Minería, tecnología y avatares políticos – – La Razón
Hay un selecto grupo de elementos que forman lo que la industria llama “metales críticos” o “metales tecnológicos” por su uso en tecnología actual. Allí entran, entre otros, columbio-tantalio (Coltán, en el uso industrial), grafito, wólfram, manganeso, magnesio, cobalto, teluro, también uranio y litio que por su aplicación en generación y almacenamiento de energía limpia se suman al grupo de energéticos fósiles clásicos. Algunos metales “menores” (en el léxico especializado) como indio, galio, germanio, cadmio y selenio pertenecen a este novísimo grupo que hace al desarrollo tecnológico actual, también se adjuntan los platinoides PGM (platino, paladio, rodio, níquel, cobalto e iridio); las tierras raras TR, compuestas por 14 elementos lantánidos y 14 actínidos, y los metales alcalinos litio, potasio, radio y estroncio. Dentro de las tierras raras resaltan por su uso, uranio, disprosio, neodimio, praseodimio, lantano e ytrio. Las tierras raras, por su estructura electrónica elemental no saturada, tienen propiedades especiales de radioactividad, luminiscencia, magnetismo y electricidad que permiten su aplicación en materiales radioactivos, fosforescentes, magnéticos y magneto-astrictivos, catalizadores e hidrógeno- acumuladores, requeridos en la industria energética, del vidrio, catalizadores, metalurgia, cerámica, magnetos, láser, superconductores, discos duros, CD, DVD, pantallas led y un enorme número de nuevas aplicaciones en modernos equipos electrónicos del hogar y también de uso militar.
Ahora bien, los PGM y las TR, al margen de oro, plata y metales base, han sido identificados en variadas asociaciones minerales, tanto en el occidente del país como en las tierras bajas donde se conocen los mayores hallazgos. Cerca de San Ignacio de Velasco y en el cerro Manomó (Santa Cruz) se identificó el fosfato “monazita” con las TR ytrio, cerio, lantano y torio; al sureste, en Rincón del Tigre, los PGM cromo y níquel; en las rocas granitoides del Escudo Coltán, y así podemos seguir (ver: Minería Boliviana, la gran incógnita, en Los dilemas de la minería, D. Garzón 2012, Ed. Fundación Pazos Kanki, pp. 73 y siguientes). Un duro y largo proyecto de exploración de la parte meridional del Escudo Precámbrico fue llevado a cabo entre 1976 y 1983 por el Servicio Geológico de Bolivia (Geobol) y el Instituto de Ciencias Geológicas (IGS), en representación de la Administración del Desarrollo de Ultramar (ODA) del Ministerio de Relaciones Exteriores de la Mancomunidad Británica. Fue el primero y único intento serio de desarrollar esa unidad geológica y geomorfológica del país, que lenta pero sistemáticamente se desactivó por presiones derivadas de la aguda crisis política que vivió el país en ese tiempo.
Con estos antecedentes llama la atención el intento (consignado en algunas declaraciones oficiales) de conformar la Empresa de Metales Tecnológicos y Tierras Raras para enfrentar un reto de este tipo, especialmente en un área de las características del Escudo Precámbrico, dejando de lado a instituciones como Geobol (hoy Servicio Nacional de Geología y Técnico de Minas, Sergeomin), que tiene los antecedentes, la experiencia y la jurisdicción legal para estos trabajos. El crear una nueva empresa burocrática es aumentar la carga económica armando estructuras y grupos humanos nuevos en vez de usar las instituciones existentes, fortalecerlas y adecuarlas al reto actual. Sería más efectivo, menos oneroso y menos burocrático. Estamos hablando de 220.000 km2 solo en la parte más accesible del escudo donde se debe avanzar en proyectos de exploración ya identificados para llegar a etapas de prefactibilidad y factibilidad de los más importantes; momento en el que como debe ser, se podría justificar la creación de una unidad como la propuesta y pasar a etapas de Ingeniería y diseño final de proyectos mineros e industriales.
Dionisio J. Garzón M. es ingeniero geólogo, exministro de Minería y Metalurgia.