Un cardenal admite haber abusado de una adolescente y sacude de nuevo a la Iglesia católica en Francia
Los abusos y crímenes cometidos por sacerdotes en Francia y ocultados o ignorados durante décadas por la Iglesia católica siguen aflorando un año después de que los obispos entonasen el mea culpa. Tocan a lo más alto de la jerarquía. La confesión de cardenal Jean-Pierre Ricard, arzobispo emérito de Burdeos, sobre un abuso sexual cometido hace más de tres décadas a una menor ha sembrado el desconcierto en la sesión anual de la Conferencia episcopal francesa que este martes concluyó en Lourdes. Y ha evidenciado que, pese a los buenos propósitos y al elogiado trabajo de investigación interna, queda mucho por hacer.
La fiscal de la República en Marsella, Dominique Laurens, anunció en un comunicado a la agencia France Presse: “Se ha abierto una investigación preliminar para verificar los elementos de esta revelación”. Laurens precisó que por ahora no se había interpuesto ninguna denuncia.
“Hemos recibido esta admisión como un golpe”, dijo Eric de Moulins-Beaufort, arzobispo de Reims y presidente de la Conferencia episcopal francesa, al revelar el lunes la declaración de Ricard. “Imaginamos el estupor de los diocesanos y de todos los católicos de Francia”.
De Moulins-Beaufort precisó que hasta hoy seis obispos han acabado ante la justicia francesa o canónica. Algunos, por abusos; otros, por encubrirlos. A los seis se añaden dos que ya no ejercen el cargo y están investigados por la Justicia francesa y otro que ha sido denunciado a la fiscalía. Y a estos hay que sumar, además de Ricard, otro caso reciente: el de Michel Santier, antiguo obispo de Créteil y de Luçon. En total son 11 obispos.
El cardenal Ricard (Marsella, 78 años) no es un sacerdote cualquiera. Es uno de los cinco franceses miembros del colegio de electores en el cónclave papal y ya participó en la elección del papa Francisco. Presidió la Conferencia episcopal entre 2001 y 2007. Es miembro del dicasterio para la Doctrina de la fe en Roma. Era un dirigente respetado e influyente.
El domingo, en el hemiciclo en Lourdes donde se reunían los obispos a puerta cerrada, Ricard leyó el siguiente mensaje: “Hace 35 años, cuando yo era un cura, me comporté de manera reprensible con una joven de 14 años. Mi comportamiento necesariamente causó en esta persona consecuencias graves y duraderas. Le he dado explicaciones y le he pedido perdón. Renuevo aquí esta demanda de perdón, así como a toda su familia”.
El cardenal no concretó más, ni especificó la naturaleza de los abusos. Pero no es un detalle que precisase que el abuso ocurrió hace 35 años. En Francia, los crímenes sexuales sobre menores prescriben a los 30 años de la mayoría de edad de la víctima. Si la víctima tenía 14 años en el momento del abuso, como dijo el cardenal, han pasado 31 años desde su mayoría de edad y, por tanto, los hechos están prescritos.
La declaración cayó como un mazazo en la Conferencia episcopal, que hace un año, tras publicarse el informe de la Comisión Independiente sobre Abusos en la Iglesia Católica (Ciase), prometió encarar las propias responsabilidades e indemnizar a las víctimas. El informe concluyó, por medio de una estimación estadística, que hubo un mínimo de 216.000 víctimas entre 1950 y 2020 de agresiones sexuales a menores perpetradas por entre 2.900 y 3.200 sacerdotes y otros responsables eclesiásticos.
“Aunque no todo sea perfecto, la Conferencia episcopal francesa ha mantenido su compromiso”, declaró al diario La Dépêche du Midi, en vísperas de la sesión plenaria de Lourdes, Olivier Savignac, presidente de la asociación de víctimas Parler et Revivre (Hablar y revivir). Pero añadió: “Pese a todo, los casos siguen saliendo y cada vez más graves, porque implican a personas de la jerarquía. Esto significa que todavía no se ha hecho la gran limpieza. Prevalece una cierta omertà por miedo a mermar un poco más la imagen que la Iglesia católica, que ya está muy dañada”.
En octubre, la publicación Famille Chrétienne reveló que el exobispo Santier había sido sancionado en 2021 por el Vaticano “por abusos espirituales con fines sexuales perpetrados sobre dos hombres mayores de edad” en los años noventa. Los casos no se conocieron hasta 2019, cuando los dos hombres lo denunciaron a la jerarquía eclesiástica. El hecho de que la Iglesia hubiese mantenido en secreto el procedimiento contra Santier y solo se conociese por medio de revelaciones de la prensa ha creado dudas entre algunos fieles sobre el compromiso de los obispos para afrontar los abusos con transparencia y decisión.
“Este asunto suscita la cuestión de la no publicidad de las medidas disciplinarias eclesiásticas”, declara al semanario cristiano La Vie Cédric Burgun, vicedecano de la facultad de derecho canónico del Instituto católico de París. “Los procedimientos eclesiásticos en un sentido amplio con frecuencia son objeto de una cierta opacidad que los fieles y el mundo de hoy ya no entienden”.
La declaración de Ricard es, para algunos católicos, una nueva y grave decepción tras el caso Santier, y una prueba de que, pese a los avances, el trabajo para rendir cuentas y reparar el daño no será sencillo. “El sentimiento de traición es inmenso”, reacciona en la citada publicación cristiana Véronique Magron, presidenta de la Conferencia de religiosas y religiosos de Francia. “Tengo la sensación de estar ante un tsunami que continuamente reduce nuestros esfuerzos a nada”.
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