Túnez celebra elecciones legislativas sin partidos para enterrar el sueño democrático
El presidente Kais Saied, que gobierna a golpe de decreto desde que asumiera todos los poderes en julio de 2021, pretende apuntalar un nuevo régimen a su medida con las legislativas de este sábado
Merced a la nueva ley electoral impulsada por el mandatario, los votantes elegirán candidaturas uninominales y no partidos políticos
Con la Asamblea de Representantes disuelta desde finales de marzo pasado, partidos y sindicatos boicotearán la cita. Se espera una exigua participación
En medio de un boicot generalizado por parte de los partidos y una profunda crisis económica, Túnez celebrará este sábado elecciones legislativas. Unos comicios que, lejos de abrir un resquicio a la esperanza de una recuperación de la senda democrática, no tienen otro objeto que apuntalar el régimen autoritario que pergeña el presidente Kais Saied –que había llegado al poder tras la segunda vuelta de las presidenciales en octubre de 2019- tras su triunfante autogolpe del 25 de julio de 2021 (una fecha nada casual, pues conmemora la proclamación de la República tunecina en 1957). Los especialistas esperan una muy baja participación.
Desde entonces, el mandatario, que asumió todos los poderes del Estado, gobierna a golpe de decreto. El pasado mes de julio fue aprobada en referéndum, de nuevo un 25 de julio, una nueva Constitución –más del 94% de apoyos pero con una participación inferior al 30% del censo- para consagrar un régimen presidencial que, por el momento, no tiene oposición de entidad enfrente. La actual Carta Magna ha enterrado definitivamente la de 2014, elaborada por unas cortes constituyentes en plena transición democrática.
Cerrada la Asamblea de Representantes del Pueblo hace casi 16 meses –y disuelta oficialmente el 31 de marzo pasado-, el nuevo Estado diseñado a la medida del veterano profesor de Derecho Constitucional contempla la creación de una cámara con menos atribuciones que hasta ahora y en la que la representación no se ejercerá a través de los partidos políticos.
Según el criterio del mandatario –que no duda de la legalidad y acierto de su actuación-, el juego de la cohabitación entre la presidencia y la Asamblea –en la que los islamistas de Ennahda eran fuerza mayoritaria– ha sido letal para la democracia en Túnez, que él mismo está convencido de estar ‘salvando’.
Un total de 1.058 candidaturas uninominales (con solo 122 mujeres) tendrán que repartirse los 161 escaños de la nueva cámara (se elige un solo diputado por circunscripción). Entre las nuevas atribuciones que el mandatario se ha arrogado han de constar la de formar una comisión electoral, hasta ahora independiente, a su gusto y aprobar una nueva ley electoral. Esta última faculta a la instancia electoral desposeer de su escaño a los candidatos electos que, según su criterio, no apliquen su programa electoral.
Más de 9,3 millones de personas están convocadas a las urnas este 17 de diciembre. Se prevé que los resultados provisionales de las elecciones a la nueva Asamblea –que reduce el número de escaños de 217 a los citados 161- se den a conocer el 20 de diciembre y los definitivos el 19 de enero del año que viene, según recoge el portal tunecino Webdo.
La convocatoria ha obtenido el natural rechazo de partidos y sindicatos en Túnez. La oposición, que anunció hace meses el boicot a los comicios de este sábado, está reunida en torno a la plataforma Frente de Salvación Nacional, en la que se encuentran desde formaciones socialdemócratas hasta los citados islamistas de Ennahda.
El pasado fin de semana las formaciones integradas en el Frente exigieron la dimisión de Saied, que insiste en estar “rectificando la transición”, en las calles de la capital tunecina. El Partido Desturiano Libre anunció que demandará “a los candidatos, la autoridad electoral, el poder político y las organizaciones implicadas en el control del escrutinio”, recogía la agencia EFE.
Persecución a la prensa
Un sector especialmente sacudido por la deriva autocrática de Saied es el de los medios de comunicación y los periodistas. El principal sindicato de periodistas del país acusó este miércoles a la comisión electoral de silenciar a los medios críticos, según recogía esta semana Reuters.
Además, hace una semana los sindicatos –con la central UGTT- y agentes de la sociedad civil exigieron en un comunicado a las autoridades tunecinas la retirada del decreto 54, que había sido ordenado en septiembre por el mandatario para castigar la producción y difusión de noticias “falsas” en Internet con hasta cinco años de cárcel y diez si el afectado es funcionario público, se hacía eco EFE.
Este mismo lunes un grupo de dos centenares de intelectuales, miembros de la sociedad civil y figuras políticas tunecinas denunció que el director del digital Business News, uno de los más leídos del país, fue requerido por las fuerzas de seguridad tras publicar un artículo contra la primera ministra Nejla Bouden. La aplicación de la citada ley ‘anti noticias falsas’ puede costarle varios años de cárcel.
Aguda crisis económica
Los comicios se celebran en medio de una aguda y prolongada en el tiempo crisis económica, que se manifiesta no solo a través de la inflación –que roza el 10%- y el desempleo, sino también mediante la escasez de productos básicos. Escasean desde hace meses la leche, el arroz, el azúcar, la pasta y el café, entre otros alimentos. También el combustible. Es también el caso de los medicamentos. Un fracaso de las autoridades, a pesar de que revertir la situación económica ha sido una de las promesas repetidas del presidente Saied.
Con todo, la gravedad de la situación no ha espoleado –por ahora- masivas concentraciones de rechazo a las autoridades tunecinas, aunque hace algunas semanas distritos populares del área metropolitana de Túnez como Ettanhamen o Intilaka registraron protestas. El efecto que sí está teniendo la compleja realidad material para la población es un profundo desinterés por la campaña electoral y, previsiblemente, por la convocatoria de este sábado.
La gran incógnita en estos momentos es conocer las consecuencias de una farsa electoral en un país que disfrutó durante una década, la transcurrida entre la revolución de los jazmines de 2011 –que acabó pacíficamente con el régimen de Ben Ali- hasta el autogolpe de Kais Saied, de la concurrencia multipartidista y, en fin, de una loable tentativa democrática, la más lograda del mundo árabe nunca. La esperanza –frustrada- para el conjunto de Oriente Medio y el Norte de África.
Resta ahora por ver si el boicot de los partidos y el rechazo de la sociedad a la convocatoria no bastan para revertir la deriva autocrática de Saied o si, por el contrario, el mandatario pueda estar dando pie al inicio de un nuevo despertar tunecino.