El James Webb explora el hielo espacial para entender el origen de la vida y las estrellas
El James Webb, ese telescopio espacial que tantas noticias interesantes nos dio en 2022, ha empezado fuerte el nuevo año. Tras otras investigaciones, esta vez ha ayudado a analizar los hielos más fríos de una nube molecular que se han estudiado jamás. Además, se han obtenido incluso nuevos datos sobre los elementos necesarios para el origen de la vida.
Esto se debe a que algunos de los elementos que ha encontrado el James Webb en dicha nube son precisamente los ingredientes necesarios para cocinar la vida. Eso no quiere decir necesariamente que haya vida en todos los lugares en los que estén presentes. Pero al menos se encuentran las piezas que ayudan a construirla.
Además, dado que las nubes moleculares son grandes viveros de estrellas, el análisis del hielo puede dar información muy útil sobre el nacimiento de estos objetos celestes. Son muchos los datos que nos aporta esta nueva investigación del James Webb, que acaba de publicarse en un estudio de la revista Nature Astronomy.
¿Qué es una nube molecular?
Una nube molecular es una región extensa en el interior de una galaxia en la cual la materia es suficientemente densa y fría para que pueda haber hidrógeno diatómico. Son regiones interesantes, porque, cuando se produce inestabilidad gravitacional en ellas, puede desencadenarse el nacimiento de estrellas.
Precisamente cuando esto último ocurre, el hielo de la nube molecular se sublima. Es decir, pasa de sólido a gaseoso. Es, por lo tanto, algo efímero y difícil de observar. O al menos lo era hasta ahora. Y es que el James Webb ha logrado dar con el hielo más frío medido hasta el momento en una nube molecular y realizar un análisis de los elementos que contiene. Es mucho más que hidrógeno diatómico.
El James Webb y el origen de la vida
Gracias al James Webb se han podido detectar tanto moléculas complejas como elementos simples en el hielo. En el primer grupo se encuentran amoníaco congelado, metano, metanol y sulfuro de carbonilo. Y con respecto a los elementos simples, destacan el carbono, el hidrógeno, el oxígeno, el nitrógeno y el azufre. Estos, a menudo agrupados en una palabra formada por sus símbolos químicos, CHONS, son los que se conocen como los ingredientes para el origen de la vida.
Es importante tener en cuenta que la presencia de todos ellos no es indicador como tal de vida. Usando el análogo de los ingredientes, podemos tener harina, huevo, levadura y aceite. Sin embargo, por separado no constituyen un bizcocho. Y puede que nunca se junten para cocinarlo.
Aun así, este hallazgo del James Webb es muy interesante, pues aporta un punto de partida diferente para el estudio del origen de la vida y de las estrellas. Además, según ha explicado a IFLScience uno de los autores del estudio, Will Rocha, “la identificación de moléculas orgánicas complejas, como el metanol y potencialmente el etanol, también sugiere que los muchos sistemas estelares y planetarios que se desarrollan en esta nube en particular heredarán moléculas en un estado químico bastante avanzado”.
Esa es una información desconocida hasta el momento y “podría significar que la presencia de precursores de moléculas prebióticas en los sistemas planetarios es un resultado común de la formación de estrellas, en lugar de una característica única de nuestro propio sistema solar”.
En definitiva, en esta ocasión el James Webb se ha adentrado en el hielo más frío y más profundo para ayudarnos a entender mejor cómo se construye la vida. Es una tarea interesante.