La crisis climática dispara los riesgos para sectores estratégicos del país | Clima y Medio …
Además de provocar muertes por el calor, intensificar los incendios y reducir la disponibilidad de agua, la crisis climática tiene muchos otros riesgos para España. De hecho, una de las complicaciones para afrontar este enorme desafío es justamente la acumulación de efectos de todo tipo. Los hay también positivos, pero muchos suponen potenciales amenazas que pueden afectar a cuestiones tan sensibles como la salud de las personas o de los ecosistemas naturales, o a sectores estratégicos del país, como el turismo, la agricultura, la energía, la seguridad, las finanzas o el propio patrimonio cultural.
El aumento de las temperaturas extremas, por ejemplo, obliga a revisar la resistencia de infraestructuras. Aquí no se han tenido que cerrar aeropuertos porque se derrita parte del asfalto de las pistas por el calor, como ocurrió en julio de 2022 en el aeródromo londinense de Luton, pero ese mismo verano sí que descarriló en la costa guipuzcoana un tren de la línea San Sebastián y Hendaya (el conocido como Topo) con más de 100 pasajeros a bordo. Un informe posterior remitido al Parlamento vasco concluyó que la causa del accidente, en el que no se produjeron heridos, fue una deformación de la vía debido a las altas temperaturas de ese día, junto a un fallo en la comunicación de la alerta a la maquinista.
“Según vas trabajando en esto, vas descubriendo nuevas vinculaciones y va creciendo el número de derivadas. Lo de los riesgos del clima es una locura”, incide Francisco Heras, consejero técnico de la Oficina Española de Cambio Climático (OECC), dependiente del Ministerio para la Transición Ecológica. Esta es una de las personas dedicadas a evaluar amenazas potenciales de la crisis climática desde la Administración, de forma que el país pueda adaptarse mejor a lo que viene y anticiparse a los riesgos más graves. “Al final te das cuenta de que el clima está relacionado prácticamente con todo”, comenta.
Las sociedades humanas están muy adaptadas a unos parámetros climáticos que de pronto están cambiando muy rápido y esto genera muchas incógnitas. Aunque el principal interrogante es cuánto va a dejar el mundo que aumenten las emisiones que siguen subiendo las temperaturas. La cantidad de variables es tan abrumadora que hay que empezar por identificar potenciales peligros y buscar prioridades. El informe Impactos y riegos derivados del cambio climático elaborado en 2021 por Transición Ecológica señala 73 posibles amenazas (por “haber algo de valor en juego” y “ser incierto el resultado”), como lista preliminar para diseñar otros estudios y empezar a tomar decisiones. En este listado, hay 34 riesgos catalogados como más urgentes, entre los que están: el incremento de inundaciones fluviales y pluviales; el aumento de las zonas áridas y semiáridas por la desertificación; el aumento de las afecciones y la reducción en la producción de los cultivos; el desabastecimiento de agua o energía; la disminución o incluso desaparición del turismo de nieve; o los daños en taludes, firmes de carreteras y puentes por los eventos climáticos extremos.
Paradójicamente, según se avanza en los trabajos de análisis, la madeja se enreda todavía más. Prueba de ello es el nuevo proceso de evaluación que se está poniendo en marcha ahora desde el Gobierno, para cumplir con la obligación introducida en 2021 por la Ley de Cambio Climático de elaborar un informe de riesgos para el país al menos cada cinco años. Como explica Heras, ya no solo se quiere profundizar en los peligros de cada sector de forma aislada, sino también en los riesgos compuestos (cuando se mezclan varios impactos), los riesgos en cascada (cuando los impactos generan otros nuevos a su vez) y los riesgos transfronterizos (cuando impactos en otros países tienen efectos en el territorio español).
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En el caso de las infraestructuras, en España se ha avanzado sobre todo en adaptación al cambio climático de los puertos, especialmente amenazados por temporales extremos en la costa. “Nuestro país es pionero en estructuras de abrigo a los puertos, diseñados para soportar mucho oleaje y subida del agua”, señala Julián Núñez, presidente de la Asociación de Empresas Constructoras y Concesionarias de Infraestructuras (Seopan), que asegura que “aquí estamos mejor preparados que los países del norte porque ya tenemos una tradición en el diseño de obras con umbrales de cálculo para altas temperaturas”. Según el diagnóstico de riesgos de 2021, aunque se prevén impactos negativos en las redes troncales de transporte (en la red de carretera y ferroviaria), sobre todo por episodios de lluvias torrenciales, también pueden darse efectos positivos por la disminución de nevadas y heladas. De hecho, este informe concluye que “la magnitud del cambio de vulnerabilidad de la red estatal de transporte terrestre a 30 años a causa del cambio climático es, en promedio, inferior a la vulnerabilidad que ya tienen en la actualidad gran parte de sus secciones”.
¿Qué pasará más allá de esa fecha si siguen subiendo las temperaturas? Heras explica que se está empezando a trabajar en el diseño de nuevos indicadores de impactos, para establecer sistemas de seguimiento que permitan verificar si el cambio climático va empeorando la funcionalidad de infraestructuras. Hasta ahora, una forma de anticiparse a los problemas del futuro ha sido mirar en los datos históricos (los puentes se diseñan teniendo en cuenta los niveles de inundaciones máximas del pasado). Sin embargo, como recalca el consejero técnico de la OECC, el cambio climático está introduciendo variables totalmente inéditas. “Esto es crucial, porque la estadística del pasado ahora no nos no sirve para anticiparnos”, destaca Heras. “La lógica que usábamos hasta ahora puede ya no funcionar, hay que replantear cosas que parecían inmutables, por eso resulta esencial la adaptación”.
En los últimos años, se han realizado muchas evaluaciones de impactos y por entidades de todo tipo. Según un informe del Banco de España de 2020, el cambio climático puede generar riesgos financieros de dos formas distintas. Por un lado, por los riesgos físicos derivados del clima, como grandes sequías que afecten al sector agrícola o la pérdida de valor de viviendas vinculadas a garantías hipotecarias en zonas cercanas a la costa por el aumento del nivel del mar. Pero también por los riesgos de transición, causados por el propio proceso de cambio para frenar el calentamiento del planeta. En este apartado, el Banco de España señala a las entidades expuestas a clientes cuyo negocio principal utilice de forma intensiva los combustibles fósiles (aquellos cuyo consumo debe reducirse de forma drástica para dejar de calentar el planeta).
La Estrategia de Seguridad Nacional de 2021 considera las crisis climática como una amenaza para el conjunto de Europa y, en especial, el área mediterránea. En otra publicación del Ministerio de Defensa sobre la Influencia del cambio climático en las operaciones militares, María del Mar Hidalgo García, del Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE), se refiere a la emergencia climática como un “multiplicador de amenazas” por su capacidad para amplificar los desafíos de seguridad existentes en la actualidad. “En particular, los efectos del cambio climático pueden agudizar crisis económicas, políticas y geopolíticas derivadas de la escasez alimentaria e hídrica en muchas partes del mundo”, incide esta analista, que señala que “podrían agravarse las situaciones de migraciones masivas, inestabilidad regional e incluso producirse nuevos conflictos armados”.
Dentro de esta explosión de riesgos, la crisis climática afecta de forma especial a la salud de las personas y los ecosistemas naturales, así como a sectores económicos estratégicos como el turismo o la agricultura. En el caso de la salud, la principal amenaza es el calor, pero ni mucho menos la única. “Si el año pasado en España hubo 6.000 muertos por calor, alrededor del 3% fueron por golpes de calor, mientras que el resto se debieron al agravamiento de dolencias previas en mayores, niños y personas vulnerables: hipertensión, diabetes, enfermedades pulmonares, cardiovasculares, mentales…”, resume Cristina Linares, investigadora del Instituto de Salud Carlos III, que repasa otras amenazas. Las altas temperaturas aceleran los partos prematuros, mientras que los incendios y sequías perjudican la salud mental de los ciudadanos.
Un clima más cálido favorece también que mosquitos y garrapatas se conviertan en vectores que impulsen más enfermedades: “Puede haber un incremento de casos de zika, chikungunya, dengue, malaria, fiebre del Congo, del Nilo…”, añade Linares. Menos conocida es la relación con la contaminación: “El cambio climático impulsa la estabilidad atmosférica, que a su vez dispersa menos los contaminantes urbanos, con lo que empeora la calidad del aire”, señala. En lo que se refiere a pérdidas humanas por desastres naturales relacionados por el clima, el riesgo que produce mayores daños materiales y personales son las inundaciones, uno de los eventos extremos que aumentan con la crisis climática. Esta experta cree que se ha avanzado en alertas de prevención con las olas de calor, pero falta mejorar esas alertas y trabajar en la transformación urbana para hacer las ciudades más resilientes.
En lo que respecta a los ecosistemas naturales, estos resultan muy vulnerables por depender enormemente de las variables climáticas. “Ya estamos viendo pérdida de ecosistemas y alteraciones del paisaje. Pensábamos que iban a ser cambios lentos y paulatinos, pero ya se están produciendo en muchos entornos: humedales, montañas, mares… Eso provocará migraciones de algunas especies y mortalidad de otras”, incide Pedro Jordano, de la Estación Biológica de Doñana (EBD-CSIC). Otro riesgo son las especies invasoras que llegan con el clima más cálido y afectan a las autóctonas. “España tiene las de perder con el cambio climático, porque su riqueza de animales y plantas es de las más ricas de Europa, y porque aquí van a afectar más los incrementos de temperatura, estacionalidad de las lluvias y riesgos extremos de incendios. Vamos a tener una pérdida enorme de biodiversidad”, señala el científico.
Como recalca Heras, muchos límites colocados hoy en los mapas pueden dejar de tener sentido. Y esto afecta a cuestiones tan diversas como las denominaciones de origen de los vinos o los espacios naturales protegidos. “Como el clima se va moviendo, puede ocurrir que las mejores zonas para las vides estén de pronto fuera de esas fronteras o que una determinada especie que era la razón de ser de un espacio protegido deje de estar allí”, destaca el consejero técnico de la OECC, que plantea que dentro de un tiempo habrá que revisar la Red Natura 2000 de áreas protegidas.
Entre los sectores económicos claves para España, son muy altos los riesgos para la agricultura. Esto tiene mucho que ver con la escasez de agua en algunas zonas, que se espera se agrave con la crisis climática. Además, los cultivos también pueden verse perjudicados por los cambios fenológicos asociados al desplazamiento de las estaciones, así como los daños por calor y por eventos extremos. Según un informe de 2022 del sindicato agrario COAG, “el calentamiento global se traducirá en una bajada apreciable de los rendimientos y de la calidad de la producción en las zonas de cultivo, sobre todo en el sur. Se podría perder un 10% de la superficie para vinos de calidad y 80% de variedades de olivo en Andalucía”.
El turismo es uno de grandes motores económicos de España, pero ¿querrán venir los turistas cuando vayan a más las temperaturas extremas? La Organización Mundial del Turismo considera este sector como “altamente vulnerable al cambio climático”. No en vano, este mismo verano se han podido ver imágenes insólitas de turistas teniendo que huir de las llamas en destinos icónicos como las islas griegas. Esto empieza a tener ya consecuencias económicas, Grecia ofreció este verano una semana de vacaciones gratis en Rodas para compensar a los turistas evacuados por los incendios. No obstante, cuando hay tantas variables relacionadas son muchas las incertidumbres. “El cambio que viene tiene una vertiente negativa y otra positiva: lo malo puede ser que algunos turistas dejen de viajar aquí cuando haya olas de calor, pero, en lo positivo, permitirá ampliar la temporada turística y beneficiar a otros destinos de interior y en el norte”, responde Eduardo Santander, director de la Comisión Europea de Viajes (ETC).
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