¿Por qué estas orcas lanzan ataques coordinados contra veleros?
Las orcas son bien conocidas por su inteligencia y sus extraordinarias técnicas de caza: ya sea dando la vuelta a tiburones blancos o trabajando en cooperación para abatir grandes ballenas. En los últimos tres años, una población de orcas de la Península Ibérica ha acaparado la atención de los navegantes y ha provocado su angustia al atacar e incluso hundir embarcaciones en la zona.
El primer ataque registrado se produjo en el Estrecho de Gibraltar en mayo de 2020, y desde entonces se han registrado docenas de casos. Sin ir más lejos, este mismo mes se ha producido el ataque más grave de lo que va de año, cuando tres orcas lograron hundir un velero en el puerto de Barbate, Cádiz, mientras estaba siendo remolcado. La mayoría de los incidentes son notablemente consistentes, y generalmente implican a un pequeño grupo de ballenas que atacan los timones de pequeños veleros antes de separarse y alejarse nadando.
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Según un artículo publicado recientemente en la revista Marine Mammal Science, en los ataques participaron nueve ballenas en dos grupos: un trío, a veces un cuarteto, de juveniles; y un grupo de edad mixta liderado por una hembra madura llamada White Gladis. Dado que Gladis era la única hembra madura implicada, los autores del artículo especularon con la posibilidad de que hubiera sufrido un accidente con un barco y hubiera adoptado un comportamiento retributivo, que fue copiado por las ballenas más jóvenes.
«Cuando empezó a ocurrir, pensé que tal vez una hembra o su cría habían sido heridas por la hélice o el timón de un barco, porque siempre parecen ir a por el timón. Y todo en veleros», dice Dan Olsen, biólogo de campo de la Sociedad Oceánica del Golfo Norte, en Alaska.
Sin embargo, no todo el mundo está convencido de que las acciones de las orcas tengan una intención malévola. En particular, las orcas se centran específicamente en los barcos; ninguna ha mostrado interés por las personas a bordo, ni siquiera cuando éstas han tenido que subir a los botes salvavidas cuando sus embarcaciones empezaban a hundirse.
«Creo que es igual de razonable sugerir que lo hacen porque pueden, porque es divertido», afirma Hanne Strager, cofundadora del Centro de Ballenas de Andenes (Noruega) y autora del libro The Killer Whale Journals (Los diarios de las orcas), publicado recientemente.
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Strager habló con un biólogo que estaba a bordo del barco que se hundió en noviembre, «y me dijo: ‘No sentimos ninguna agresión’. Y, para mí, eso es realmente un testimonio importante. Porque creo que cuando interactúas regularmente con animales, y estás acostumbrado a leerlos, puedes sentir una intención agresiva, y ellos no la sintieron».
Si las orcas están realmente jugando, puede sugerir que, con el tiempo, los ataques de los barcos podrían terminar cuando las ballenas se aburran. Se ha observado a poblaciones de orcas de todo el mundo adoptar un nuevo comportamiento sin otra razón obvia que la de que parecen disfrutarlo y luego, igual de repentinamente, abandonarlo y pasar a otra cosa. Los investigadores de orcas llaman «modas» a estas rutinas de juego.
Olsen, por ejemplo, ha observado orcas frente a las costas de Alaska jugando con un trozo de alga durante una hora: lo arrastraban con sus aletas, lo dejaban caer, volvían a dar vueltas y luego lo recogían con los dientes y nadaban un poco más con él. Strager ha observado comportamientos similares en orcas de la costa de Noruega.
«Durante un tiempo las vimos jugar con medusas», dice. «Nadaban con ellas en el hocico e intentaban mantenerlas puestas el mayor tiempo posible».
Este comportamiento no aporta ningún beneficio, y las orcas no se comían las medusas, señala Strager.
«A veces también las vemos golpear a pequeñas alcas… pequeñas aves del Ártico, que se tumban en la superficie del mar para descansar, y las orcas vienen y las golpean», lo que ella cree que también es una forma de juego.
Olsen se pregunta si algún día llegaremos a comprender realmente la motivación de este comportamiento, o si realmente tenemos la capacidad de averiguarlo.
«El cerebro de las ballenas lleva 50 millones de años evolucionando por separado», afirma Olsen. «Es difícil meter a una ballena en una resonancia magnética, ni siquiera sabemos qué partes del cerebro se dedican a cada actividad. Ya nos cuesta bastante explicar el comportamiento en humanos y en primates estrechamente emparentados con nosotros».
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Sólo esta población ha mostrado interés por atacar a los barcos, y es pequeña: el artículo de Marine Mammal Science citaba una estimación de sólo 39 individuos.
La población de esta región está amenazada, dice Strager, por la pesca del atún, la contaminación, el ruido y, de hecho, las colisiones con los barcos.
«Se encuentran entre los mamíferos marinos más contaminados del mundo, por lo que su éxito reproductor no es bueno. Es un entorno muy estresante para ellos», afirma.
Y ahora, a los factores de estrés existentes se añade la perspectiva de represalias.
«Ahora empiezan a ser temidas en la zona», señala Strager, «y hay informes de gente que sugiere que les eches gasóleo por encima si atacan tu barco, que pongas petardos en el agua o enciendas dinamita. Entiendo que la gente tenga miedo. Pero es una situación muy peligrosa para las orcas».
Un grupo local, el Grupo de Trabajo Orca Atlántica, cataloga las interacciones entre ballenas y barcos para que los navegantes sepan qué zonas deben evitar.