Empieza el vertido al mar de agua radiactiva tratada de Fukushima: evidencias, riesgos y alternativas
Japón ha iniciado la liberación de más de un millón y medio de toneladas de agua radiactiva, procedente de la planta destruida de Fukushina, en el océano Pacífico. Las aguas, que contienen de un isótopo de hidrógeno llamado tritio, han recibido un tratamiento para minimizar su radiactividad. El Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) –que dio el visto bueno hace dos años– ha indicado en un informe que “este vertido se ajusta a las normas internacionales de seguridad pertinentes y tendrán un impacto radiológico insignificante en las personas y el medio ambiente”.
Según pruebas de la oepradora de la central, TEPCO, el agua a verter tiene 63 bequerelios por litro. El límite para el agua potable de la OMS es de de 10.000.
Esto no ha convencido a buena parte de la población local, ni a pescadores, ni a ecologistas. También ha supuesto un choque con la vecina China, que ha prohibido la importación de animales acuáticos procedentes de Japón. Tokio, a su vez, ha criticado a China por difundir “afirmaciones científicamente infundadas”. ¿Qué hay y qué no hay en esta historia?
¿Por qué hay tanta agua radiactiva en Fukushima y dónde estaba hasta ahora?
Durante el desastre nuclear desencadenado por el tsunami de 2011, que destruyó la planta de TEPCO en Fukushima, la compañía comenzó a inyectar agua marina en los reactores para enfriar el combustible. A ello se suma el agua de lluvia y de los acuíferos subterráneos que se ha ido filtrando entre los escombros de los edificios.
Estas aguas quedan contaminadas tras entrar en contacto con los materiales altamente radiactivos. Fueron extraídas y tratadas para retirarles la mayor parte de los átomos capaces de radiar, convirtiéndose en agua ‘tritiada’, es decir, con presencia de tritio, sellada en tanques dentro de Fukushima Daiichi.
El agua va a ser vertida al mar en lotes, los primeros, con mayor nivel de control. A lo largo de la próxima quincena, se verterá el equivalente a unas tres piscinas olímpicas. El proceso no acabará antes de 30 años.
La liberación de aguas con tritio no es nueva ni exclusiva de Fukushima
Empecemos por definir qué es el tritio, que contiene ese agua de Fukushima. Es hidrógeno radiactivo. Su periodo de semidesintegración es de algo más de 12 años. Existe en la naturaleza, pero también se fabrica en laboratorio, por ejemplo, para experimentar con energía de fusión atómica.
Por poner en contexto: explica Nigel Marks (Universidad Curtin, Australia) que “el océano Pacífico contiene 8.400 gramos de tritio puro, mientras que Japón liberará 0,06 gramos de tritio cada año. La minúscula cantidad de radiación extra no supondrá la más mínima diferencia”.
A modo de comparación, la planta de reprocesamiento francesa de La Hague vertió 11.400 TBq en 2018 en el Canal de la Mancha, más de 12 veces el contenido total de todos los tanques de Fukushima.
En el SMC de Australia, su colega Tony Hooker precisa que “la liberación de tritio de las instalaciones nucleares en las vías fluviales se ha realizado y se realiza en todo el mundo sin que haya pruebas de implicaciones para el medio ambiente o la salud humana”. No obstante, apoya la creación de un plan de control exhaustivo e independiente del medio ambiente en torno al lugar de vertido de Fukushima “que aliviará parte del miedo que se ha generado en torno a este asunto”.
Además del tritio, pueden quedar como residuos el carbono-14, el estroncio-90 y el yodo-129.
¿Cómo se trata el agua radiactiva y cómo de limpia queda en Fukushima?
El agua contaminada es tratada en un circuito llamado ALPS (Sistema Avanzado de Procesamiento de Líquidos). En él se procesan 62 tipos de materiales radiactivos, a excepción del tritio y del carbono-14, que pueden permanecer.
El líquido se puede someter a más o a menos ciclos. En teoría, hasta comprobarse que los residuos radiactivos cumplen los límites regulatorios. Después, se diluyen en agua del océano para rebajar aún más la proporción de tritio, que es el elemento radiactivo que quedará, fundamentalmente, tras el proceso, aunque los ecologistas también ponen el foco en el carbono-14, que permanece durante siglos.
Un 70% del agua tratada ha tenido que ser sometida a nuevos ciclos de descontaminación por no cumplir los estándares.
En el caso del agua de Fukushima, a fecha de agosto de 2023 había 1,7 millones de metros cúbicos de aguas radiactivas almacenadas en tanques. Sin embargo, según denuncia Greenpeace, “un fallo de la tecnología de procesamiento ALPS, hizo que cerca del 70% tuviera que ser procesada nuevamente”. En el portal de la compañía TEPCO se habla de una proporción de aguas que, tras el procedimiento, no cumplieron con los estándares de concentración radiactiva.
Japón ha observado que los niveles de tritio son muy bajos y no representan una amenaza para la salud humana. Sin embargo, otros científicos advierten de que el tritio en el agua se puede unir a otras moléculas, ascendiendo en la cadena alimentaria. Dicen que los peligros radiactivos del tritio se han subestimado y podrían representar riesgos para los humanos y el medio ambiente durante más de 100 años.
El marisco de la zona tendrá la misma radiación que un plátano pero el estigma castigará a la pesca local
Ese tritio presente en el océano no debería afectar a la fauna y flora locales. El profesor Marks selaña que ”el marisco capturado durante toda una vida a pocos kilómetros de la desembocadura del océano tiene el equivalente a la radiación de tritio de un bocado de plátano”. El océano, de manera natural, también es radiactivo. “El tritio representa un modesto 0,04% de la radiactividad total”. En el caso de Fukushima la corriente de Kuroshio debería alejar el vertido mar adentro.
Pese a ello, a la reacción de China, prohibiendo la importación de marisco y pescado japonés, se ha sumado el territorio autónomo de Hong Kong. Ha cesado las importaciones de este tipo de una decena de prefecturas japonesas.
La comunidad pesquera es la primera afectada por esta decisión, tal y como advirtieron siete expertos de Naciones Unidas en 2021, cuando se confirmó el plan para las aguas de Fukushima. “Supone riesgos considerables para el pleno disfrute de los derechos humanos de las poblaciones afectadas dentro y fuera de las fronteras de Japón”, dijeron los expertos independientes designados por el Consejo de Derechos Humanos. “Se produce después de años de discusión y preocupaciones planteadas por las comunidades locales –particularmente la comunidad pesquera que ya fue gravemente afectada por el desastre de 2011–, las ONG ambientalistas, los países vecinos y la sociedad civil. La decisión es particularmente decepcionante porque los expertos creen que existen soluciones alternativas al problema”.
Los relatores de Naciones Unidas, encabezados por Marcos Orellana, esgrimen un estudio de 1992 sobre el impacto del agua tritiada en la salud ratones que la consumían en laboratorio. También ponen sobre la mesa la posibilidad de que se esté infraestimando la posibilidad de que el tritio se una a otras moléculas orgánicas y se incorpore, de algún modo, a la cadena trófica, algo que descarta la OIEA para las aguas tratadas de Fukushima u otras plantas.
¿Hay alternativas viables al vertido de agua de Fukushima?
Verter el agua tratada (y tritiada) al océano; seguir almacenándola en Fukushima y otras centrales; mezclarla con hormigón para futuras obras. Son distintas alternativas planteadas hasta la fecha, en que se ha optado por la primera y, seguramente, más barata.
Tanto grupos ecologistas como científicos estadounidenses hablan de fracaso respecto a la gestión del agua contaminada de Fukushima. Robert Richmond (Universidad de Hawái), del Panel de Expertos de Asesoramiento Científico del Foro de las Islas del Pacífico, cree que esto es una estaca más en la delicada salud de los océanos.
Comenta en el SMC de España que “la decisión de Japón no es sorprendente, pero sí decepcionante. Tanto Japón como el OIEA pueden convertir una situación difícil en una oportunidad para explorar y desarrollar mejores enfoques para los desastres nucleares que el vertido en el océano. Esta decisión viola el espíritu de la Década Oceánica de la ONU y el recientemente aprobado Tratado de Alta Mar de la ONU, así como los derechos de las comunidades indígenas del Pacífico”.
Por su parte, desde Greenpeace Asia Oriental, Shaun Burnie cree que “se está perpetuando el mito de que las descargas son necesarias para el desmantelamiento. Pero el propio gobierno japonés admite que en Fukushima Daiichi hay suficiente espacio para almacenar agua. El almacenamiento a largo plazo expondría que la actual hoja de ruta de desmantelamiento del gobierno es defectuosa, pero eso es exactamente lo que debe suceder. La central nuclear de Fukushima todavía está en crisis, plantea peligros graves, y no existe un plan creíble para su desmantelamiento”, explica.
Las autoridades japonesas consideran que la alternativa de mantener esas aguas almacenadas en Fukushima no hacen sino aumentar el riesgo, en tanto un nuevo terremoto podría suponer un vertido incontrolado, toda vez que cada vez se almacena en mayor cantidad.
La organización 365 pidió en abril que se explorase la posibilidad de usar el agua de Fukushima para fabricar hormigón con que ampliar el malecón de contención “si el agua es verdaderamente segura, ya que elimina el problema de la liberación al océano y reduciría sustancialmente el volumen de agua de enfriamiento almacenada”.
“Nadie cuestiona la integridad de los científicos japoneses o de la OIEA, pero la creencia de que la capacidad de nuestros océanos para recibir cantidades ilimitadas de contaminantes sin efectos perjudiciales es demostrablemente falsa”, concluyen.
La radiactividad nos rodea
Desde un plátano a un puñado de frutos secos. Desde un castillo de granito, a tu vecino. Somos y ‘estamos’ radiactivos. La desintegración de los núcleos de ciertos átomos en un proceso natural con el que convivimos sin riesgo. Como convivimos con centrales nucleares, pero también refinerías, térmicas y coches. Todos contaminantes.
En este vídeo de ‘El Objetivo’ te explicamos cuáles son esas fuentes de radiactividad natural y artificial. Y cuáles sí deberían preocuparnos, como la del gas radón procedente de las piedras graníticas, sólo cuando se acumula en sótanos. Y centramos el debate: ¿qué es lo que sale de las chimeneas de una central nuclear? ¿Son frecuentes los accidentes nucleares? ¿Y los de otros tipos de plantas de producción energética? Y…¿cuántos plátanos hay que comer para sentir los efectos de una radiografía?