debemos ver la situación del Cerro Rico como un serio problema social que debe ser atendido y resuelto. La historia de Potosí ha estado vinculada desde el periodo colonial a la industria minera y se ha construido un discurso identitario a partir de esta industria. Es hora de repensar el futuro del Cerro y de Potosí. Apostar por actividades económicas limpias, por trabajos dignos y por mejores condiciones de vida para todxs. Esperemos que llegue el momento de ver erguida nuevamente la cúspide del Cerro y que sea ésta un símbolo de un Potosí distinto.