Los Objetivos de Desarrollo Sostenible no se pueden renegociar: Paula Caballero – ELTIEMPO.COM
La llamaban loca. La cuestionaban preguntándole por qué Colombia iba a diseñar una agenda de desarrollo mundial. Incluso le hicieron una fuerte oposición argumentándole que los Objetivos de Desarrollo Sostenible del Milenio (ODM) aún tenían tres años de vigencia (hasta 2015).
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«Usted está tratando de desvirtuar los ODM. A Colombia no le importa la pobreza; no hay derecho. Esto me argumentaban los países en desarrollo que estaban recibiendo mucha ayuda bilateral para implementar los ODM, que incluían mortalidad y nutrición materno infantil y acabar con la malaria. Cosas muy nobles y me decían que los colombianos se estaban oponiendo a esa agenda».
Así recuerda Paula Caballero, la madre de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), cómo luchó en diferentes escenarios internacionales por su idea –descabellada para muchos, como relata ella– de renovar el plan mundial para construir un futuro acorde a las necesidades recientes.
Caballero es colombiana. Es apasionada por la sostenibilidad y el medioambiente, de hecho, fue reconocida recientemente entre los 100 latinos más comprometidos con la acción climática. Actualmente es la directora ejecutiva de América Latina de The Nature Conservancy, cuyo objetivo es diseñar nuevas estrategias y alianzas innovadoras para conservar la región con mayor biodiversidad del planeta.
Su trabajo más importante y por el que se siente más orgullosa es el de ser la precursora de los ODS, travesía que se inició a principios de 2011.
Está radicada en Estados Unidos, pero por su trabajo viaja constantemente por América Latina. Hace pocos días estuvo en el Movistar Arena, en Bogotá, para dar un discurso motivacional a estudiantes de la Universidad de los Andes que se graduaron el lunes pasado de carreras como Arquitectura, Administración, Ciencias Sociales, Derecho, entre otras.
En entrevista con EL TIEMPO, Caballero habló sobre los retos que tiene Colombia de cara al cambio climático, de la importancia de los ODS y de la hoja de ruta ambiental que debería implementar el presidente Gustavo Petro.
¿De dónde surge la idea de crear los Objetivos de Desarrollo Sostenible y de plantear una nueva hoja de ruta mundial?
Todo se inició en 2011, cuando comenzamos a pensar de qué íbamos a hablar en la conferencia de Río+20 en 2012, que era 20 años después de la que se realizó en el (año) 92, la famosa Cumbre de la Tierra.
La agenda formal que había definido Naciones Unidas estaba tallada en piedra y tenía un concepto muy vago que se llamaba economía verde. Yo dije: en Río+20 van a estar los ojos del planeta y de verdad ¿vamos a hablar de un concepto que nadie entiende? Entonces pensé en los siete ODM, pero eran inadecuados, muy minimalistas, porque planteaban acabar el hambre y la pobreza, pero no hablaban de economía, energía, de agricultura y tampoco de tecnología y de género.
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Lo más grave es que fueron creados por Naciones Unidas para que los países en desarrollo actuaran, no tenían ninguna responsabilidad y, cuando querían, daban recursos. Tenían solamente la obligación de participar en alianzas globales. Y eso me parece absurdo porque el cambio climático y la migración tienen que ser esfuerzos colectivos. Entonces cómo podemos tener una agenda internacional que es solamente para los países en desarrollo.
¿Entonces qué se planteó?
Los ODM –aunque eran inadecuados– fueron muy buenos, porque cuando hay una métrica y un referente común genera una enorme dinámica y el sector privado y todos los gobiernos se habían volcado sobre esos objetivos.
Entonces yo planteé agárranos de esa misma idea, de tener una métrica pero ampliada para que sea universal y no solamente enfocada para los países en desarrollo. Fue la primera vez que se planteó una agenda universal y que integrara todas las facetas en desarrollo. Fueron 19 meses que duró la pelea infernal para que se aprobara el concepto de los ODS. En Río+20, además, logramos algo también significativo, que fue crear un grupo de trabajo abierto dentro de Naciones Unidas para negociar lo que hoy son los ODS.
¿Qué ha significado para Colombia ser el pionero en los ODS?
Cuando comencé a rodar por los pasillos de Naciones Unidas todos me decían: ‘why Colombia’ (por qué Colombia). Y yo les respondía: ¿por qué no? Les parecía inaudito que Colombia propusiera esta agenda, teniendo en cuenta que generalmente la definen los países desarrollados.
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Colombia, desde entonces, ha desempeñado un papel muy protagónico y tiene un gran respeto a nivel internacional. Como gestores de los ODS nos ha enaltecido dentro del sistema de Naciones Unidas y la comunidad internacional. Yo creo que los 17 ODS han ayudado a posicionar a Colombia como un referente internacional.
Han pasado dos gobiernos desde la creación de estos objetivos, ¿cuál es su balance?
El presidente Santos fue el primer gobierno en el mundo en estructurar su Plan Nacional de Desarrollo en torno a los ODS, otros siguieron después, como Sri Lanka, Bután y otros más. Duque, de un partido distinto, también lo hizo. Entonces, con mucho orgullo, los ODS se han convertido en un referente estatal, pero también para el sector privado y financiero. Uno de los ejemplos más acérrimos fue el de Paul Polman, el CEO de Unilever, quien dijo que estructurar sus empresas en torno a solo cuatro de los 17 ODS generaría millones de activos y empleos.
¿Cómo se le explica al ciudadano de a pie cómo se implementan los ODS?
Uno no puede decir que los va a implementar, porque hay metas como en educación, mejora del manejo de los recursos hídricos, generar innovación en el campo, etc. Los indicadores se negociaron en las Naciones Unidas y no se trata de una agenda política, es una agenda técnica.
Muchas ONG e incluso los gobiernos llevan el cálculo de cómo llevamos cumpliendo cada meta. Pero para mí lo importante no es cumplir, es la relación entre las metas ¿A qué me refiero? Uno no puede hacer crecer, por ejemplo, el capital económico a costa del capital natural o social. Hay que lograrlo todo junto.Si se decide hacer una carretera, hágala, pero trate de minimizar los impactos ambientales o buscar la manera que beneficie a más comunidades.
Hay algo que nos ha matado: el cortoplacismo. Queremos todo ya, buscamos ver el retorno de la inversión inmediatamente. Necesitamos inversiones para hacer la transición enérgica, en un campo más sostenible y equitativo, en una infraestructura baja en carbono y que promueva la equidad. Esas transformaciones nos las vamos a ver de un día para otro, tenemos que tener una visión y meta clara, debemos definir un derrotero.
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¿Cuál sería el derrotero?
Por necesidad ese derrotero tiene que incorporar el ámbito social, económico y ambiental. Por ejemplo, una plantación en la Orinoquia, en un sitio donde hay una enorme variabilidad de recurso hídrico, se puede manejar con una gran sensatez y con mucha ciencia. Eso qué generará, pues un retorno grande de inversión a 10 años; sin embargo, en ese tiempo habrá degradación de suelos, escasez de agua y se afectan otras poblaciones como la fauna.
En vez de llegar a eso, por qué no se piensa en hacer una inversión inteligente para manejar bien los recursos y no solo se tendrán ganancias a 10 años, sino a 50 y no van a menoscabar el derecho a esos recursos vitales de las comunidades y de la biodiversidad que lo rodea. Los ODS son una repuesta al cambio climático.
Cifras del Departamento Nacional de Planeación de inicios de este año señalan que Colombia avanzó en más del 72 por ciento del cumplimiento de los ODS. ¿Qué haría falta para llegar al 100 por ciento, teniendo en cuenta que los objetivos tienen vigencia hasta 2030?
Es irrisorio pensar que vamos a cumplir todos estos objetivos de aquí al 2030, porque son transformaciones muy complicadas. El 2030 tiene que ser un hito, un referente, que todos sintamos una responsabilidad absolutamente medular de lograr los mayores avances que podamos de aquí a ese año, pero se trata de un hito no de un fin. A nadie se le puede ocurrir renegociarlos (los ODS), porque nunca se podrá negociar algo más ambicioso. Los ODS son la ruta del futuro e incluso dan para el 2050. Lo que debemos hacer es comenzar a implementarlos de una manera sinérgica.
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¿Qué recomendaciones le daría al gobierno de Gustavo Petro para diseñar su hoja de ruta medioambiental?
Que tome como hoja de ruta los ODS. Que miren de manera imparcial y objetiva las políticas y sobre todo las decisiones que se toman en materia de ordenamiento territorial, para garantizar que estamos resguardando la enorme riqueza natural de Colombia para el futuro. En últimas, el capital económico y social dependen del natural, y con la mirada integral de esos tres capitales, buscar proteger a los más vulnerables a través de una política de Estado.
Petro ha sido enfático en que para proteger el medioambiente se debe encontrar un modelo que transite a una economía sin carbón y sin petróleo, ¿considera que es una propuesta viable?
Es un tema complicado. Lo que diría es que la transformación es un proceso de transición y tiene que definir ya para dónde va. Y, a la larga, el derrotero tiene que ser un mundo descarbonizado. Unas van a poder llegar más rápido que otras, pero eso tiene que ser la meta. También es necesaria una transición energética y eso requiere un capital importante. Por ejemplo, si mal no estoy, más del 60 por ciento de las emisiones de Colombia vienen del sector del uso de cambio y uso del suelo. Si Colombia quiere contribuir a mitigar emisiones, debe evitar la deforestación con prácticas agropecuarias.
¿Cuáles son esas prácticas?
Lo primero es evitar la deforestación. Tenemos que restaurar las áreas degradadas, tenemos que buscar que la agricultura y la ganadería que practiquemos sean más sostenibles. Por ejemplo, en una ganadería que está en los altiplanos se debería promover a través de agroforestería, para que la ganadería se vuelve intensiva en vez de extensiva. Entonces se incrementan los bancos de forraje y se rota el ganado para que la tierra tenga tiempo de recuperarse. De esta manera será posible proveer de alimento con un nivel proteínico y calorífico más alto a los animales sin que estén en pasturas extensas. Es muy importante que se elimine el tema de las quemas, con un enfoque orgánico y se minimice el uso de los agroquímicos.
¿Cuál es la mayor preocupación que debería tener Colombia para enfrentar el cambio climático?
Un uso apto de los suelos y de las tierras. Tenemos que transitar, como decisión de Estado, a un sector agropecuario que tenga como eje un modelo de negocios sostenible y en la medida logre crecer el empleo digno a las comunidades. ¿Qué estamos viendo en Colombia? Se evidencia una migración rural acelerada, el campo se está desocupando, los jóvenes no quieren labrar porque no es una profesión reconocida. Por eso hay que transformar el campo colombiano y es el momento para hacerlo.
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REDACCIÓN MEDIOAMBIENTE