Lula llora al ser ratificado como presidente: “La democracia venció”
El presidente electo de Brasil, Lula da Silva, ya tiene la certificación de la justicia que le acredita como vencedor de las pasadas elecciones. Se trata de un requisito protocolario para que pueda tomar posesión el próximo 1 de enero, pero la discreta ceremonia del lunes en el Tribunal Superior Electoral se convirtió en una defensa cerrada de la democracia frente a los ataques del bolsonarismo. Lula citó la palabra democracia hasta en 20 ocasiones en su breve discurso. Visiblemente emocionado, no pudo evitar las lágrimas al recordar la primera vez en que fue escogido por los brasileños en las urnas, hace justo 20 años. “En mi primera ceremonia, en 2002, recordé la osadía del pueblo brasileño en conceder el diploma [que le acredita como ganador] a alguien tantas veces cuestionado por no tener diploma universitario”, dijo con la voz quebrada el obrero metalúrgico más famoso del país.
Tras recomponerse, el futuro presidente brasileño siguió con su discurso poniendo el énfasis en que los pasados comicios, en los que se sobrepuso a la extrema derecha por la mínima, poco más de dos millones de votos en un país de 215 millones de habitantes, fueron un desafío para el Estado de Derecho: “Cuando se esperaba un debate político democrático, la nación fue envenenada con mentiras producidas en el submundo de las redes sociales. Sembraron la mentira y el odio, y el país cosechó una violencia política que solo se vio en las páginas más tristes de nuestra Historia. Y aún así, la democracia venció”, dijo.
Lula aseguró que la democracia está siendo desafiada en todo el planeta, y que vive su momento más delicado desde la Segunda Guerra Mundial, y lanzó un dardo a las grandes empresas tecnológicas, al acusar a las plataformas digitales que actúan “de manera gananciosa y absolutamente irresponsable”. Lula no citó en ningún momento por su nombre al aún presidente Jair Bolsonaro, aunque definió su mandato como un “Gobierno de destrucción nacional” que deja un legado perverso, sobre todo para la población más vulnerable. Agradeció el apoyo de los partidos que se sumaron a su frente amplio democrático y la ardua tarea del Tribunal Supremo Federal y de la propia Justicia Electoral, que en los últimos años actuaron como diques de contención de las embestidas del bolsonarismo más radical.
El juez Alexandre de Moraes, presidente del tribunal electoral y escogido por la extrema derecha como el enemigo a batir, destacó que el proceso electoral transcurrió sin ningún tipo de fraude, calificó de “extremistas, autoritarios y criminales” a los que insisten en cuestionar el resultado de las urnas y advirtió que todos los que ataquen las instituciones democráticas serán responsabilizados. De Moraes condujo el proceso electoral con mano de hierro, y en las últimas semanas determinó el bloqueo de las cuentas en redes sociales de destacados diputados bolsonaristas que no cesaban de difundir bulos sobre las elecciones.
Desde que Lula se impuso en las urnas el pasado 30 de octubre, militantes de extrema derecha protestan frente a los cuarteles de las Fuerzas Armadas pidiendo una intervención militar que evite que Lula asuma al poder. Las protestas han ido perdiendo fuelle con el paso del tiempo, y aunque había temores por lo que pudiera pasar con la diplomatura de este lunes en Brasilia, la ceremonia transcurrió dentro de la normalidad.
Ya con el diploma de presidente en las manos, Lula dedicará los próximos días a seguir anunciando los miembros de su futuro Gobierno. De momento se conoce el núcleo duro: Economía, Defensa, Justicia, Exteriores y Casa Civil (equivalente a primer ministro), pero faltan decenas de ministros por anunciar. Se espera que ronden la treintena, para acomodar a todos los partidos que le apoyaron o que le prometen apoyo a cambio de gobernabilidad en el Congreso. Si la ceremonia de este lunes fue breve y sin grandes fastos, para el 1 de enero se espera todo lo contrario: Brasilia estará blindada para recibir a decenas de jefes de Estado, y se calcula que unos 300.000 simpatizantes ansiosos por ver como Lula sube la rampa del Palacio del Planalto, sede del Gobierno brasileño.
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