José Cueli: Los marginales sí vivieron el infierno
E
l clásico ¡Ahí se va!: Los dejaron morir, un colombiano, otro ecuatoriano, 11 salvadoreños, 28 guatemaltecos, 13 hondureños, 13 venezolanos; 38 hermanos
Los encerraron en una celda con candado y no pudieron escapar
, mientras bomberos y rescatistas municipales acudieron al lugar y afirmaron que algunos cuerpos fueron hallados amontonados en el baño del área de alojamiento de hombres, donde habían buscado sobrevivir al humo y al fuego.
A las 22 horas comenzó el incendio, fueron llevados de inmediato a las instalaciones migratorias, por lo que quedaron en el lugar sólo 68, de los cuales 38 murieron, no fue cualquier muerte; se vivió el infierno. Ese que nos enseñaron los sacerdotes católicos. En vivo y a todo color.
Otra vez, la nota roja inunda la vida en México, confundiéndose con la política. La comunidad puede ser distinta vía la desgracia, si a partir de lo desacostumbrado, podemos ser diferentes. ¿No existirá la posibilidad de que las neurosis traumáticas que viven los migrantes como secuela lógica de las pérdidas: los muertos, heridos y aterrorizados, puedan elaborarse? Están calientes las rabias contenidas por las heridas sufridas por migrantes, encubiertas por el lamento, la resignación cristiana y, por supuesto, nuevas pérdidas, como la que comentamos.
Persecución real o fantaseada es el dilema en que nos encontramos; las víctimas, prácticamente centroamericanos, internamente son mexicanos y acompañan a lo largo de la historia con relación a la Conquista, la historia de México y, más allá o mas acá, la de Centroamérica y el Caribe son portadoras de penetrantes heridas generadoras de persecución que llevamos en el alma, las pérdidas de las lenguas y la religión cubiertas con la colonización. Cambiamos nuestras religiones por el español que, teóricamente, nos integraría.
La realidad es que lo que nos une es el hambre y la marginación. Heridas que aún hoy arrastran y se patentizan, en especial en poblaciones marginales que viven en extrema pobreza, alienadas, excluidas, silenciadas, desterradas de sí mismas, con un mundo interno caótico que se confunde con la realidad exterior.
¿Cómo se puede aclarar el enigma de la persecución?, cuando parte importante de las poblaciones que comentamos, al igual que los mexicanos, viven al margen del lenguaje oficial, con severas fallas en la capacidad de simbolización, agravadas aún más al no compartir la simbología de los citadinos de siempre, distintos de la gente que proviene del campo, de donde son escuchados y acuden al espejismo de la ciudad al ser sometidos por la violencia del lenguaje o el lenguaje de la violencia.
No llegaron las plegarias de los centroamericanos muertos entre las llamas. Hermanos que habían perdido voz y sólo conservaron el grito y el sollozo generadores de persecución.
Ya no se sabe si el grito provocador proviene de dentro o de fuera; la realidad se confunde entre murmullos, plegarias, lamentos, silencios, persecuciones permanentes, túnel del tiempo, agujero negro.