Dos rusos y un americano atrapados en el espacio: las extrañas averías de la ISS
Si ahora mismo ocurriese un incidente grave en la Estación Espacial Internacional (ISS, por sus siglas en inglés), tres de sus tripulantes estarían en riesgo: los rusos Sergey Prokopyev y Dmitri Petelin y el estadounidense Frank Rubio. En teoría, podrían volver sanos y salvos, pero lo cierto es que no tienen asignada una nave con todas las garantías de seguridad para el regreso. De alguna manera, se puede decir que están «atrapados», como señalan muchos titulares, desde que el 15 de diciembre de 2022 su nave, la Soyuz MS-22, registró una fuga de líquido refrigerante en su módulo de propulsión. La explicación de Roscosmos, la agencia espacial rusa, fue inédita: un diminuto meteoro (menos de un milímetro) había provocado un impacto y la consiguiente avería.
Nunca había ocurrido algo similar, pero entra dentro de las posibilidades, así que lo importante era concentrarse en la solución y no en el problema. Los rusos decidieron enviar una nueva nave, la Soyuz MS-23, que debía despegar este lunes, 20 de febrero. Sin embargo, hace unos días un nuevo sobresalto alteró los planes. El pasado 11 de febrero la nave de carga Progress MS-21 tuvo el mismo problema: una fuga de líquido refrigerante de su radiador principal, con la consiguiente despresurización. La explicación de Roscosmos también ha sido la misma: otro micrometeoro había impactado en la ISS. Sin embargo, esta vez ha levantado muchas suspicacias: ¿cómo es posible que un hecho altamente improbable suceda dos veces en menos de dos meses y con una puntería tan extraordinaria que provoque la misma avería en dos naves diferentes?
En realidad, ese segundo impacto, en la Progress MS-21, debería ser un problema secundario, porque es una nave de carga que ya cumplió su misión, al haber llevado suministros a la ISS el pasado mes de octubre (su desacople estaba programado justo para estas fechas), pero este incidente ha disparado las alarmas y, aunque nadie lo ha expresado así de forma oficial, hace temer que existan otro tipo de problemas con las naves rusas. En un principio, la consecuencia más inmediata fue que el envío de la MS-23 quedó suspendido hasta primeros de marzo, pero después los rusos volvieron a anticiparlo para el viernes 24 de febrero.
Los planes de evacuación a día de hoy
¿Cuál es la situación que dejan estos incidentes para los miembros de la ISS? En realidad, la Soyuz MS-22 sigue estando operativa, pero «no se considera un vehículo totalmente seguro», explica a Teknautas el astrofísico y divulgador científico Daniel Marín. «El refrigerante permite controlar la temperatura, evitando que suba en exceso, y en una nave espacial no puede superar unos valores determinados, especialmente si lleva astronautas», añade.
Según Roscosmos y RKK Energiya, la empresa moscovita que fabrica las naves, si el regreso a la Tierra fuera una operación perfectamente planificada, con suficiente tiempo, se puede llevar a cabo incluso en ausencia de refrigerante, controlando una serie de variables para que la temperatura no suba en exceso. El problema vendría en caso de tener que evacuar la ISS por alguna emergencia (por ejemplo, un incendio). Las naves que están acopladas a la estación espacial, tanto las Soyuz como las Crew Dragon americanas, deben estar preparadas y la MS-22 podría suponer un riesgo. «Ahora mismo no puede garantizar que la temperatura no suba en exceso en una operación de este tipo», comenta el experto.
La llegada de la MS-23, que será enviada sin tripulación, volverá a garantizar la seguridad de los tres astronautas, pero ¿cuál sería el plan de evacuación si pasara algo hasta entonces? Los dos cosmonautas rusos no tendrían más remedio que arriesgarse a volver en la MS-22 y confiar en que se pudieran controlar los problemas de refrigeración. En cambio, Frank Rubio podría volver en la Crew Dragon 5, la nave americana que es el vehículo de otros cuatro habitantes de la ISS: Nicole Aunapu Mann (EEUU), Josh A. Cassada (EEUU), Koichi Wakata (Japón) y Anna Kíkina (Rusia). Sin embargo, esta solución tampoco es la ideal para Rubio. «No llevaría una escafandra de presión, lo que implica un riesgo, y es una nave diseñada para amenizar con cuatro personas, no con cinco», apunta Marín. Ante una situación de emergencia, no queda más remedio que utilizar las naves disponibles y esta solución se considera asumible.
Las hipótesis sobre lo ocurrido
Si no ocurren más incidentes, con la MS-23 se cerrará este capítulo de incertidumbre. Sin embargo, la duda con respecto a las naves rusas ya está sembrada. «Que se produzca un choque con un micrometeoro es algo muy poco probable, pero dos en el espacio de menos de dos meses desafía todas las probabilidades y cuestiona lo que pueda ocurrir con esta próxima nave que se manda sin tripulación. Si estamos hablando de un fallo sistémico de fabricación, la MS-23 podría tener el mismo problema y eso serían palabras mayores», señala el astrofísico.
A partir de ahora, «todo el mundo va a estar expectante, atento a posibles nuevas fugas». De hecho, los ojos están puestos en otra nave que ya está acoplada a la ISS, pero que es una recién llegada, la Progress MS-22, también de carga. Hasta ahora no ha tenido incidencias, pero su acoplamiento a la ISS coincidió con la avería detectada el 11 de febrero en la Progress MS-21. De hecho, el problema se registró solo media hora más tarde. ¿Será una mera coincidencia o puede haber alguna relación?
Si el problema no es externo, la pregunta es qué puede estar fallando. Aunque las Soyuz tienen décadas de historia, el modelo MS se introdujo hace pocos años y cada nave que se lanza al espacio es nueva, fabricada recientemente. Lo ideal sería poder examinar las piezas para saber con exactitud cuál es la avería o para averiguar qué tipo de impacto externo se ha producido, pero la realidad es que nunca sabremos la causa, porque el módulo en cuestión se desintegra con la reentrada en la atmósfera. Además, nadie tiene los detalles de los procesos de fabricación, así que no queda más remedio que confiar en lo que digan los rusos.
Otra hipótesis planteada por Roscosmos es que los impactos no hayan sido tan naturales, sino que tengan que ver con la basura espacial. «Los incidentes con basura espacial son relativamente frecuentes, incluso a veces hay que maniobrar para que la ISS para que no colisione, por ejemplo, con algún satélite que ya no está activo», comenta el experto. Aun así, insiste en la alta improbabilidad de que esta sea la explicación a dos problemas tan similares y consecutivos.
El pragmatismo de la NASA y un récord a la vista
En cualquier caso, la NASA, que dispone de un brazo robótico que puede ayudar a analizar esta última avería, no le llevará la contraria a sus colegas rusos. «EEUU es bastante pragmático», explica Marín. A pesar de la guerra de Ucrania, «no solo han mantenido la colaboración con Rusia porque dependen mutuamente en la ISS, sino que la han aumentado». Tras el inicio del conflicto, las dos potencias cerraron un acuerdo por el cual iban a seguir mandando astronautas estadounidenses en naves rusas y cosmonautas rusos en naves estadounidenses (el caso de Anna Kíkina, que viajó en la Crew Dragon 5).
Así, se garantiza así el intercambio, de manera que siempre haya algún tripulante de las dos nacionalidades en la estación espacial. De hecho, los dos países se necesitan para mantener la ISS operativa: EEUU es imprescindible por motivos energéticos y Rusia lo es para elevar la órbita de forma regular. Esta política contrasta con la de la Agencia Espacial Europea (ESA), que ha cortado relaciones con Rusia, de manera que los astronautas europeos ya no vuelan en las Soyuz. La ISS sigue siendo un espacio para la diplomacia.
Curiosamente, para los tres grandes protagonistas de esta historia, los dos cosmonautas rusos y el astronauta americano, todos estos imprevistos pueden hacerles entrar en la historia, ya que probablemente batirán el récord de estancia en la ISS, que hasta ahora poseen Scott Kelly y Mijaíl Korniyenko, quienes permanecieron casi un año (no es el récord de permanencia absoluta en el espacio, que es de 14 meses en la Estación MIR por parte de Valeri Poliakov, en los años noventa). Tras llegar en septiembre de 2022, su vuelta estaba prevista inicialmente en marzo, pero este paréntesis hace que el calendario se vaya a estirar para optimizar recursos. Aunque falta la confirmación de otros socios de la ISS, es probable que se queden hasta septiembre de 2023, duplicando la estancia prevista. El motivo es que la MS-23 se envía sin tripulación y, si regresan ahora, la estación contaría con tres tripulantes menos.
Si ahora mismo ocurriese un incidente grave en la Estación Espacial Internacional (ISS, por sus siglas en inglés), tres de sus tripulantes estarían en riesgo: los rusos Sergey Prokopyev y Dmitri Petelin y el estadounidense Frank Rubio. En teoría, podrían volver sanos y salvos, pero lo cierto es que no tienen asignada una nave con todas las garantías de seguridad para el regreso. De alguna manera, se puede decir que están «atrapados», como señalan muchos titulares, desde que el 15 de diciembre de 2022 su nave, la Soyuz MS-22, registró una fuga de líquido refrigerante en su módulo de propulsión. La explicación de Roscosmos, la agencia espacial rusa, fue inédita: un diminuto meteoro (menos de un milímetro) había provocado un impacto y la consiguiente avería.